Antes de que se acabe

Antes de que se acabe

CHIQUI VICIOSO
Camino a Bahía de las Águilas, asombrada por la agreste belleza de esa zona del sur del país, di las gracias al debate sobre el uso de la bahía porque ha servido para llamarnos la atención sobre algo que generalmente no hemos defendido porque estaba ahí, a la espera de nuestro aprecio y salvaguarda. Y, ciertamente, lo que vimos nos dejó boquiabiertos. No es tanto la absoluta limpieza de la arena, que aun no hemos contaminado con aguas negras, desperdicios alimenticios, botellas, platos y vasos plásticos; es el viaje en bote hacia la playa y la vista de la costa, con sus rocas inmensas y cuevas, con monumentos que los Celtas reclamarían como lugar de adoración para sus dioses.

Si, como nos contara Leon Bosch, Don Juan dijo que la Costa Amalfitana, en Italia, era el lugar más bello del mundo, fue quizás porque no viajó a Bahía de las Águilas.

En Pedernales, arreglando una goma, nos encontramos con varios artistas, y después del abrazo y la euforia les preguntamos que hacían por esos lares. “Lo mismo que ustedes” nos dijeron, “viniendo a disfrutar de la Bahía antes de que se acabe”. En esa misma tesitura hemos ido encontrando amigos y amigas en todas las reservas naturales del país; todos en una excursión contra el tiempo, convencidos y convencidas de que los mercaderes de la nación nos están ganando las batallas, y de que mientras dormimos (caso de la reciente votación en el Congreso, a las tres de la mañana) ellos realizan las labores para las cuales se les paga y se les soborna: comerciar con la Res-pública.

Esa misma reacción han tenido las mujeres frente a las modificaciones al Código Penal, aprobadas por el Congreso Nacional. La Coalición de grupos y ONG que trabaja con mujeres, conformada por la Colectiva Mujer y Salud, Participación Ciudadana, Núcleo de Apoyo a la Mujer, Profamilia, Centro de Planificación y Acción Ecuménica (CEPAE), Centro de Investigación para la Acción Femenina (CIPAF), Fundación Frederik Ebert y Centro de Estudio del Género, del INTEC, planteo la necesidad de mantener los contenidos de la Ley 24-97, es decir, la tipificación de la violencia contra la mujer y sus agravantes. También solicito aumentar las penas de la violencia doméstica para que no fuera considerada un delito de acción pública a instancia privada, es decir, que dependa para la intervención del ministerio público de la declaración expresa de la víctima; eliminar el artículo del Código Penal que exculpa de responsabilidad penal al violador que contrae matrimonio con la menor de edad embarazada, víctima de la violación. (¡Imagínense casanda a su niña con el monstruo que la viola!); la tipificación legal del feminicidio (asesinato de las mujeres); introducir en las definiciones de crímenes de lessa humanidad el embarazo y el aborto forzado, según el estatuto de Roma que crea la Corte Penal Internacional; sancionar la explotación sexual comercial y laboral contra niños, niñas y adolescentes; despenalizar la interrupción del embarazo en caso de violación sexual, e incesto (¿se puede obligar a una niña a tener un hijo de su propio padre, o de su hermano?; ¿Se le puede obligar a tener un hijo o hija del bestia, loco, o degenerado que la ha violado? ¿Es que los y las congresistas no tienen hijos e hijas?, y por último, redactar el Código Penal en un lenguaje no-sexista, es decir que tome en cuenta la existencia de las mujeres y las niñas. Por suerte, aunque se trató por todos los medios de eliminar la tipificación de la violencia contra la mujer, según la definición ofrecida por la Convención de Belem do Para, la Comisión de la Mujer de la Cámara de Diputados luchó para que fuese aceptada. No pudo lograr sin embargo que se tipificara el feminicidio (en este país que tiene una de las tasas más altas de asesinatos por violencia doméstica de mujeres en el continente); y, para el horror de todos los organismos que trabajan con la infancia, tampoco pudo evitar la modificación que hicieron los Congresistas del Artículo 345, del Código Penal , de la Sección III sobre Agresiones Sexuales, planteando que “cuando el infractor o infractora y la víctima contraen matrimonio, cesa la persecución y la pena impuesta”, como si una víctima de violación, generalmente una menor o un menor, pudiera decidir casarse con su victimario o victimaria.

Como vemos, en el Congreso no solo estaban votando por proyectos objetados por la ciudadanía como la Isla Artificial y el préstamo a la Policía Nacional, sino también por la impunidad de que disfruta lo peor del género masculino dominicano en el campo de las agresiones sexuales.

Islas Artificiales de la mediocridad y el deshonor, estas votaciones en el Congreso nos obligarán a crear, como Pedro Francisco Bono (cuyo Centenario se cumple este septiembre), un Congreso Extraparlamentario, que adopte su misma recomendación: “juntar la riqueza con la justicia”, denunciar la “privilegiomanía”, y detener la “demolición de todo el edificio social que viene practicando la clase directora, la cual estruja al trabajador hasta el grado de que exangüe, desesperado, le sea indiferente la conservación de la República”, y pisotea los derechos de la infancia y las mujeres, cada vez que se discute el Código Penal de la República Dominicana.

Y hacerlo antes de que se acaben los logros que las dominicanas han venido obteniendo durante las últimas tres décadas, y que hoy, con esas votaciones, han sufrido un fuerte reves.

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