Anita Garibaldi, la morocha del general

Anita Garibaldi, la morocha del general

POR GRACIELA AZCÁRATE
Con el nombre de “La Guerra Grande“ se conoce históricamente un extenso conflicto ocurrido en los países del Río de la Plata entre 1839 y 1851. Fue una guerra civil, en la que se involucraron bandos políticos opuestos de Argentina y Uruguay. Intervinieron Francia, Inglaterra, el Imperio del Brasil y las fuerzas italianas comandadas por José Garibaldi.

El partido de los federales encabezado por el Gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas, tenía por aliado al Presidente uruguayo Manuel Oribe que encabezaba el “partido blanco”; sus rivales argentinos, el partido de los unitarios encabezado por el Gral. Juan Lavalle, tuvieron como aliados a los “colorados” del Uruguay con José Artigas como líder.

Un componente particular de esta guerra, fue la presencia de Giusepe Garibaldi al frente de la brigada italiana de los “camisas rojas”, combatiendo del lado de los colorados y enfrentado a los federales de Rosas y los blancos de Oribe.

Giuseppe Garibaldi se había dado a conocer en Italia como guerrillero en momentos en que la península italiana trataba de consumar la unidad política, con una gran enfrentamiento entre los monárquicos que apoyaban a la Casa de Saboya, y los llamados “republicanos” que eran antimonárquicos y anticlericales, y entre los que militaba Garibaldi.

Muchos lo llamaron “El corsario Garibaldi” por sus contactos entre masones y sus aventuras por dinero, en una de esas correrías encontró a la mujer que fue el amor de su vida y que llamó “mi brunetta (1)”.

La morocha o la morena del revolucionario y aventurero italiano se llamó Anita Garibaldi y por mucho tiempo quedó enterrado en el olvido su verdadero nombre.

Ana María de Jesús Ribeiro, “la brunetta”, nació el 30 de agosto de 1821, en Laguna, una pequeña aldea de la isla de Santa Catarina, en Brasil. Era una niña ágil y vivaz que se convirtió en una hermosa joven de piel morena, grandes ojos negros, decidida,y llena de vida.

Independiente hasta la exasperación hizo que su madre, de acuerdo con el párroco del lugar, le buscara un marido para evitar habladurías. El elegido fue Manuel Duarte de Aguiar, un oscuro zapatero del lugar, gris, callado retraído y mucho mayor que ella.

Los casaron el 30 de agosto de 1835, el día que Aninha cumplía 14 años. La madre creyó resueltos dos problemas: los de la honorabilidad y los de la economía.

Entre tanto, Brasil se debatía entre monárquicos y republicanos. El zapatero Duarte adhirió al Imperio, en cambio su díscola mujer no sólo se enfrentó en las cuestiones políticas, sino que rechazó su intento de recluirla en la vida doméstica, lo sacó de la cama y finalmente. en 1837, monárquico convencido, se alistó con las tropas imperiales y abandonó a su mujer.

El amor para esta “morocha” encarnaría en un italiano rubio de ojos azules, muy buen mozo y también muy mujeriego.

Giuseppe Garibaldi había nacido en Niza en 1807 y murió en 1882. Luego de unos años tormentosos se embarcó hacia América del Sur. En Brasil, una tarde en que desde una embarcación recorría la costa con su catalejos, divisó una silueta morena y graciosa que se desplazaba por la playa.

Seducido por la imagen de la joven, bajó a tierra dispuesto a encontrarla y cuando lo hizo, apasionadamente le dijo: “Tu devi essere mía!”. Quedó sellado un pacto de amor de por vida que cubriría dos continentes.

Anita, como él la llamó desde entonces, se transformó en su sombra. No importó su condición de mujer casada. Cuando Garibaldi decidió seguir su destino de aventurero revolucionario, intentó dejarla. Pero Anita no sólo lo acompañó sino que inició su historia de amazona y guerrillera.

Incorporada a las fuerzas revolucionarias participó en los combates. Como marinera se encargaba de cargar los cañones y luchaba cuerpo a cuerpo, blandiendo su espada. Los hombres de la tripulación le tributaron respeto y admiración. La lucha fue dura y despareja para los republicanos. Garibaldi se replegó con sus tropas y en medio de privaciones, sin un médico que la asistiera, en la casa de unos amigos, dio a luz a su primer hijo, Menotti. Será el único brasileño, nacido el 16 de setiembre de 1840. Perseguido por los soldados imperiales Garibaldi huye. Ella sabe que tratarán de hacerla prisionera y temiendo por la vida de su hijo, envolvió al bebé en una manta, montó a caballo y escapó sin importarle el frío y la lluvia. Durante cuatro días estuvo escondida, alimentándose con raíces y frutos silvestres, hasta que pudo reunirse con Garibaldi.

En 1841, llegaron a Montevideo donde buscaban protección refugiados de distintas partes del mundo entre ellos muchos militares y pensadores del movimiento carbonario, defensores de la unidad italiana.

Se casaron el 26 de marzo de 1842. Anita nunca declaró su casamiento anterior. Fueron los únicos años de relativa calma de la pareja. Garibaldi entretanto, para mantener a la familia se dedicó a la enseñanza de las matemáticas en un colegio. Tuvieron tres hijos además de Menoti. En noviembre de 1843, nació Rosita, en 1845, Teresita y en 1847, Ricciotti.

En Montevideo, Anita mantuvo una sólida amistad con la esposa del presidente Rivera, Bernardina Rivera. Esta amiga la ayudó a soportar las largas ausencias de su marido y sus reiteradas infidelidades.

Cuando decidieron regresar a Italia era una mujer hermosa y culta que hablaba varios idiomas.

La familia parte hacia Niza en 1848 para conocer a la abuela paterna. Garibaldi lo hace dos meses después. Deja atrás doce años de lucha en América.

En Europa, Anita adhiere a la causa de su marido. Los austríacos, franceses y españoles eran los invasores que impedían la unidad de Italia y la única vía fue la lucha armada.

En Milán, Garibaldi se pone al frente de las tropas mazinistas pero es derrotado en la batalla de Luino. Anita lo acompañó y cuando una bala mató a su caballo. Garibaldi, volvió grupas y a sablazos se abrió paso entre los austríacos y la rescató.

El 9 de febrero de 1849, se proclamó la República Romana y el matrimonio se instaló en la ciudad de Reti donde disfrutaron de unos días de sosiego. Conciben su quinto hijo pero la paz dura poco, Anita debió regresar a Niza y Garibaldi se pone al frente de las tropas para defender Roma.

Rodeado por las tropas austríacas, francesas, napolitanas y del Vaticano el ejército de Garibaldi se enfrentó a una lucha a muerte.

A pesar de su avanzado embarazo partió en auxilio de su marido. En Tarquinia, a 100 km de Roma, dejó el carruaje y decidió seguir a caballo. Burlando la vigilancia de austríacos y franceses cruzó la Toscana, Umbría y el Lacio y cuando entró en Roma, Garibaldi, exclamó: “Señores, ésta es Anita, mi mujer. íTenemos un soldado más!”.

Agotada, montada en un caballo bayo, el pelo corto cubierto con un sombrero emplumado, botas de montar, vestida con un traje de legionario que mal disimulaba su gravidez, en la cintura sujetaba una pistola de un lado y una pequeña espada del otro.

Así acompañó a su esposo en la retirada el 2 de julio de 1849. Empezaba a recorrer el camino final. No quiso quedarse en San Marino e insistió en continuar camino a Venecia. En una última carta dirigida a su hermana, escribió: “Ahora estoy aquí al final del camino… ¿Qué haría si naciese de nuevo? Lo mismo!”.

Con el hijo muerto en su vientre, tuvo una larga agonía. En una vieja casa de Ravena, a las 7:45 de la noche, del sábado 4 de agosto de 1849, Garibaldi le cerró los ojos a su “brunetta”.

(1) Bruneta: morocha, morena.
De bruno: oscuro, umbrío.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas