Antídotos para el infarto

Antídotos para el infarto

Niveles elevados de lípidos como el colesterol, tabaco, hipertensión arterial, diabetes, obesidad abdominal, estrés y depresión, falta de ejercicio, una dieta insana pobre en frutas y vegetales, y un consumo de alcohol inadecuado.  Si el infarto de miocardio fuera como el juego del Bingo, los distintos trastornos mencionados anteriormente equivaldrían a los números presentes en el cartón ganador del premio.

Aunque en el caso del infarto, el que gana puede perder para siempre, y nada menos que la vida. Quien posee más números también tiene más posibilidades de partir a toda prisa a bordo de una ambulancia rumbo al Servicio de Urgencias de un hospital.

Según el reciente estudio INTERHEART, efectuado por investigadores canadienses con 15.000 personas que han sufrido un infarto de miocardio y otras 14.800 sin antecedentes de enfermedad cardiovascular provenientes de 52 países de todos los continentes, el riesgo de sufrir un infarto no varía en función de la raza ni de la distribución geográfica.

En cambio, el ataque cardiaco se relaciona con nueve variables que predicen de forma constante nueve de cada diez infartos, tanto en los hombres como en las mujeres, a cualquier edad, todas las cuales pueden controlarse y prevenirse, aunque implica modificar costumbres muy arraigadas en buena parte de la gente.

GRASAS Y NICOTINA: COCTEL NEFASTO

Dos de los factores de riesgo, las alteraciones del colesterol y el consumo de tabaco, son responsables del  66 % del riesgo de infarto, según este estudio, recogido por la Fundación de Hipercolesterolemia Familiar (FHF) española (www.colesterolfamiliar.com).

El doctor Pedro Mata, responsable de la Clínica de Lípidos de la Fundación Jiménez Díaz, de Madrid y presidente de la FHF explica a EFE-Reportajes una serie de consejos para controlar o evitar los principales desórdenes que abren la puerta al infarto.

Hipertensión arterial. La sal es necesaria para el organismo en pequeñas cantidades, pero su exceso favorece la retención de líquidos e influye negativamente en la presión arterial.

Una dieta rica en verduras y frutas, legumbres, pescado y alimentos que contengan poca grasa, junto con la reducción del consumo de sal, favorece la disminución de la presión arterial en hipertensos, de forma tan eficaz como los fármacos.

La forma más fácil para reducir la sal consiste en no añadirla a los alimentos, y en sustituirla por especias, limón, vinagre, ajo, perejil, pimentón u otros sabores o sustitutivos, como el cloruro potásico, hasta que nuestro paladar se acostumbre.

Obesidad. Hay que conocer cuál es nuestro peso ideal, o índice de masa corporal (IMC) y mantenerse lo más próximo posible a ese indicador. El IMC se calcula dividiendo el peso en kilogramos por la talla en metros elevada al cuadrado. Así, una persona que pesa 70 kilos y mide 1,80 tiene un IMC de 21,6. Se considera sobrepeso un IMC entre 25 y 30, y obesidad cuando es igual o superior a 30. Para mantener un peso saludable hay que conseguir un equilibrio entre las calorías que ingresan y se eliminan del organismo, a través de la dieta y el ejercicio. Si se consumen más calorías que las que se gastan se engorda.

Tabaco. Además de favorecer la hipertensión, la arteriosclerosis, las dolencias cardiovasculares y pulmonares y el cáncer de pulmón, y reducir la expectativa de vida en todas las personas, el tabaco es más peligroso en las personas con hipercolesterolemia familiar, es decir con colesterol elevado por causas genéticas, y sus efectos negativos son mayores en la mujer, debido probablemente a mecanismos hormonales.

Por ello, el abandono de su consumo por parte de estos grupos de población, es especialmente beneficioso, cuanto más joven mejor. Dejar de fumar es posible: millones de personas lo han logrado, por medio de tratamientos médicos con apoyo de psicólogos y fármacos.

Sedentarismo. El ejercicio físico produce un mayor gasto de calorías, aumenta la masa muscular y disminuye el colesterol total y triglicéridos, además de retrasar la aparición de diabetes tipo 2, disminuir la tensión arterial, mejorar el trabajo del corazón y aumentar la capacidad pulmonar.

Si presenta problemas de corazón, dolores en las articulaciones o en las pantorrillas, tiene la presión arterial muy descompensada, ha tenido mareos, o le falta el aire cuando intenta caminar, consulte a su médico cuál puede ser la actividad física más conveniente. La práctica del deporte es aconsejable, pero aún resulta más rentable incorporar a la rutina diaria actividades que suponen un cierto esfuerzo físico, como limpiar la casa, bajar y subir escaleras, pasear o bailar. Cualquier tipo de actividad física es mejor que ser sedentario.

Colesterol. El exceso de grasas saturadas y colesterol no es bueno para el corazón ni para los vasos sanguíneos. El contenido total de grasa puede ser del 30-35 por ciento de la energía total que aporta la dieta, mientras que el colesterol de la alimentación debe ser inferior a 300 miligramos por día.

Hay que comer mayor proporción de aves y pescado tanto blanco como azul, ya que estos alimentos poseen un menor contenido en grasas saturadas y colesterol, comparados con las carnes rojas. La leche desnatada, que aporta calcio sin grasas saturadas ni colesterol, y aceite de oliva, que contiene ácidos grasos monoinsaturados saludables y antioxidantes, son dos elementos clave de la alimentación.

Alcohol. El consumo moderado de bebidas alcohólicas es saludable para la mayoría de los adultos, excepto para los de ciertos grupos de riesgo, como los que tienen sus triglicéridos  aumentados, diabetes mellitus o una enfermedad hepática.

Conviene informarse con el médico sobre la conveniencia o no de beber con moderación, por ejemplo, dos copas de vino al día. Beber con las comidas es más sano que hacerlo con el estómago vacío, mientras que los vinos son más saludables que otras bebidas alcohólicas por su contenido en antioxidantes.

Dieta. Es aconsejable ingerir las distintas variedades de alimentos que sean saludables y aporten suficientes minerales, oligoelementos y vitaminas. La dieta debe ser variada, utilizando el sentido común para comer los alimentos que nos benefician y evitar los que nos perjudican, como aquellos que poseen un elevado contenido calórico, pero escasos nutrientes.

Es recomendable comer más cereales integrales, porque favorecen la salud de un modo que no consiguen las harinas de granos refinados, que han perdido su fibra y algunos nutrientes muy importantes. Además, hay que comer más frutas y verduras, sobre todo crudas, ya que sus nutrientes y antioxidantes ayudan a protegernos frente a la enfermedad cardiovascular y el cáncer.

El exceso de azúcar refinado no es saludable por lo que hay que conocer qué alimentos y bebidas lo contienen oculto. Como aperitivo o merienda, son más sanos las frutas frescas o desecadas y los frutos secos, siempre que se consuman en cantidades moderadas, evitando los productos con mucho azúcar, sal, conservantes y grasas o aceites hidrogenados. EFE-REPORTAJES.

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