Ante un antidomecanismo extrainsular

Ante un antidomecanismo extrainsular

MARÍA ELENA MUÑOZ
2La Alianza Estratégica Franco-Norteamericana.Tal como lo apreciamos en la entrega anterior, la nueva política migratoria norteamericana de finales del siglo XX, diseñada para responder a los requerimientos del capital financiero internacional en el marco de la globalización, exigía que los trabajadores extranjeros en lugar de emigrar a los centros urbanos hegemónicos, como había sucedido a la época, permanecieran en sus países de origen, para ser utilizados como mano de obra barata en las actividades productivas implicadas en dicho proceso.

También vimos que quienes iban a sufrir despiadadamente el impacto demoledor de esta política de puertas cerradas, serían los haitianos que desde hacía casi una centuria habían encontrado en la emigración un paliativo a la desesperante miseria y de pauperización en que lo había sumido la aprobación de sus riquezas por parte de las metrópolis respectivas en el largo proceso de explotación colonial y neocolonial, tal Francia y los EUA. Pero estas potencias tenían bajo la manga una carta perturbadora, consistente en una alianza estratégica, bajo el formato de una neo-diplomacia, para echar sobre los hombros de RD, no solo la solución de esta cuestión, sino también la de evadir sus responsabilidades históricas con Haití, por haber sido ellas sus victimarias.

Uno de los lineamientos fundamentales de esta diplomacia fue la de incumplir, bajo diferentes alegatos, los compromisos que en el marco de la cooperación internacional ellas asumen, para dar, por ejemplo, ayudas o asistencia financiera y en otras ramas, a los países del llamado tercer mundo. Uno de los requisitos previos preferidos, para plasmar estas obligaciones es el de que la democracia reine en estos territorios, algo que por mucho tiempo ha brillado por su ausencia en Haití, por lo cual este ha sido consecuentemente castigado. Sin embargo, aunque dicho sistema ha sido últimamente restablecido, como sucede con la elección del Presidente Preval, dichas ayudas siguen congeladas, lo que abre interrogantes suspicaces en la opinión pública internacional.

No obstante, si se analiza fríamente el objetivo de la mencionada diplomacia implementada por las potencias involucradas en estos asuntos, la respuesta a tal comportamiento, brotan por sí solas. Porque ellas saben que un país asfixiado por la miseria, y sus secuelas de hambre, analfabetismo, violencia, inestabilidad política, etc., no puede generar las bases permanentes de la verdadera democracia. Saben también, que ella se construye combatiendo las raíces del subdesarrollo, ese que ellas le causaron y que las coloca en situación de deudoras y por argumento a contrario, a la nación haitiana en posición de acreedora.

Entonces en lugar de negar, reducir las ayudas, limitándolas, cuando suelen darlas, a simples migajas de sus presupuestos respectivos, deberían ampliarlas, acrecentarlas, para lograr el desarrollo integral y la modernización del Estado haitiano, si en verdad desearan la desaparición del flujo migratorio. La ONU plantea, luego de profundos estudios, que ese objetivo se logra con US$20.000.000 millones de dólares. Esta cifra me recuerda la que leí en la edición del día 5 del pasado mes de marzo del periódico español El País, donde se reportaba que en la invasión a Irak, los EUA habían gastado la friolera de más de 300,000,000 millones de dólares. Si para la guerra, reflexionamos, se dispensan estos enormes recursos, porque no separar siquiera el 1%, para la paz, que debería asomarse a Haití, junto a la pretendida democracia, si se desterrara la miseria.

Solo es una sugerencia, ya que soñar no cuesta nada. Porque sabemos que los imperios solo actúan en función de sus intereses. Cuando estos peligran o cuando están en juego, como ese recurso vital del oro negro, que aún se agita en los abismos subterráneos del Golfo Pérsico. Mientras que en Haití ellos agotaron hasta la esperanza. Por eso nos quieren tirar el muerto. Ese cadáver que en primera instancia, legó a la humanidad la rapiña colonialista. Esos huesos que ellos han condenado “a expiar su blancura hasta el olvido” recordando con esta tragedia, al gran poeta T: S: Elliot en “Tierra Baldía”.

Sin embargo, cuando en el marco de una coyuntura específica le conviene acordarse de Haití, lo hacen, pero para ponerla al servicio de los citados intereses. Ya lo vimos. Lo hicieron cuando a partir del 1919, cuando en el marco de la citada primera Intervención a la isla, comenzaron a traer sus nacionales para cortar caña en los ingenios que fundaron aquí en el este, cuando el proyecto azucarero fracasó en Haití, por aquello de la tierra cansada. Lo hicieron cuando en la segunda mitad del siglo XX, le abrieron las puertas de la emigración a sus países en la etapa de la gran concentración del capital; para luego cerrarles, cuando dicho capital emigra, vuela, en las aceradas alas de las transnacionales.

En este punto, retomamos el tema central, porque es en este momento donde entra en acción la citada diplomacia de nuevo cuño, manipulada por la citada alianza franco norteamericana, más Canadá. Comienzan como expresamos arriba, por paralizar los capítulos de la cooperación internacional tradicional, pero no para que permanezcan inactivos. Al contrario los desplazan, desnaturalizando el designio positivo de esta colaboración solidaria, hacia un mecanismo de asistencia financiera, desestabilizadora, manipulada por las ONG extranjeras.

El trabajo disociador de las ONG va encontrar en el plano ideológico, el precedente divisionista por excelencia de los seculares prejuicios insulares y un caldo de cultivo, en la enorme cantidad de indocumentados haitianos que devueltos por la policía costera norteamericana en función de la nueva política migratoria de recintos-cerrados de ese país, van a engrosar las filas de los millares de compatriotas que les precedieron.

Porque la entrada masiva, arrolladora, de ese mar de emigrantes vecinos, iba a provocar grandes transformaciones en la base económica-social y en la superestructura jurídica política de nuestra sociedad. En este contexto, es que se genera el desplazamiento de esa mano de obra extranjera hacia otros sectores productivos nacionales, como fue el de la economía agroexportadora, el tabaquero, cafetalero, el de la pequeña actividad agrícola con la recolección de tomates, víveres, vegetales y en la industria de la construcción.

Tal desplazamiento a actividades productivas diferentes al azucarero, donde el Estado tenía cierto control desde la Era de Trujillo, creará también el del trabajador dominicano y sus derivaciones conflictivas laborales, como el desempleo, y en el orden sindical. Porque como sucede en el marco de la dinámica migratoria, al trabajador indocumentado se le ofrece, por su propia naturaleza, un salario más bajo que al nativo, lo que genera una competencia desleal con este último y con ella distorsiones de corte social como el éxodo a los centros urbanos de los desempleados rurales, paso previo de la diáspora externa.

Como toda acción genera una reacción, nuestro país no podía quedarse de brazos cruzados frente a “la llamada invasión pacífica”, intensiva e incontrolable, que violentaba elementos fundamentales del Estado, como son la soberanía, la autodeterminación de los pueblos y el derecho que tienen las instituciones que de el emanan, de aplicar el marco regulatorio a los emigrantes de cualquier nacionalidad, tal como lo hacen todos los países del mundo, tal los EUA, Francia y Canadá, que son los que intervienen en la cuestión migratoria dominico haitiana.

La estructura básica de este marco normativo descansa en la Constitución de la República, especialmente con el Artículo No. 11 de la Ley de Migración No.285-04, que reglamenta como su nombre lo indica la cuestión migratoria en el territorio nacional, tanto en lo referente a la entrada, permanencia, salida como la inmigración, la emigración y el retorno de los nacionales A estos textos de procedencia legal interna se agregan las normas de carácter externo, consagradas en los Tratados y Convenciones de las que nuestro país es signatario. Estos temas, en especial el relacionado con las implicaciones jurídico-políticas de la migración haitiana, serán abordados en otra entrega.

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