Ayer, Facebook me recordó que estaba de aniversario. El 15 de enero del 2013 salió publicado el primer artículo de esta columna. ¡Guau! Que rápido ha pasado el tiempo. Compartir con ustedes las experiencias de los acontecimientos que me suceden, ha sido de mucho beneficio para mí y me llena de profunda gratitud.
Escribir sobre un determinado tema es una forma de trabajar en él, asimilarlo, descubrir nuevos aspectos que se nos habían escapado y sacarlo al exterior, para hacerlo más objetivo y mirarlo de adentro hacia fuera, como podemos hacer con otras expresiones artísticas.
Hace cuatro años, escribí un correo proponiendo tres nombres: alas, diario de una peregrina y diario de una libélula. Al parecer, no me dí a entender con claridad y el artículo salió en la columna que hoy conoces como: “Alas; diario de una libélula peregrina”. Como casi todo lo que me ocurre, la mano de la providencia juega un papel maravilloso. ¡el nombre me pareció genial! A mi no se me hubiera ocurrido un nombre tan hermoso y creativo.
Don Juan, el personaje de Carlos Castañeda dice: “Al final del camino, a la otra vida llevamos sólo lo que hemos dado”. La gente me asociaba con las libélulas por un trabajo grupal que venía haciendo desde el 2007, al que llamé “El club de libélulas”, con la intención de compartir los recursos de crecimiento y bienestar que me habían apoyado personal y profesionalmente.
En casi todos los lugares del mundo, la libélula representa el cambio en la perspectiva de la auto-realización, la madurez mental/emocional y la comprensión profunda del significado de la vida. Las libélulas están desde hace más de 250 millones de años, cuando en la tierra aún vivían los gigantescos dinosaurios.
Las investigaciones arrojan que esas libélulas pre-históricas eran de la longitud del brazo de un hombre. Para seguir con vida, han reducido considerablemente su tamaño, sin embargo estos insectos han experimentado muy pocos cambios en su naturaleza.
El vuelo ágil de la libélula a través del agua, nos invita a ir más allá de la superficie, para alcanzar los niveles más profundos de la vida. Como el colibrí, la libélula vuela en cualquier dirección: en línea recta, hacia los lados, arriba o hacia atrás, enseñándonos a utilizar el poder en equilibrio, algo que nos llega con la edad y la madurez.
La libélula nos guía por la vía del trabajo impecable, que no consiste en hacer más, sino en hacer lo que es necesario sin desperdiciar recursos. Ella puede moverse a 45 millas por hora, mientras bate sus alas ¡tan sólo 30 veces por minuto! Para comprender mejor lo que esto significa, los mosquitos mueven las alas 600 veces por minuto y las moscas 1,000.
También, la libélula nos muestra el camino para romper las falsas ilusiones. Sus alas son iridiscentes, por lo que tienen la propiedad de manifestarse en diferentes colores dependiendo del ángulo y la polarización de la luz que incide sobre ellas. La propiedad mágica de iridiscencia se asocia con el descubrimiento de las propias capacidades al desenmascarar el yo real y la eliminación de las dudas que proyectamos sobre la propia identidad.
Normalmente, la libélula vive la mayor parte de su vida como ninfa, no como adulto. En apenas dos meses, la libélula adulta hace todo, dando ejemplo de cómo vivir la vida al máximo, siendo consciente de lo que somos, dónde estamos, lo que estamos haciendo y lo que necesitamos para vivir.
Los ojos de la libélula utilizan el 80% de la potencia del cerebro del insecto, permitiéndole mirar sin imitaciones en 360 grados alrededor. La imagen de una libélula peregrina me pareció muy bella y adecuada para mostrar mi camino. El mismo Don Juan de Marcus de Castañeda dice: “Un peregrino es un espíritu libre, que anda ligero de equipaje, con un alma solidaria para compartir lo que tiene con quienes crucen su camino, y con la pasión para seguir sus sueños”.
Siempre me ha gustado escribir, pero no tenía disciplina. En estas cinco décadas de existencia, he llenado muchos diarios y agendas, para vaciar mi interioridad. Los psicólogos sugieren utilizar la escritura de un diario como un instrumento que ayuda a reordenar la psique.
El riesgo es que tal como le ocurrió a Francesca, la protagonista de la película “Los puentes de Madison”, un ama de casa de origen italiano que se mudó en Iowa, interpretado por Meryl Streep, lo que se escribe en la intimidad, algún día puede salir a la luz. Pero, ¿qué pasa cuando desde el principio escribimos nuestras intimidades sabiendo que serán públicas?
Durante estos cuatro años, la vibración de las palabras escritas en las cuartillas que he escrito, han liberado el poder para crear y sanar las memorias de cada una de estas 208 semanas de mi vida. Según Gillie Bolton, investigadora del King’s College de Medicina y Arte de la Universidad de Londres, escribir un diario aumenta la confianza en uno mismo, potencia los sentimientos de autoestima y despierta la motivación de vivir. Además, de fortalecer el sistema inmunológico.
María Ángeles Molina, psicóloga, directora y fundadora de Psinergía, dice que quienes se deciden a escribir un diario se regalan un espacio y tiempo para posibilitar la introspección, ganando autoconciencia, autoconocimiento y autoestima, además de incrementar la comprensión hacia sí mismos.
Ella asegura que escribir un diario proporciona un mayor compromiso respecto a los procesos que cada uno hace sobre sí mismo, lo que le hace tener más presentes los cambios, los descubrimientos y los esfuerzos. Adicionalmente, puede ampliar la perspectiva y generación de alternativas ante cualquier situación problemática que enfrente.
El Filósofo y escritor indio Rabindranath Tagore dijo: “Las raíces bajo la tierra no piden recompensa por hacer que las ramas den frutos”, aún así deseo darte las gracias por acompañarme en este sueño, por hacerlo posible y por brindarme tanta dicha.
Te abrazo en Luz,
Karina