Ante un crimen espeluznante

Ante un crimen espeluznante

La magnitud del horror que despertó en la sociedad dominicana el cobarde asesinato de Reyna Isabel Encarnación y sus tres hijos de 6, 9 y 10 años, de manos de su pareja Víctor Alexander Encarnación, es comparable a la conmoción que provocó el homicidio del niño Llenas Aybar y más recientemente el de la jovencita Emely Peguero, en Cenoví, San Francisco de Macorís.
En los tres casos se dieron factores comunes como la saña, frialdad, planificación y cercanía de las víctimas con sus victimarios además de la juventud de los asesinos que hasta el momento de sus monstruosos crímenes, eran considerados jóvenes normales por sus familiares y conocidos, salvo Portorreal que, al decir de sus vecinos, era silencioso y extraño.
Estos hechos, sumados a los frecuentes crímenes pasionales, suscitan interrogantes que ni las autoridades ni los especialistas están en capacidad de responder satisfactoriamente, ni de sugerir las medidas preventivas pertinentes para evitar que la población continúe sufriendo semejantes atrocidades.
En lo que todos estamos de acuerdo es en la necesidad de educar en valores desde el seno del hogar, en las escuelas y centros de estudios superiores, pero eso no es suficiente porque una gran parte de la población no estudia y otra carece de formación para llevar a sus hijos por el camino correcto.
La tarea, en ese sentido, se torna más difícil porque nuestra sociedad ha llegado, con la permisividad y/o participación de nuestras autoridades, a un estado de degradación, inversión de valores, inequidad, corrupción e impunidad que altera el orden moral y repercute en la conducta social e individual de la población con los resultados que, tristemente, estamos viviendo.

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