Anselmo Paulino…

Anselmo Paulino…

Hace 64 años que el roble y poderoso Anselmo Paulino Álvarez, una de las figuras de mayor influencia frente al generalísimo Rafael L. Trujillo Molina, cayó en desgracia víctima de las intrigas entre la familia del Jefe y de sus más cercanos colaboradores, como Virgilio Álvarez Pina y Rafael Paíno Pichardo. A lo interno de la familia del dictador, la primera dama, doña María, y el primogénito Ramfis, no querían saber del polifacético Anselmo.
La estrella de Paulino comenzó a eclipsarse al regreso de Trujillo de un viaje por Europa, a fines de agosto de 1954. Circuló la especie de que el dictador español, Francisco Franco, ponderó la “eficiencia” de Anselmo como auxiliar del generalísimo y que habría pronunciado estas palabras: “Me hace falta un colaborador como ese gordo”, lo que, según las especulaciones, indignó a los familiares de Trujillo. Apenas horas después del regreso del Jefe a suelo dominicano, Paulino fue despojado por sendos decretos presidenciales de todos sus puestos y títulos (era Mayor General del E.N.), y al año siguiente fue juzgado en los tribunales de justicia acusado de recibir comisiones de contratistas de obras públicas y otros actos de corrupción.
El poder de Anselmo en torno a Trujillo fue de tal magnitud que se dio el lujo de enfrentar a la propia familia del dictador, a lo que se atribuye su caída en desgracia. Se comentó que había informado al Jefe de unas supuestas negociaciones de la primera dama y su hermano Paquito Martínez Alba, en torno a la fábrica de cemento Colón, que estaba a la salida hacia Villa Mella. Esto desencadenó un escándalo familiar en el cual el “gordo” Paulino Álvarez tuvo la peor parte.
Los servicios eficientes y puntuales a su líder de inmediato colocaban en posición insignificante a los más cercanos colaboradores del régimen. El Dr. Abigail Cruz Infante (Ito), en su libro “Hombres de Trujillo”, Pag.100, relata que en una ocasión el dictador se recreaba en el malecón y la rara presencia de un carro llamó la atención del Jefe: “¿Y ese carro… de quién es?”, preguntó el generalísimo al grupo de civiles y militares que lo rodeaban. Todos, menos Anselmo, callaron. Y movilizándose al lado del dictador Paulino respondió: ”Jefe, esa placa número tal, corresponde a fulano de tal”.
La Hacienda Fundación, en San Cristóbal, era la “niña bonita” de Trujillo. Allí se aplicaban las técnicas y la metodología más modernas en la agropecuaria. Para acondicionar los pastos de la finca, el generalísimo había comprado un potente tractor alemán, que a poco tiempo rompió una vital pieza que afectó su funcionamiento normal. Trujillo se molestó bastante y montó en cólera al enterarse que la pieza no podía conseguirse en el mercado local, sino dentro de tres meses. Al día siguiente que el jefe comentó el trastorno, Anselmo no acudió, como de costumbre, a su trabajo en la finca. Trujillo preguntó por él, pero nadie dio respuesta de donde podría encontrarse el subalterno. Al caer la tarde, el generalísimo recibe una llamada telefónica de Paulino, que textualmente le expresa: “Jefe, soy Paulino… estoy en Alemania y ya le tengo la pieza del tractor. Salgo para allá”. Paulino tomó un vuelo hasta La Habana, de ahí siguió a Miami y a Alemania, y en menos de 24 horas regresó por la misma ruta. Aunque tenía dificultades visuales, el apodo de “ojo mágico” que le endilgaban no derivaba de esa situación, sino por la destreza y habilidades como observaba los movimientos del dictador. Otros despectivos apodos como sus enemigos lo identificaban eran “piogán, magia negra y rayano”.
Anselmo nació en Montecristi en el año 1909 y murió a los 68 mientras ocupaba el cargo de embajador en París, en uno de los gobiernos de Balaguer. Conoció a Trujillo en la casa de la “poderosa” Isabel Mayer, en Montecristi, donde hacía las veces de ordenanza. Cuando contaba con apenas 23 años, a mediados del año 1932, el futuro dictador lo designa cónsul en Cabo Haitiano, aprovechando sus conocimientos de creole y francés. Allí casó con Madame Andree, dama haitiana que prestó “valiosos” servicios al gobernante. Luego Paulino fue nombrado embajador en el vecino país y en el año 1934 fue nombrado comisionado especial del Poder Ejecutivo en las provincias fronterizas. Es desde esa posición que Anselmo conoce y trata más directamente a Rafael Leónidas Trujillo Molina. Su albacea testamentario fue el reputado abogado, ex rector de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) Juan Tomás Mejía Feliú.

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