Antojos

Antojos

Estoy en Pulcinella. No es la primera vez que vengo aquí ni que vivo el momento que le está regalando Leo Cordero a los aficionados a la comida napolitana. Entre burratas, pizzas, pasta y vinos italianos, él canta  y se acompaña con su guitarra tanto en español como en italiano.

 Leo Cordero espigado, tímido pero sonriente, inevitablemente vestido de blanco está en mi mesa cantando. No somos amigos de antes, de hecho las pocas veces que nos hemos visto, ha sido  aquí; pero fue maestro de Susana Silfa y ella es mi compañera de mesa. Él le enseña sus nuevas composiciones y cantan juntos las viejas.

Él dice que quiere pasarle lo que sabe a ella. Y canta, canta. Poema o canciones comerciales, pero igualmente bellas. Un momento mágico cada vez. Con un hombre y su guitarra, un artista y una sensibilidad única y distinta. Se llama Leo Cordero, repito.  Un hombre de mundo que ha decidido amarrarse al ombligo de la patria… Un artista digno de mejor suerte, dueño de una personalidad encantadora y de un talento envidiable.

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