Antihéroes hedonistas

Antihéroes hedonistas

Algunos sociólogos sostienen que está vigente en el mundo un “culto del cuerpo”. Hombres y mujeres acuden a gimnasios para mantenerse “en forma”. Los ejercicios al aire libre son practicados en todo el mundo. En parques y avenidas podemos ver gente “trotando” con pequeñas pesas en las manos. Las tiendas de ropa venden pantalones de “jogging” y “sudaderas” de mangas largas. En programas de televisión se anuncia la venta de “equipos domésticos” para “entrenarse” haciendo flexiones del torso, para bajar de peso y reducir el volumen del vientre. Las revistas que circulan como suplementos de los periódicos dedican grandes espacios al “cuidado del cuerpo”.

Las empresas que producen cremas faciales, lociones para conservar la piel o “revitalizar” el cuero cabelludo, despliegan publicidad en esas revistas, lo mismo que en farmacias y supermercados. Los dientes, la piel, el pelo, son zonas del cuerpo privilegiadas en estos “anuncios de belleza”. Pero también los glúteos y senos femeninos son objetos de atención permanente. Masajes, tratamientos térmicos, contra la celulitis, se ofrecen en centenares de salones de peluquería. La mayor parte de las personas se somete, dócilmente, a descargas eléctricas en los músculos tales o cuales; o se deja embadurnar con unos “lodos especiales” que fortalecen los tejidos.

Los cirujanos plásticos se enriquecen rápidamente eliminando “patas de gallina” de los ojos, arrugas en el cuello, pliegues alrededor de la nariz. Los hay expertos en reconstrucción de narices; otros -los más – son “tetobarrigonalgólogos”, esto es, especialistas en tetas, barrigas y nalgas. Los pacientes, mujeres y hombres, pagan cualquier cantidad de dinero para mantener un aspecto joven y saludable. Acudir a un “spa” se tiene por privilegio social, tratamiento médico y psicológico, todo a la vez. El “spa” es la coronación del culto del cuerpo.

El tiempo destinado al “cuerpo social” es, evidentemente, mucho menor que el empleado en cuidar lo que llaman “este cuerpo bello y ñoño”. Los asuntos propios de la “épica cotidiana” quedan reducidos atencionalmente. Los gozadores contemporáneos prefieren mirarse el ombligo. Sólo despiertan del letargo narcisista cuando las comunidades empiezan a matarse en una guerra civil. Es una pena que por conservar un pedazo del cuerpo, nos arriesguemos a perder el cuerpo completo. Pero así es.

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