En estos últimos tiempos el mundo ha estado recibiendo descargas constantes de noticias negativas, inquietantes y controversiales. Desde todos los continentes. Informaciones que alteran la psiquis, ponen a la gente nerviosas e inquietas y les trastornan su natural desenvolvimiento cotidiano. Ya vivimos en un cosmos sin barreras informativas.
Un mundo que nos impone informaciones constantes y de forma repetitiva. Sin necesidad de sentarnos a escucharlas. No pasan minutos sin recibir mensajes, correos o llamadas que alertan sobre lo que sucede en cualquier lugar del mundo. Lamentablemente una buena parte de estas informaciones están cargadas de tragedias naturales, políticas, sociales, culturales o deportivas. Nos hemos convertido, queriéndolo o no, en repetidoras naturales y de cierta forma, en espectadores del panorama mundial.
Puede leer: La oposición como propiciadora de concertación
Pero en momentos como estos, en los que las noticias tienden a inquietar y en ocasiones a convertir la gente en juguetes de un destino incierto o desconocido, es cuando debemos sacar las fuerzas positivas para superar esas inciertas situaciones calamitosas.
Después que entramos en la era de la posverdad, con mayor razón. En virtud de que, generalmente, no sabemos cuánto de lo que se dice que acontece es cierto o es una construcción manipuladora. Lo cierto es que esta situación no le permite a la mayoría de las personas alcanzar una visión aproximada de la realidad. Esto lleva a las personas a sufrir angustias y desesperanzas. No solo en los lugares donde se desarrollan esos acontecimientos, sino en lugares lejanos desde donde proceden esas informaciones.
Por eso, en momentos como estos es cuando más debemos reflexionar y tener presente al poder divino. La fuerza creadora de la naturaleza y del ser humano. Aposentarnos en las ideas que invitan a la meditación sobre la fe en el humanismo cristiano. Aferrarnos al ideal de que los seres humanos no solamente somos materia, sino espíritu. No olvidar que el amor y la confraternidad deben colocarse por encima de las diatribas. Invocar al poder de Dios para que nos ilumine las mentes, especialmente a los actores o protagonistas que de alguna manera tienen que ver con estos acontecimientos que inquietan a otros seres humanos o que con sus acciones perjudican a muchos, más allá de sus fronteras.
Tenemos que dedicarle tiempo a la meditación y pedirle a Dios que nos dé capacidad para poder comprender el proyecto que tiene con cada uno de nosotros. Sobre aquello que podemos hacer para mejorar personalmente y para contribuir con la mejoría de los demás.
Preocuparnos, como humanos por lo que acontece en otros lugares a causa de las incomprensiones o aberraciones humanas, pero haciendo esfuerzos para que en nuestro entorno no ocurran cosas similares. Manteniendo una actitud positiva y dando gracias a Dios porque convivimos en un lugar, en el que a pesar de cualquier imperfección, estamos en paz, con democracia y respeto. Y pedirle al altísimo para que las puertas del diálogo y la concertación estén siempre abiertas para beneficio de todas las personas que habitamos este mundo y sobre todo de la República Dominicana.