Recuerdo, hace muchos años, cuando un vendedor de paquitos me ofreció una singular historia de Lorenzo y Pepita. Siempre me habían gustado los comics que contaban las venturas y desventuras de esta pareja de casados, pero nunca me hubiera imaginado que llevaran una vida sexual tan activa. Aquel Lorenzo y Pepita porno fue una auténtica profanación, una destrucción del candor y el humor blanco que destilaban los muñequitos y la serie de películas que llevaban como título Blondie y que tan populares fueron en los años cuarenta.
Comprendí entonces que, con los cartoons, con los paquitos y con cualquier tipo de dibujo, animado o no, se podía hacer cualquier cosa y que no eran, por supuesto, exclusivamente para niños.
Tal vez, por aquel entonces, se estrenó en el Rialto una malévola película que llevaba como título Fritz el gato.
Lo extraño era que, a pesar de ser de muñequitos, tenía una restricción de dieciocho años.
Aquel gato resultaba ser un perfecto vagabundo y sus andanzas sexuales no se asemejaban en lo absoluto a las aventuras de Tom o de Félix, el otro gato que era de todos conocido por sus pases continuos en la televisión.
El mundo estaba cambiando y pronto tuvimos a un Tarzán que también en animación se convertía en La vergüenza de la selva y que tenía una forma muy peculiar de saltar de liana en liana. La avalancha de este tipo de material no se hizo esperar y con el advenimiento del video se incorporaron a la nueva moda todos los personajes conocidos y por conocer, no salvándose de esta atrocidad, ni Blanca Nieves ni Caperucita ni tan siquiera la Bella Durmiente. Lo más increíble era que el mundo, todo el mundo, el adulto y el infantil, aceptaban la animación como una de las formas visuales principales para la evasión. Un adulto veía las películas de los niños y eso estaba muy bien, pues contribuía al fortalecimiento de los vínculos familiare. Lo que no estaba tan bien era que los pequeños quisieran ver las películas de los adultos cuando estaban realizadas en animación.
¿Quién le decía a un niño que South Park no era adecuada para sus ojos?
¿Quién le impedía, en un descuido de los mayores, sentarse frente al televisor para escuchar todas las malas palabras e improperios que soltaban estos personajes?
Y South Park no era nada comparado con la atracción que ejercía Homero Simpson y toda su familia.
Todos los adultos, y me incluyo, adorábamos a Homer y las historietas que nos presentaban James L. Brooks y Matt Groening semanalmente por los canales de televisión.
Todo el mundo quería poseer memorabilia de estos personajes. Yo, por ejemplo, protejo mi vehículo del sol, con un panel que muestra a los Simpsons en un automóvil y he coleccionado todos los personajes que solían obsequiar con la compra de un combo para niños en una conocida cadena de fast food.
Y ahí, insisto, está lo contradictorio. Los niños quieren a los Simpsons y los Simpsons no son precisamente un modelo a seguir. Ahora bien. Si usted ya tiene un criterio formado, los Simpsons serán formidables.
Los niños deben recibir una explicación adecuada de sus progenitores. El gran problema es que muchísimos de nuestros niños tienen `padres al estilo Simpson y, como si esto fuera poco, el estreno del film coincide con la celebración del día del Padre.
LA PELICULA DE LOS SIMPSONS
(Título original. The Simpsons movie, Dir: David Silverman)
Como suponíamos, la sala estaba llena de niños que se reían a carcajadas ante las ocurrencias de Homero y toda su familia. A decir verdad para este largometraje destinado a la pantalla grande, los productores se cuidaron de no cargar demasiado las tintas en los aspectos controversiales o en las situaciones polémicas.
De todas maneras, insistimos en que esta serie, formidable de principio a fin, está destinada a un público adulto y no a los menores. La versión que se proyecta en nuestras salas es la hablada en castellano. Y por esta vez lo agradecemos, ya que las voces son insuperables y cuentan con la aprobación del mismo Matt Groening que vivió mucho tiempo en México.
La historia, esta vez, tiene un mensaje ecológico.
Homero, acostumbrado a meter la pata, tira los excrementos de un cerdo y aquella acumulación de desechos crea un verdadero desastre.
Al gobierno, presidido por el presidente Schwarzenegger, no le queda otro remedio que aislar al pueblo de Springfield encerrándole en una especie de domo de cristal.
Salir de ahí luce imposible, pero los Simpsons lo logran y, finalmente, Homero rescata a sus compueblanos.
Plagada de divertidísimos gags y chistes, la película demuestra una vez más la gran inteligencia de sus creadores.
Seguimos, desde luego, siendo fans de estos personajes.
Calificación: 5 (Excelente)