Ansiedad por el estatus

Ansiedad por el estatus

ÁNGELA PEÑA
El ser humano vive intranquilo por el éxito de su prójimo. Sufre cuando el vecino remodela su casa, renueva el mobiliario, cambia el carro. Le baja la autoestima porque su amigo ha triunfado y está siendo reconocido. El pesimismo le invade porque siente que no es merecedor de admiración ni de respeto. Se desvela maquinando fórmulas de progresar no para llevar una existencia digna y confortable sino por igualarse o superar al cercano que está en mejores condiciones. El mundo está saturado de incansables trepadores y de multimillonarios que quieren acrecentar sus fortunas no para ser más ricos sino para seguir siendo servidos, solicitados, casi imprescindibles en sociedades en las que el tener es lo que hace a las personas dignas de veneración, fervor, reverencia.

Las profundas causas de esas conductas están analizadas en Ansiedad por el estatus, el libro de Alain de Botton, sólido escritor que conjuga explicaciones históricas, económicas, políticas, sociales, culturales, religiosas en esa obra en la que también la búsqueda de amor forma parte del estrés colectivo por ser alguien. No es uno más de tantos ejemplares de autoestima que circulan, y que Alain de Botton más bien critica, narrando su historia desde la autobiografía de Benjamín Franklin hasta publicaciones más recientes, como Despierta al gigante que hay en ti, de Anthony Robbins. Lo que hace el laureado ensayista es exponer las razones de esa agitación por ser considerado un triunfador, de ese terrible temor a ser visto como un  fracasado, un saltapatrás, un carajo a la vela.

El volumen, de 325 páginas, está ilustrado con fotos, cuadros, muebles, anuncios, modas, portadas de libros antiguos y actuales. Trae estrategias publicitarias, piezas de discursos demagógicos, competencias entre políticos y gobiernos, referencias de prominentes sabios, juristas, filósofos, poetas, e infinidad de casos  reales que avalan sus juicios impresionantes.

“Pocos sufrimientos son comparables al de un actor que una vez fue famoso, al de un político que ha caído en desgracia”, expresa, y afirma que “la ansiedad la provocan, entre otras cosas, la recesión, el despido, los ascensos, la jubilación, las conversaciones con compañeros del mismo sector, las reseñas periodísticas sobre personas destacadas y el éxito de los amigos”. Lo triste, agrega, “es que el estatus es difícil de conseguir y más difícil todavía de mantener durante toda una vida”. Su tesis es que la ansiedad por el estatus inspira pena. “El rico, agrega, se vanagloria de sus riquezas porque siente que de forma natural atraen hacia él la atención del mundo. Por el contrario, el pobre se avergüenza de su pobreza. Siente que le vuelve invisible ante la humanidad”. El pobre, reitera, “pasa desapercibido, sin embargo, al hombre de categoría y distinguido el mundo entero lo observa. Todos están impacientes por mirarle, sus acciones son objeto de interés público. Ni siquiera una palabra o un gesto que emane de él pasarán desapercibidos”. Alain estudia cómo afecta esta indiferencia porque lo que los demás piensan de nosotros ha llegado “a tener un papel determinante en nuestra forma de vernos a nosotros mismos. Nuestro sentido de la identidad se ve preso de los juicios de aquellos con quienes convivimos…”

Ansiedad por el estatus contiene realidades que pasan inadvertidas para la gente, ya condicionada e influenciada por las dependencias y veleidades del medio. De todo su valioso texto se pueden extraer “frases célebres”, palabras que sacuden los sentidos y descubren imperfecciones en las que la generalidad no repara, como éstas: “Sólo envidiamos a quienes consideramos similares a nosotros; sólo envidiamos a los miembros de nuestro grupo de referencia. Hay pocos éxitos más inaguantables que los de nuestros supuestos iguales”.

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