Ante un vacío moral

Ante un vacío moral

LUIS ACOSTA MORETA
Poco a poco la sociedad ha ido siendo impactada por acciones de corrupción que han sobrepasado los límite de la convivencia social y de las buenas costumbres. El tener, el placer, el culto a lo fácil, el aparentar ser lo que no se es, han llevado a muchas personas a convertirse en viles delincuentes, sin importarles el daño que le causan, tanto a instituciones como al pueblo en general.

Son muchas las personas que toman el camino de la delincuencia, de la corrupción cuando se le presenta la oportunidad de administrar bienes públicos y/o privados, tanto aquí en el país, como en playas extranjeras, como única vía de adquirir bienes que les permitan la vida fácil y poder exhibir a los cuatro vientos que ellas son importantes porque tienen cosas.

De ahí que el respeto a la vida, la solidaridad, el concebir el trabajo como dignificante para el ser humano, la honestidad, entre otros valores, han sido sustituidos por el enriquecimiento fácil (que implica lo ilícito), por el derroche, por la francachela.

Esto nos indica que debemos revisar todo nuestro accionar. Que debemos acudir a las fuentes originales, como son la conformación familiar y los principios cristianos. El hombre como tal no es un ser acabado, sino que es un ser en un continuo quehacer, que a su vez está llamado a la superación.

Cada día estamos más sometidos al imperativo del exhibir cosas. Es como un deseo desenfrenado que a su vez es empujado por una sociedad de consumo que rinde culto al tener cosas (Casas, automóviles, mercancías, Tarjetas de créditos, etc.). Ciertamente estamos ante un vacío moral que es cada vez mayor. Cada persona se preocupa por ganar más para poder tener más, ya que está sometido a un careo por la sociedad como tal, que continuamente le dice a través de los distintos medios de comunicación, que él vale en la medida en que poseas cosas.

Ese escándalo suscitado en los últimos días en la Policía Nacional, a raíz de la práctica de altos oficiales, de adueñarse de vehículos robados y recuperados por dicha institución que es precisamente un auxiliar de la justicia, no es más que un reflejo de lo que pasa en muchas otras instituciones.

La práctica de lo inmoral, de lo indebido, del enriquecimiento ilícito ha echado grandes y profundas raíces, hasta tal punto que cuando alguien pasa por una posición pública, por ejemplo, si no logró enriquecerse, se le tilda, en los corridillos, en las esquinas y hasta en la misma familia como pusilánime (cobarde, tonto, pendejo), porque pasó por esa posición y no sacó su buena tajada, como se dice en el argot popular.

Es evidente que estamos ante un vacío moral muy grande, donde se ha creado todo una cultura de la corrupción. Es como un ver y dejar pasar por alto acciones que de por sí sabemos que no son correctas, pero que permitimos porque sí. Es lo que llamarían los sociólogos, la cultura de la permisividad.

Hay que luchar por instaurar la honradez, la pulcritud, la decencia. Que nuestros hijos vean el trabajo como una actividad que dignifica al ser humano. Esto es un desafío para todos, pero sobre todo para los que hemos sido colocados en una posición pública, donde se manejan recursos económicos, logísticos y humanos. Es un vacío moral que poco a poco debemos de ir llenando, porque de lo contrario, nuestra democracia podría sucumbir por falta de credibilidad y de infuncionalidad.

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