Anoche Cebolla incendió La Caribeña

Anoche Cebolla incendió La Caribeña

Una persona amiga me solicitó que me refiriera en este espacio al tema del incesto desde el punto de vista de la legislación dominicana, dadas las frecuentes acusaciones que sobre este delito trascienden a los medios de comunicación.
Por otro lado, el apreciado amigo, político y abogado Ramón Emilio Concepción ha denunciado públicamente que el Consejo Nacional de la Magistratura tiene una composición ilegal dado que, desde su punto de vista, con el cual no coincido, los miembros no permanentes de este órgano deben ser escogidos de nuevo. Esta afirmación de carácter técnico-legal me provoca a formular una opinión. Sin embargo un hecho ocurrido en la madrugada del lunes en Miches, me obliga a posponer estos temas y referirme a aquel insólito acontecimiento.
Todos en el pueblo le dicen Cebolla, casi nadie sabe su verdadero nombre. Hace varios años emigró para los EE. UU. donde dio muestras evidentes de desorden mental. Algunos dicen que, además, por si fuera poco, se convirtió en una adicta crónica a los estufacientes. Producto de su conducta en la ciudad de Nueva York, Cebolla fue deportada por las autoridades estadunidenses y desde entonces deambula por las calles del pueblo provocando conflictos y peleas siempre con aspecto de alguien que ha consumido por lo menos alcohol.
Ayer la noticia circuló por todos los medios posibles: ¨Cebolla le prendió fuego a la Caribeña”. Se trata de un modesto bar que muchos lugareños y visitantes tenían como lugar preferido de recreación puesto que los fines de semana mantenían la presentación del cantante Dimanchi y además ofrecían un karaoke que era deleite de los que gustan del arte de cantar.
Por razones que desconocemos, Cebolla se ensañó contra aquel lugar y concluyó en que lo mejor era quemarlo. Y lo hizo.
Ahora no hay donde cantar en Miches y Cebolla enfrentará una acusación por violación del artículo 434 del Código Penal que castiga el incendio voluntario con pena de hasta treinta años de reclusión. Este hecho debe llamar la atención de las autoridades locales y nacionales sobre las consecuencias de no prestar atención adecuada a los enfermos mentales o adictos, que para el caso es lo mismo, que pululan por las calles de nuestros pueblos.

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