Aniversario de un estallido

<P>Aniversario de un estallido</P>

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Hoy se cumplen 43 años de una tarde de abril, seco y caluroso, cuando un grupo de militares se reveló en contra de una insostenible situación política de intereses y ambiciones desenfrenadas, que habían convertido a las Fuerzas Armadas en una caricatura de institución castrense, y a la Policía la habían transformado en una ineficaz fuerza del orden.

Tan solo habían transcurrido tres años y casi once meses de la noche de mayo, que un grupo de temerarios dominicanos eliminaron al fiero dictador que atravesaba la etapa final de su vida, pero aun así mantenía la mordaza y el guante de acero del terror en el país, que vio el desmembramiento de un régimen que, por 31 años, había domesticado la rebeldía natural del ciudadano y eliminando un enorme rompecabezas de caudillos comerciales llegándose a la formación de una embrionaria sociedad, que adquiría conciencia de clase y de su necesidad de libertad.

Por igual, el primer experimento democrático había fracasado tan solo hacía 19 meses, y el embrión de un descontento cívico, adquirió ribetes de sacrificio epopéyico, cuando decenas de jóvenes, queriendo emular a lo que había ocurrido en Cuba, se levantaron en armas en diversos frentes de las montañas, para ser eliminadas sin compasión a finales de 1963 y acallar las protestas que había provocado el haber perdido la oportunidad de un desarrollo en libertad y en democracia.

El caldo de cultivo de la ciudadanía, de ver cómo se estimulaba una corrupción descarada en los sectores militares, hizo que muchos jóvenes oficiales se sintieran asqueados, lo cual fue aprovechado por los políticos que poco a poco le dieron forma a un movimiento que aglutinó a oficiales superiores deseosos de volver a la democracia, y sacudirse, de una vez por siempre, la herencia de lo que se arrastraba desde el final de la dictadura.

El estallido cívico-militar de abril de 1965 solo repercutió en la capital, como era natural, mientras en el resto del país se mantuvo en calma. Era una tensa expectativa por el desarrollo de los acontecimientos, que tomaron un sendero inesperado cuando cientos de tropas norteamericanas invadieron al país, por segunda vez en el siglo XX, para asegurar el orden y evitar una desviación hacia un movimiento de izquierda.

Así se reorientó el país hacia la conformidad en que dos generaciones no conocen lo que hicieron sus padres y abuelos, que vivieron en la vorágine de hechos históricos que fueron el intento de sacudirnos del legado de los temores y del conformismo que se había forjado en las mentes de las generaciones que vivieron bajo la dictadura de Trujillo.

 La gesta de abril ha caído casi en el olvido, para ser reemplazada por una sociedad atropelladora que busca disfrutar de los placeres y el dinero de una era estimuladora de la buena vida, sin importar las necesidades de los demás.

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