Antisemitismo en la sombra de occidente (2 de 2)

Antisemitismo en la sombra de occidente (2 de 2)

MANUEL E. GÓMEZ PIETERZ
La reacción mediática ante la escalada militar del conflicto judío-palestino, es fehaciente del antisemitismo en la sombra al cual nos hemos referido. Las críticas a las acciones emprendidas por el «Estado de Israel» se producen con el total olvido de los antecedentes de ese conflicto, el más inmediato de los cuales es que Israel está negociando con un «Estado Palestino en ciernes», vale decir, con una aspiración a Estado. Gobernado por la organización terrorista Hamas que no reconoce la legitimidad del Estado de Israel que es un Estado miembro de las Naciones Unidas.

Se olvida además, que Hezbolá no es un estado, sino una organización paramilitar internacional apoyada y apertrechada por Siria e Irán, con el declarado propósito de esta última nación de «desaparecer del mapa a Israel».

Hezbolá ha atacado militarmente a Israel desde territorio del Líbano lo cual supone necesariamente el consentimiento o la incapacidad de control territorial, cuando no la complicidad del gobierno del Líbano. Y que por otra parte, el jefe de ese movimiento guerrillero, sin ser un jefe de Estado, hizo una abierta y pública declaración de guerra al Estado de Israel, sin que el Presidente del Líbano dijese esta boca es mía. Y que lógica, consecuente e inevitablemente, el Estado de Israel tenía que responder militarmente en legítima e incuestionable defensa propia.

El militar prusiano Carl von Clausewitz, en su tratado «Sobre la guerra» (Vom Kriege) publicado en 1832, estableció: «La guerra es la continuación de la política por otros medios combinados». Años antes, el Cardenal Borjas en España, había expresado: «la guerra mis señores, es el remedio de lo que no tiene remedio». Estas sentencias aún tienen vigencia en lo que ha venido ocurriendo en el muy grave conflicto Judío-Palestino: la negociación de un acuerdo de paz sin la existencia de las imprescindibles condiciones objetivas ni subjetivas. Un acuerdo a la vez críticamente urgente e imposible. Lo primero es que Israel es un Estado formal y realmente constituido con plena y legítima capacidad de contratar y asumir compromisos internacionales. En cambio, la contraparte Palestina es sólo un Estado en formación, petición de principio si se quiere, y cuya plena concreción está atada y subordinada a la culminación del proceso mismo de negociación. Lo segundo es, y no por menos importante, que un proceso de negociación sólo es viable cuando las partes contendientes tienen la mutua, recíproca, y cabal comprensión de que el adversario al otro lado de la mesa, ¡existe! Y el «negociador» Hamas, que no reconoce al «Estado de Israel» como tal, se ha encargado «motu propio» de declarar que el acuerdo es imposible.

Quienes acusan a Israel de inhumano agresor y califican a los terroristas como víctimas, incurren en la inmoralidad de ocultar debajo de la alfombra lo que saben los propios terroristas: que el «Estado de Israel» es el más urgido de un acuerdo de paz duradero y que la táctica de tales grupos, consiste en frustrarlo por todos los medios a su alcance.

Propagando a los cuatro vientos que ésta es una agresión contra el Líbano, y no un esfuerzo militar para restituirle la soberanía sobre su territorio que el Hezbolá le ha usurpado.

Cuando los medios políticos se agotan y crean una situación de estancamiento, la única posibilidad de rehabilitar la mesa de negociación, es volver a Clausewitz permitiendo que los cañones dialoguen a fin de crear las nuevas realidades viabilizadoras de un duradero acuerdo de paz, que los silencie definitivamente. Lo contrario es pura e idílica utopía, Creo que Israel ha procedido militarmente con absoluta racionalidad; y que la necesaria actuación de las potencias mundiales (señaladamente las europeas) debe ser el relevamiento del ejército israelí en el Líbano y su sustitución por una fuerza multinacional que proceda a la total desarticulación de las fuerzas terroristas y le restablezca a ese país su plena soberanía territorial.

Siempre he sentido un profundo aprecio cargado de respeto por el Líbano y su amistosa y laboriosa gente dominicana.

Desde niño siempre oí decir que su capital Beirut, era considerada como el París del Medio Oriente. Ha tenido el privilegio de ser durante muchos años una zona de contacto donde han convivido y prosperado cristianos y musulmanes, como asomados a una ventana que mirara a occidente. Aquí en nuestro país, es una acendrada tradición la pacífica convivencia entre judíos y dominicanos árabe-libaneses cristianos. ¡Que Dios guarde por mucho tiempo!

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