Ante la escasez de agua

Ante la escasez de agua

En la última reunión del Consejo Directivo de la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD), se puso sobre el tapete la cuestión del agua y cómo los depredadores cortaban en las montañas grandes y frondosos árboles para su comercialización, todo lo cual iba en detrimento de castrar los nacimientos de los ríos y las aguadas que nacen en las cimas, en donde frondosos árboles la preservan para que corran libremente hacia las llanuras y poder irrigar los diferentes cultivos.
Para enfrentar esta situación, la JAD decidió formar consejos provinciales para la defensa de los ríos y aguadas, ya que se corre el riesgo de que el país se convierta en una masa de tierra estéril, situación en la que está el vecino Haití. Hasta ahora, solo se ha formado el de la provincia de La Vega, pero se están conformando los de las demás provincias.
El suministro de agua potable es esencial para la vida humana, por eso debemos utilizarla racionalmente evitando las fugas y desperdicios, que tanto perjudican a nuestros conciudadanos y por ende a los acueductos municipales.
Los países emergentes están conscientes de esta realidad y algunos de ellos han tomado iniciativas, para prevenir que los nacimientos de los ríos sean depredados. Así surge el pago por servicios ambientales, por el cual los que preservan el agua en las montañas, reciben emolumentos de los que utilizan la misma aguas abajo. Pero para llegar a este “adelanto”, hace falta la voluntad del Estado para obligar a los usuarios a contribuir monetariamente por el agua que reciben.
En nuestro país, la mayoría del agua que cae de las nubes, o se evapora o no es embalsada para que la misma no vaya directamente al mar y sirva de provecho, sea para generar electricidad o para regar los diferentes cultivos, que sin el agua no alcanzan su pleno desarrollo. En Cuba, país con menos ríos que el nuestro pero con acendrado sentido del ahorro, se han construido cientos de pequeñas presas que represan el agua cuando llueve para su ulterior utilización, sea para uso doméstico o para la agricultura y la ganadería.
Hace ya muchos años, nuestros ríos eran majestuosos, llenos de torrentes y cauces vigorosos. Recuerdo dos ríos nativos de mi provincia, el Bajabonico y su afluente el Unijica, que hoy son miserables conductos, no solo de agua, sino de todo tipo de contaminantes los cuales impiden que sea utilizada para consumo humano. Además, el Bajabonico es depredado por una grancera que funciona a la vista y a la orilla de la carretera hacia Luperón, sin que los inspectores del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Forestales tomen acción para impedir que el material removido resulte en la pérdida de la capa freática y el agua se consuma en la tierra.
Hay veces que se aducen razones valederas pero muy pronto son retorcidas. El caso de la canalización y encauzamiento del otrora caudaloso Río Yuna es un ejemplo bochornoso. Con el pretexto de canalizar el río en su paso por Bonao, se le ha permitido a dos compañías la extracción de materiales para uso en construcciones ajenas a las acciones que se llevan a cabo. Este río se está muriendo. En la cabecera, los frondosos árboles que hacían de retenedores de agua cuando llovía, gran parte han sido cortados sin que las autoridades tomen las medidas pertinentes con sus correspondientes sanciones.
El río Yaque del Norte es un basurero lleno de químicos que son vertidos en su cauce. “El Yaque dormilón que circunda a Santiago como un cinturón”, según la canción de Juan Lockward, no tiene ya aquel motivo adicional de: “al cruzar la barca me dijo el barquero, muchacha bonita no paga dinero”, ya que actualmente no se necesita barca, ni las hay, para atravesarlo. En sus riberas, también hay industrias que utilizan sus agregados y otras vierten sus químicos eliminando los pocos peces que todavía resisten tan grave y letal agresión.
Varias instituciones y ecologistas vaticinan que las próximas guerras serán por agua. Ya Chile y Bolivia tienen un conflicto por el uso de un río limítrofe, esto podría pasar en nuestro país con Haití por el río Masacre, que todavía, para nuestra desgracia, “se sigue pasando a pié”.
Debemos concienciar a las autoridades para la construcción de pequeños embalses para evitar que las aguas vayan a desperdiciarse en el mar, que no las necesita. Tomando prestado el eslogan del Ministro Castillo: “Manos a la obra”.

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