Ante un antidominicanismo extrainsular

Ante un antidominicanismo extrainsular

MARÍA ELENA MUÑOZ
– y III –

La Alianza Insular Vs. la Extra-insular. Cuando la República Dominicana, como lo apreciamos en la entrega anterior, dio una respuesta institucional como corresponde a todo Estado soberano, con la implementación de un marco regulatorio a la penetración desproporcionada de haitianos a nuestro país, empujados por la política migratoria de puertas cerradas de EUA, puesta en marcha a finales del siglo pasado; la reacción de esta potencia a esta normativa, fue la de diseñar una alianza estratégica con sus socias involucradas en esta cuestión migratoria. La misma tenía como objetivo, no solo el de vulnerar las ejecutorias propias del Estado de derecho, sino con propósitos más perturbadores.

En este contexto, sectores de la opinión pública dominicana que parecían tener acceso a estos aprestos, venían planteando la posibilidad de la ocurrencia de estos planes, pero como los mismos se hacían en el ámbito de coyunturas políticas demagógicas y por ende interesadas o en el marco de un fanatismo excluyente de cualquier indicio de objetividad, más la ausencia de pruebas concretas, los mismos carecían de la credibilidad necesaria que los alejara de los betseller de ciencia ficción, y los acercara a la realidad, para suscitar la audiencia y la atención debida de esa “inteligenzia” combativa criolla, que suele participar en el debate nacional.

Quien suscribe, por las razones indicadas también encontró tales denuncias muy subjetivas, a pesar de que mi mayor preocupación intelectual gira desde hace más de dos décadas alrededor de la cuestión insular, en cuyo lapsus escribí varios libros, en los que plantée y demostré que las problemáticas fundamentales que históricamente habían enfrentado los dos países, habían sido un resultado del quehacer extranjero, en razón de conveniencias imperialistas. Como ejemplo cité la Guerra domínico-haitiana de mediados del siglo XIX y el de la Migración, a inicios del XX.

Era un rol desmitificador el que asumía, porque de lo que se trataba era de desmontar científicamente los adulterados orígenes de los prejuicios históricos que nos han separado en el pasado a causa del citado conflicto armado, y los que genera el flujo migratorio en la post modernidad, este último, que parece transitar hacia cierto antidominicanismo; como contrapartida del antihaitianismo secular; salido, como el primero, de matrices foráneas, no de las de la insularidad. Reflexión, aspiraba yo, que podría, luego de desarraigadas nuestras manipuladas culpas, promover el acercamiento de los dos pueblos y Estados, en el marco de unas relaciones positivas, conducentes a la materialización de la necesaria y postergada agenda binacional.

Utopía que también parece “derrumbarse”, como nos diría el amigo Castañeda. Porque ahora sí parecen existen evidencias tanto teóricas como tangibles, de aquellas denunciadas componendas, con las que se conspira en contra de la integridad del Estado dominicano para que éste asuma, por diferentes vías, la responsabilidad histórica del problema haitiano creado por las potencias mencionadas…

Lo sospechábamos en el trabajo disociador que entre los dominicanos y haitianos, hacen ciertas ONG en nuestro país, manipuladas y financiadas por el interés extranjero. Pero la sospecha de que se había fabricado un autidominicanismo fuera de las fronteras de la isla, se convirtió en certeza, cuando asistimos en representación de la Academia Dominicana de la Historia a la Conferencia que sobre distintos aspectos de la cuestión insular, especialmente de la migratoria, se celebró -en John Jay Collegue de la Universidad de New York, a finales del pasado mes de febrero.

Este evento que se proyectaba con toda la rigurosidad científica que debe asumir una actividad académica, al parecer se le fue de las manos a sus organizadores y se transformó de cierta manera en un espectáculo político, ya que varios de los expositores hacía ingentes esfuerzos por demostrar que el culpable histórico de toda la desventura, miseria y agravios que sufre el pueblo haitiano es la RD, en especial de los males que subyacen en la migración. Fue ahí donde sentimos la presencia tangible de un antidominicanismo de factura extrainsular, porque las mismas no vienen de dentro, sino de “grupos de presión extranjeros, que nada tienen que ver con el Gobierno haitiano” como lo admitiera el Presidente Préval en su visita aquí al Este, en marzo pasado.

Pero este prejuicio que quiere presentarse como contrapartida del antihaitianismo secular, aunque lo percibimos quizás por la frontalidad con que se planteó en un ámbito inesperado como el académico, venía elaborándose en este contexto intelectual hace tiempo, pero de forma sutil, destinado a crear el ambiente psicológico adecuado para la receptividad de tales denuncias, a través de la publicación de artículos, libros, etc. En los mismos comenzaron a hacerse las acusaciones de los supuestos rituales esclavistas que se practican contra los braceros haitianos en los bateyes dominicanos, incluso algunos escritos por historiadores dominicanos que obedecen los mandatos de Washington. Otros por extranjeros, como el famoso “Azúcar Amarga” del canadiense M. Lemoine.

Labor de “concientización” que en este plano realizan estos intelectuales junto al trabajo de campo, directo y frontal, que hacen las ONG citadas en todo el territorio nacional, en especial en los bateyes, y el que efectúan en el ámbito jurídico. En este sentido, solo hay que observar la actitud contestaría que dichas agrupaciones asumen frente al citado marco regulatorio dominicano que sanciona la migración. Actitud que se presume en las interpretaciones acomodaticias al mismo, como las relativas a la cuestión de las nacionalidades, que ellas reivindican para los haitianos nacidos en nuestro país, basados en el principio constitucional del Jus Solis, y de los derechos que de él se derivan, como son los civiles, políticos, ciudadanía, etc. Demandas que pueden ser satisfechas, siempre que se ajusten a los requerimientos que establece el Estado de derecho.

Porque en primer lugar si el Estado emisor, en este caso Haití, no garantiza tales derechos concerniente a sus nacionales, no tiene moral, ni potestad para exigir al Estado receptor, el dominicano, que se los endose. Es por eso que el Gobierno haitiano ha sido muy cauteloso con eso de las acusaciones de las mencionadas ONG, porque aparte de que Haití no tiene un mercado laboral interno, para absorber la enorme masa que emigra, también está consciente de las dificultades que enfrenta para ofrecer tales garantías, a causa de la inestabilidad política, la violencia social, la falta de institucionalidad y las limitaciones económicas, entre otras.

Para ilustrar contundentemente esta situación, solo hay que observar un anexo del libro citado “Azúcar Amarga”, sobre un Contrato de Gobierno a Gobierno que emana, como todos los demás, del Acuerdo de Reclutamiento de Braceros firmado por Balaguer y Baby Doc, en 1966, vigente todavía, que consagra la práctica y formulismos elementales para la importación de esos trabajadores de la caña.

En él se hace constar la cantidad de braceros -decenas de miles- que vendrán al Este, para el tiempo de duración de la zafra, esa vez del año 1979, la cuantiosa suma que recibirá el gobierno haitiano, entre otras estipulaciones menores, pero en ninguna parte se consignan los nombres, la dirección, el estado civil, la edad, etc. O sea el gobierno haitiano, los envía, sin ningún carnet de identidad, ni cédula, ni pasaporte nada que los identifique como seres humanos, ciudadanos de un país, sujeto de derechos -a esos que aspiran las ONG- y mucho menos el salario, ni seguro médico, ni ninguna otra prestación laboral. Luego serán empujados como reses a los camiones en que cruzarán la frontera. Pero hasta estas bestias son identificables, aunque sea por la marca que su dueño con el hierro candente le estampó en carne viva.

Por tanto, es en el lado Oeste de la frontera de donde parten las derivaciones jurídicas más conflictivas de la migración. Es ese el escenario donde las ONG citadas deben actuar. No tomando el rábano por las hojas. Además somos los dominicanos y haitianos los que debemos trabajar en conjunto para resolver los problemas que nos afectan como es el migratorio. De aquí mi propuesta: para cerrarle el paso o darle el frente, a las tramas extrainsulares contra la RD, debemos oponer a la citada Alianza Estratégica Franco-Norteamericana la Alianza Domínico-Haitiana, que teniendo precedentes exitosos en otro contexto del acontecer insular, podría desde el plano externo, contribuir a la definición en el interno, de la política migratoria estatal que están demandando destacados sectores de nuestra sociedad, algo a tratar oportunamente.

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