Ante la legalización del tráfico y consumo de drogas

<P>Ante la legalización del tráfico y consumo de drogas</P>

El viernes primero de enero de este año 2010 que acabamos de estrenar, el pastor Ezequiel Molina planteó en la tradicional concentración del ministerio radial “La Batalla de la Fe” la legalización del tráfico y consumo de las drogas con la finalidad, de acuerdo a lo expresado por él,  de evitar los crímenes que generan estas perversas actividades.

Creo que la propuesta del pastor Molina puede ser sincera y bien intencionada, pero de cara a la realidad ha resultado desafortunada e inoportuna.

Sabemos que el costo humano, financiero y social que implica el combate a las drogas es altísimo. Pero, ¿qué nos garantiza que su tolerancia o legalización va a disminuir ese costo? Nada. Las drogas son un fenómeno de alcance multisectorial de amplias dimensiones al que no se puede responder con soluciones simplistas.

Ezequiel Molina planteó que las drogas, como el tabaco y el alcohol, deberían ser legalizadas, con el manifiesto deseo de deprimir su valor de mercado y desestimular los ingresos que genera el negocio. 

La legalización del uso de las drogas no va a disminuir el daño que le ocasionan a millones de personas en todo el mundo, ni los múltiples trastornos sociales que genera en todos los niveles.

El consumo de  alcohol y de tabaco, por los daños que le ocasiona a la salud y a la sociedad,  no es una práctica aceptable en la comunidad de creyentes evangélicos. Incluso, la promoción pública  para su consumo se hace con advertencia expresa de que ocasiona daños y es perjudicial para la salud.

Como la gran mayoría de la población evangélica, y de forma concreta, en este crucial momento que vive la nación dominicana, yo esperaba un mensaje desafiante y motivador, una arenga para levantar los ánimos y reemprender con más firmeza y arrojo la lucha contra las adversidades cotidianas que nos azotan; sin embargo, fue todo lo contrario, percibo este sermón como claudicante, generador de incertidumbre y confusión. Es como si se estuviera tirando la toalla.

Ya Milton Friedman, desde una perspectiva economicista, pidió también que se legalizara el consumo de drogas. Se trataba de una fórmula para desestimular el negocio ilícito. Friedman no tomó en cuenta que la dimensión del problema está más allá de lo económico.

El pastor Molina nos ha planteado lo mismo desde la perspectiva de la fe, desde el mismo fundamento de la esperanza. Por su procedencia, escenario y momento esta propuesta pudiera tener pretensión pastoral, y en este sentido pudiera ser asumida por las iglesias evangélicas. Imaginémonos que esta propuesta se formalice, y que les hagamos un llamado a las iglesias para que oren por la legalización de las drogas.

Es claro que la propuesta de Ezequiel  Molina no puede ser considerada como una propuesta pastoral, lo lamentable es que se haya hecho desde el púlpito y desde el espacio evangélico  que mayor audiencia y repercusión tiene en el país.

Esta propuesta  no surge del sentir de la comunidad evangélica, ni se corresponde con su teología y  misión. Por tanto,  el tráfico y consumo drogas debe, antes que nada,  ser prevenido, pero por los graves daños que ocasiona a todos los niveles, debe ser firmemente combatido y debe continuar penalizado.

 El combate al  consumo y tráfico de  drogas es   un asunto de principios, es asunto de moral y de fe porque tiene que ver con la integridad de la vida en toda su dimensión; el tal virtud, el compromiso de enfrentar este flagelo no admite claudicaciones y tiene que mantenerse firme, aunque para esto haya que pagar un alto costo.

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