¿Ante una nueva ingobernabilidad global?

¿Ante una nueva ingobernabilidad global?

Iniciamos el siglo XXI con la expectativa de una “Paz duradera” que superara los cincuenta años de inseguridad global basada en la confrontación bipolar y la racionalidad militar como mediación para la solución de las divergencias entre estados nacionales. Arribamos a la ilusión de la reducción de armas nucleares, químicas y de destrucción masiva (ADM) y a la concertación-negociación multilateral como mecanismo idóneo para alcanzar la tan anhelada paz y seguridad mundial

Mirando retrospectivamente, el primer decenio no fue ni de paz, ni mucho menos de seguridad y viejas amenazas a la estabilidad y gobernabilidad democrática, como los golpes de Estado, retrotrajeron algunos países hacia épocas ya superadas. Fue una década de tres crisis globales financiera, energética y alimentaria. De desastres naturales de una magnitud inimaginable como consecuencia del cambio climático. De la aparición de nuevos Piratas que hacen incierto el paso de mercancías y personas por las costas de África; del incremento del crimen organizado y el narcotráfico; del fin del Estado de Bienestar europeo.

Los atentados terroristas en Nueva York y Washington en 2001 marcaron el inicio de una nueva era en las relaciones internacionales. La fascinación del fin de la Guerra Fría y del paradigma de una era sin ideologías, del establecimiento de convenciones internacionales a favor del desarme completo llegó a su término. Los principales centros de poder económico y militar de los Estados Unidos fueron atacados, poniendo en evidencia la vulnerabilidad y la fragilidad de los sistemas defensivos y de seguridad de la nación militarmente más poderosa del planeta. Nuevos escenarios de confrontación militar se establecieron en Afganistán e Irak, en lo que ha sido considerada la primera guerra asimétrica del siglo, con serias dificultades para la construcción de la paz y el estado de derecho, a pesar de los esfuerzos político-diplomáticos realizados. 

Ciertamente la seguridad global cambió y con ella el armamentismo volvió a ocupar un lugar no deseado en esta década pasada,  a pesar de que muchas de las nuevas amenazas no pueden ser enfrentadas con armas convencionales. De acuerdo con estimaciones recientes, los gastos militares en el mundo son los más altos de la historia.  Este incremento es evidente en zonas aparentemente de baja probabilidad de tensión, como es el caso de América Latina, según se confirma en los Registros de las Naciones Unidas sobre Armas Convencionales. Resulta una paradoja que en el marco de una crisis económica y financiera global, que ha obligado a fuertes recortes y restricciones a los avances en materia social de los Estados, los gastos militares hayan aumentado significativamente.

A lo anterior se añade la comercialización de armas usadas y su uso por grupos vinculados al terrorismo internacional y al crimen organizado. Las ventas al mercado ilícito constituye un tema grave en la actualidad. Hoy día no hay Estado que no se vea enfrentado con esta dimensión del problema. De acuerdo al Instituto Superior de Estudios Internacionales de Ginebra “unas seiscientos cincuenta mil armas pequeñas y ligeras procedentes de los arsenales y de los ciudadanos civiles se desvían anualmente al mercado ilícito que alimenta el crimen organizado y el terrorismo”.

Necesitamos profundizar las motivaciones que explicarían el auge del armamentismo global. a) Más allá del resurgimiento de la industria militar, estamos en un mundo más comunicado, más globalizado pero más inseguro. El crimen organizado continúa ocupando los intersticios que dejan en algunos países la ausencia de autoridades públicas. Las operaciones criminales orientadas hacia el sistema financiero continúan progresando notablemente la ciber-criminalidad. Se estima que la ciber-criminalidad reportará en los próximos años más que el tráfico de estupefacientes. Crece la usurpación de identidad y el tráfico de drogas vinculando cuatro continentes. La criminalidad no conoce recesión adaptándose constantemente a la evolución de sociedades con sistemas políticos y económicos débiles. b) La inseguridad ciudadana vinculada a la existencia de “Estados fallidos” con casi nula institucionalidad y donde la cultura de la ilegalidad y la ilicitud en los actos públicos y privados se convierte en un modus operandis cotidiano.  c) La inseguridad asociada a los carteles y organizaciones criminales, que buscan controlar no solo territorios, sino también los desplazamientos humanos, como son los últimos ataques a migrantes centroamericanos, y sustituyen de facto las autoridades locales en el establecimiento de reglas de comportamiento económico  y social;  y d) la fractura de la legalidad global que hace más difícil la gobernabilidad al interior de los Estados y del sistema internacional como un todo. La seguridad global será el principal desafío para la gobernabilidad global.

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