Antojos
Cesária Évora

<STRONG>Antojos <BR></STRONG>Cesária Évora

Aunque reconocer públicamente las cosas que me hacen llorar ya no es noticia, quiero compartir las lágrimas que me provocó conocer la muerte de Cesária Évora, la reina del morna (que es como fado, tango, bachata).

Con esa voz, que se imponía por la dulzura y no por la fuerza, ella supo interpretar los sentimientos de su pueblo, de pobres y abandonados pescadores en San Vicente (Cabo Verde), hechos paisaje en el mar, entre África y Portugal, con una nostálgica canción de amor y pesadumbre que reclama y llama a un abrazo que calme la excesiva insolación, la terrible desolación.

Una  morena de ojos que miraban a distintos lados, con libras de más, con ideales propios y pies que certificaban desde el Olimpia de París que venía de un lugar de desarrapados condiciones que pudieron provocar el rechazo de los que se consideran elegidos en raza, posición social y cuerpo físico, fue precisamente lo que le granjeó la simpatía colectiva y la convirtió en diva de los pies descalzos.

  Al despedirse de los escenarios en septiembre pasado, esta excelente cantante dijo: “La vida sigue. Hice lo mejor que podía”.

¡Su obra le da la razón!

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