Antiterrorismo
LUIS SCHEKER ORTIZ

Antiterrorismo<BR>LUIS SCHEKER ORTIZ

Con la aprobación de la Cámara de Diputados,  el Senado recibe un proyecto de ley contra el terrorismo, sospecho que made in USA. Sofisticado, peligroso, de corte fascista. Minuciosamente detallado, finamente elaborado, no le falta nada para resguardar la paz y preservar la democracia.

Propia de los países afectados por tan terrible mal, y de aquellos que lo fomentan, dotados de  alta tecnología en materia de seguridad que exportan como sostén esencial y fortalecimiento de sus economías. Recuerda las palabras de Simón Peres en Oslo “No estamos buscando una paz de banderas, lo que interesa es una paz  de mercados.”  ¿De cuál mercado? El terrorismo se ha convertido en un gran negocio: el negocio del desastre, natural o provocado, al que el capitalismo corporativista le saca enormes dividendos.

En Irak, Sri Lanka, en Rusia, en los propios Estados Unidos, en todas partes. República Dominicana no pertenece a ese  selecto grupo de economía belicista, ni está inmersa en una guerra frontal contra grupos, movimientos o atentados terroristas que socaven la estabilidad del gobierno y el sistema democrático que nos gastamos. 

Por lo contrario somos un país de economía de servicios,  fundamentada en el auge del turismo, de zonas francas, alentada por tratados internacionales y políticas neoliberales, propias de la globalización, el  mercado libre  y  la competitividad que atraen y estimulan la inversión extranjera para el mayor bienestar y desarrollo de nuestra economía. Una guerra preventiva, declarada en ese contexto, es dos veces peligrosa.

No dudamos de las buenas intenciones de nuestros legisladores, pero cuidado. Esa ley contra el terrorismo puede ser un boomerang, una navaja de doble filo. La clase empresarial y la clase política nacional, los grandes beneficiarios de la estabilidad macro-económica y de la estabilidad política de nuestra nación, pudieran ser los más afectados con su promulgación y posterior implementación. Cuidado con esa ley. La  advertencia está dada. Para el capitalismo del desastre la paz no es rentable; el terror sí. Debemos actuar con suma prudencia. Que no cunda el pánico, ni se privilegie la complacencia a intereses que no son los nuestros.

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