Es lógico que ante los muchos indicios de que la importación, fabricación y comercialización sin control de fármacos constituye un monstruo de varias cabezas y tupidas redes, la sociedad se indigne y voces de la mayor representatividad demanden acciones enérgicas de las autoridades. La ley es la ley; legítimo instrumento para proteger a la ciudadanía de cualquier actividad que le resulte lesiva. Sin embargo, y aun cuando se atribuyen muertes a la fraudulenta presencia de medicamentos en el mercado, ha faltado la persecución exhaustiva y diligente contra quienes podrían estar en los núcleos y cúspides de entes de fabricaciones y distribuciones de sustancias peligrosas.
Y menos aún se percibe la intención de pedir cuentas, suspender o incriminar bajo sospechas de negligencia o lenidad a supuestos guardianes de la salud de los dominicanos. La gravedad de los hechos, y el potencial de peores consecuencias para desprevenidos consumidores amerita de un empantalonamiento, como se dice coloquialmente, en el más alto nivel público, un tipo de endurecimiento del ejercicio de mando que a veces resulta imprescindible pero que con regularidad lo que hace es brillar por su ausencia.
Una buena tela para el corte
Ocurrió lo esperado: ningún sector de intereses acepta que le toquen para mejorar sueldos a médicos y, en efecto, el momento no es muy oportuno para gravar actividades en adición. La economía se contrae y muchas producciones están en crisis. Pero está ahí un montón de negocios altamente lucrativos y que no generan bienes imprescindibles, ni medianamente necesarios y dudosamente útiles socialmente: los juegos de azar con su escandalosa manifestación de exceso de bancas. Mucho más bancas que escuelas existen en este país.
Solo en evasión al fisco por incompetencia recaudadora, se lograría un grueso flujo de recursos para atender lo prioritario de remunerar mejor a servidores públicos y poner más medicinas e instrumentos médicos en hospitales. La proliferación de negocios que restan intensamente dinero a presupuestos familiares por la manía dañina de jugar debe devolverle más a la sociedad.