Ante un mal país, casi todos se quieren ir

Ante un mal país, casi todos se quieren ir

MARIEN ARISTY CAPITÁN
Al leer las páginas de sus libros, imaginaba que era yo la protagonista de las aventuras que él describía en aquella gran vuelta al mundo en 80 días. Gracias a ellas, y los maravillosos episodios que narraba Julio Verne, se instaló en mí una gran pasión por los viajes.

Como yo, muchos han soñado desde niños con visitar lugares distantes, descubrir nuevas culturas y dejarse embargar por la emoción de darle color a las imágenes que había visto en libros y revistas.

Al crecer, sin embargo, una buena parte de aquellos niños ha cambiado su forma de entender esos viajes: ahora, en lugar de irse a otros destinos para hacer turismo, quieren emigrar.

Las estadísticas, tal como mostró la última encuesta Gallup-Hoy, son alarmantes: un 57% de los dominicanos quiere irse del país. Eso significa que, en caso de que todos pudieran hacerlo, nos quedaríamos con menos de la mitad de la población actual.

La razón de ese éxodo, imposible para el alivio de países como Estados Unidos, Puerto Rico, España o Italia (por sólo citar algunas de las segundas patrias más apetecibles para los criollos), podría estar en otro número que también nos proporcionó esa encuesta: el 40% de los ciudadanos apenas recibe lo indispensable para vivir, mientras sólo un 12% puede mantenerse y darse algún gusto, un 6% vive con holgura y un 42% ni siquiera cubre las necesidades básicas.

Mientras eso sucede, y la gente lucha descarnadamente por estar a la par de una sociedad de consumo que le exige mucho más de lo que es capaz de darle, vemos que a nuestro querido Presidente se le ocurre hacer algunos cambios en el gabinete oficial y, al mismo tiempo, darle a los ex funcionarios cargos de asesores o asistentes con rango de secretarios de Estado.

Es el caso, por ejemplo, del ex secretario de Obras Públicas, Manuel de Jesús Pérez (Freddy), quien ahora será asistente especial del Presidente de la República, con rango de secretario de Estado; del ex secretario de Medio Ambiente, Max Puig, que es asesor del Poder Ejecutivo en asuntos de medio ambiente; y del director del Instituto de Aviación Civil, Norge Botello, quien fue nombrado como secretario de Estado sin Cartera.

Asimismo, por el gobierno estar de fiesta, Leonel Fernández creó varias subsecretarías (en las de Interior y Policía, para sorpresa de todos, nombró a dos perredeístas); y designó a Conrado Matías en un puesto que tampoco existía: asesor del Poder Ejecutivo en Asuntos Cooperativos.

Más original aún que el Palacio Nacional se da el lujo de tener en sus filas al gran maestro de la cocina, Miguel Mercedes (Mike), quien fue designado como asesor gastronómico del Poder Ejecutivo.

Que me perdone Mike, a quien respeto muchísimo, pero es justo preguntarse qué necesidad tiene el Poder Ejecutivo de tener a un asesor en materia gastronómica: ¿es que acaso al mandatario o a su esposa le va a dar ahora por hacer grandes banquetes en el Palacio Nacional? Para las cenas que dan, muy de cuando en cuando, era más lógico contratarlo como chef.

Pero si el tener asesor gastronómico suena a paradoja del subdesarrollo, lo de los demás es una completa burla. Para qué, si les necesita, les destituyó. ¿Es que no cree en la capacidad de quienes acaba de nombrar. O, ¿es que no quiere perder sus simpatías y apoyo de cara a la campaña por la reelección?

De cualquier manera, al ver que el dinero del superávit fiscal se terminará yendo en abultar la nómina estatal en lugar de invertirse en las necesidades del país, hasta a mí me dan deseos de largarme de aquí. Y es que, más que la realidad de algo que se precie de ser un país, parece el libreto de una de esas desatinadas comedias que andan por ahí.

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