Médica familiar / Prevencionista de riesgos laborales, Gerencia de Calidad Encargada de la Unidad de Higiene, Seguridad y Salud Ocupacional
Independientemente del lugar, las fechas, culturas y creencias, el cierre de fin de año causa un efecto de reflexión y revisión de cuentas que no siempre nos encuentra con un balance positivo y con números en azul.
Al pararnos frente a nuevas 365 oportunidades nos planteamos lo que a nuestro entender son las mejores estrategias para hacerle frente a los nuevos retos; sin embargo, con frecuencia nos preguntamos ¿por qué los propósitos de inicio de nuevo año se esfuman en la nada?, ¿por qué tienen la cualidad de ser un tanto volátiles, tan parecidos a los elementos finales de la tabla periódica?, ¿por qué si empiezo las metas de año nuevo con tanto entusiasmo, ese impulso no me es suficiente para lograr ni una cuarta parte de lo propuesto?
Este periodo debería ser propicio más bien para, antes de plantear nuevas metas, hacer un alto y de manera consciente, real, objetiva y enfocada, reflexionar sobre qué debemos y podemos hacer, pero sobre todo el para qué, el cómo, el cuándo y el con qué, y así poder iniciar nuestra ruta, trazando objetivos definidos, priorizados y alcanzables, lo cual puede garantizar un cierre satisfactorio que implica alcanzar las metas pautadas.
En ese mismo sentido, ese tiempo de planificación previa es pertinente para detenernos y repasar los logros alcanzados durante el año recién concluido, autorreconocernos y verificar la eficacia de las estrategias utilizadas y la posibilidad de su nueva aplicación.
Una de las herramientas más utilizadas -y con mejores resultados- para lograr resultados tangibles y sostenidos en el tiempo sobre aquello no logrado hasta el momento es renovarse y reenfocarse para poder tener la preparación necesaria que permita retomar las cosas en las que se estuvo trabajando y concluirlas (o sustituirlas y comenzar otras nuevas).
Independiente de cada realidad individual, hay una buena noticia, los propósitos de año nuevo pueden cumplirse y una estrategia práctica es imaginarnos este año como si se estuviera planificando un viaje donde se tiene la necesidad de utilizar una brújula como guía. La meta final sería el punto al que se desea llegar a largo plazo, y los objetivos serían las acciones concretas a ser realizadas de una manera metódica a corto y mediano plazo.
De esta manera no estaríamos dando ‘palos a ciegas’, y lo que hasta el momento es solo un gran deseo se pueda transformar en una herramienta de motivación para alcanzar los objetivos proyectados.
Un primer planteamiento sería determinar qué área de su vida quiere mejorar, la salud física, emocional, mental o espiritual; la familiar; su vida social, financiera, los negocios, y elegir una o varias para empezar a trabajarlas siguiendo su brújula, es decir la meta establecida, lo que inmediatamente va a generar que usted sepa hacia dónde se dirige y establezca tiempos definidos para cumplir, asumiendo compromisos para trabajar con perseverancia y evitar que sea la emoción del momento lo que motive su determinación. Es bien sabido que los seres humanos somos capaces de lograr nuestros propósitos por dos grandes razones, para evitar el dolor y el sufrimiento, o para buscar y prolongar lo que nos causa satisfacción y armonía, por eso es de vital importancia desarrollar por escrito el plan definido y revisar el estatus de su realización y cumplimento periódicamente.
La importancia de ser flexible durante el proceso
Es saludable recordar que las estrategias y los plazos se pueden modificar, pero no las metas. Dentro de cada uno de nosotros existen fortalezas y áreas a mejorar que en determinado momento pudieran ser oportunidades o amenazas para lograr nuestros objetivos. La flexibilidad nos permitirá identificar qué se encuentra en el exterior que pudiera convertirse en una barrera que pueda hacerle claudicar. Si llegara esa situación, vuelva a observar su brújula, a refrescar en su mente las razones por las que está en el camino, y releer el mapa para renovar su compromiso y entrega. Omitir el establecimiento de sus metas lo pone en un riesgo muy grande: “Llegar a ningún lugar” y eso se convierte en una situación de vulnerabilidad en los aspectos de su vida que decidió mejorar.