Antipatía de suegra potencial

Antipatía de suegra potencial

Aquella tarde de un día cualquiera del año 1964 mi amigo me invitó a una tanda romil  en un restaurante de la calle El Conde.

En medio de canciones románticas surgidas de la vellonera, habló de sus malas relaciones con la madre de su prometida.

– Esa malvada no me saca el guante de la cara, y todo lo mío le molesta, desde mis gestos, mi vestimenta, hasta la forma en que me peino. Es viuda, y creo que el marido murió para librarse de ella.

– ¿Será que esperaba un millonario para su hija, y no un clase media, como tú? – pregunté.

-No, porque  era un hembrón en sus años juveniles, y tuvo pretendientes con billetes; sin embargo, se casó con un hombre pobre, y por añadidura amigo de los tragos y de la variedad de faldas- dijo, sin apartar del semblante la expresión apesadumbrada.

– Imagino que habrá perdido gran parte de sus encantos, porque el almanaque no perdona a nadie, por mucho que se cuide- manifesté, con algo de curiosidad morbosa.

-No lo creas, tiene buena figura, porque a pesar de sus cuarenta y cinco años, realiza largas caminatas a tempranas horas de la mañana, come con moderación, y es enemiga de las grasas, la sal, y el azúcar- expresó, con raro brillo admirativo en los ojos.

– Trata de ganártela, hazle regalos, elogia sus cualidades, incluyendo anatomía atractiva producto de la vida sana- sugerí, logrando extraerle una sonrisa a aquella cara de salón de funeraria.

-Lo intentaré, pero estoy seguro de que no dará resultado, porque su mala voluntad hacia mí no tiene límites- afirmó, mientras la amargura retornaba a su rostro.

Dejé de ver al cariacontecido caballero por varios meses, y una noche en que nos topamos en una panadería, pregunté por la novia y la futura suegra.

– Por influencia de la mamá, ella rompió conmigo – expresó, con sonrisa de oreja a oreja.

– ¿Y te has topado con la madre después de eso?

Se irguió, con pose de autosuficiencia, antes de responder.

-Nos vemos casi todos los días; descubrí que su afán por indisponerme con la hija, era para que termináramos los amores, porque yo le gustaba. El  romance no tardó en producirse, y lo mejor es que mi ex novia nada sospecha.

Al escucharlo, comprobé nuevamente que en materia de relaciones sentimentales los últimos en enterarse son los de casa.

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