Ante la crisis, ahorro y creatividad

Ante la crisis, ahorro y creatividad

Cuando cada ciudadano atraviesa una situación de crisis, lo primero que tiende a hacer es a ahorrar. Eso es lo más lógico. Asimismo, uno tiene que empezar a inventar, a buscarle la quinta pata al gato para poder mantener un nivel de vida como el que tenía antes del diluvio devaluador. Usando el cerebro es como se puede hacer mucho con lo poquito y buscar atajos para que la miseria no nos arrope.

El discurso viene a colación porque no he oído hablar mucho del ahorro a los que administran el Estado dominicano. Por el contrario, han hecho ostentaciones que no les lucen. Invertir en calles y en contenes cuando a los hospitales «se los está llevando quien los trajo» es cosa de locos o de sinvergüenzas. Pero los intentos reeleccionistas no admiten la racionalidad; esos son conceptos antagónicos e irreconciliables.

Pues bien, no estaría de más recordar lo que más de diez años atrás hizo la Revolución cubana. Ante el desquircaje de la Unión Soviética el apadrinamiento terminó y con ello se llevó los justos términos del intercambio que hasta entonces la isla recibía de sus aliados. Al eterno bloqueo de los gobernantes norteamericanos se sumaba entonces el bloqueo de la ayuda solidaria. En vez de ponerse a lamentar sus desgracias como un Jeremías, Fidel emplazó a su pueblo a que enfrentara el «período especial» con una «opción cero». Claro, la ventaja evidente de los revolucionarios cubanos era que contaban con el respaldo de todo el pueblo. Sobrevivieron y surgieron con nuevas fuerzas hasta convertirse hoy en un país con crecimiento económico sostenido durante una década.

De todas maneras, recuerdo que en mis años de permanencia en Cuba contribuí con el diseño de una pintura para edificios que resultaba muy económica porque no tenía ingredientes importados. Aquel producto lo bauticé con el nombre de «pintura de los pobres». Sus componentes son cal apagada (hidróxido de calcio), naranjas agrias, sal y agua. Ese fue un tipo de pintura usado en la zona rural de República Dominicana en los siglos pasados y tuvo vigencia hasta el surgimiento de la empresa Pinturas Dominicanas (PIDOCA). Bajo Trujillo el régimen obligó a la gente a dejar la tradición y comprar lo que ese monopolio ofrecía. Es justo decir que los productos de PIDOCA fueron de magnífica calidad en su primera década de producción.

Volviendo al tema, sería conveniente que la crisis de la devaluación de la moneda no llevara a que los dominicanos descuidaran el aspecto de los lugares que habitan. Podrían confirmar lo que digo con diez libras de cal apagada, tres naranjas agrias, media libra de sal en granos y medio galón de agua. El procedimiento es sencillo. Luego de disuelta la sal en el agua se le añade el jugo de las naranjas agrias. Entonces se añadiría gradualmente la cal apagada hasta que no queden grumos y la mezcla sea uniforme. No estaría de más decir que si el usuario de la «pintura de los pobres» vive junto al mar, puede muy bien utilizar el agua salada, tratando siempre que esté libre de impurezas orgánicas.

Cuando se vaya a pintar una superficie, es preferible que esté remojada porque así la mezcla de la pintura puede mantener un alto nivel de humedad durante más tiempo y adherirse mejor. Para recordar los viejos tiempos conviene que no se usen brochas de las modernas, sino la de cabuya, no sólo porque «corre» mejor, sino porque es también más barata. Humedecer las paredes con agua una vez a la semana luego de pintarlas ayudaría al proceso de fraguado y fijación. Transcurrido un mes, la superficie tendrá con esta «pintura de los pobres» una nueva forma de pañete que ayudaría a una extensión en la vida del inmueble. Como el color de la cal es blanco, la pintura será del tono que ésa tenga. Si se deseara que fuera diferente, podría añadírsele polvo de mosaicos (permanito le decían antes) de otro color y lograr así un efecto como el que los pescadores de Venecia, en Italia, le han dado a sus respectivas casas.

Como este ejemplo existen varias soluciones para cada problema que ahora nos agobia. Con creatividad la crisis no nos manejaría a nosotros, sino que nosotros manejaríamos la crisis. Así, las angustias encontrarían atenuantes con sólo ponernos a utilizar un poco el cerebro entre apagón y apagón.

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