Ansiedad e hiperactividad

Ansiedad e hiperactividad

KEDMAY T. KLINGER BALMASEDA
Es común notar cómo suele confundirse el reconocimiento en un niño con un estado de ansiedad, de un problema de hiperactividad.

La ansiedad es normal que el niño la sienta en ciertos momentos específicos de su desarrollo. Principalmente alrededor de los 7 meses y la edad pre escolar, los niños saludables pueden sentir ansiedad intensa cuando se separan de sus padres o de otros seres queridos.

Sin embargo, cuando las ansiedades se vuelven severas y empiezan a interferir con las actividades diarias de la infancia, producto a su estado de excesiva actividad muscular, con un comportamiento impulsivo que lo/la incapacita para concentrarse o prestar atención, es que pudiéramos hablar de un niño/a hiperactivo/a. Ante esta situación, solo un psicólogo o psiquiatra de niños puede diagnosticar este tipo de actitud.

La hiperactividad no es fácil de definir, pues suele depender de la tolerancia del observador. El comportamiento que puede parecer excesivo para un observador puede no parecerle igual de excesivo a otro.

Mientras que la ansiedad es una emoción normal que se experimenta en situaciones en las que el sujeto se siente amenazado por un peligro externo o interno, la hiperactividad se caracteriza por actitudes o comportamientos muy irregulares, mal organizados y sin metas específicas.

El niño ansioso suele tener miedo de conocer o hablar con las personas que no conoce, por lo que tiende a tener pocos amigos fuera de la familia; mayormente presenta quejas frecuentes de dolores de estómago y de otros malestares físicos, demasiado apego al hogar, rabietas y pánico al momento de separarse de sus padres, así como preocupaciones sobre las cosas antes de que algo suceda e impaciencia constante sobre la escuela, los amigos o los deportes.

Los niños con ansiedad se ponen tensos y tiesos; algunos pueden buscar consuelo constante y sus preocupaciones pueden interferir con sus actividades. Estos niños pueden estar quietos, conformes y deseosos de complacer, por lo que es muy fácil no darse cuenta de sus dificultades.

En cambio, un niño/a con hiperactividad se distrae fácilmente, comete errores por ser descuidado/a o por ser impulsivo, habla demasiado en clases, tiene dificultad organizando su trabajo y da la impresión de que él o ella no ha escuchado las instrucciones, por lo que nunca puede terminar lo que los padres o profesoras le pidan.

En los niños pequeños los síntomas de hiperactividad pueden incluir el excesivo correr y trepar; los niños mayores se observan siempre muy agitados y con una incapacidad para estarse quietos.

En mi opinión, una de las principales funciones de los padres frente al correcto desarrollo de los niños sería velar por una atención y relación estrecha con los hijos, de manera que se logre realizar una evaluación constante y diaria sobre sus preocupaciones, su estado afectivo y temores, su estado mental y físico, así como sus relaciones con los diferentes miembros familiares, o compañeros y maestros.

Los padres, tutores o docentes, deben de estar alerta a cualquiera de los síntomas de ansiedad o hiperactividad para poder intervenir lo más pronto posible y así prevenir complicaciones. El tratamiento adecuado y a tiempo, puede evitar dificultades futuras tales como la pérdida de amistades, el fracaso social y escolar, y los sentimientos de baja autoestima.

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