Planifiqué escribir hoy sobre el disco Carne de Marel Alemany. Luego pensé hacerlo sobre el excelente Homenaje a un bohemio que hicieron los roqueros locales en honor a Anthony Ríos. Sin embargo, la sorpresiva muerte de Arturo Rodríguez postergó ambas.
Una honda pena se depositó en mi pecho al enterarme. Recordé a Arturo Rodríguez, el crítico apasionado. El intelectual ilustrado de corazón de niño, que sabía que con firmeza y determinación -aunque incluyera la necesaria rabieta- podía conseguir atención para sus propuestas culturales. Lúcido entre los más. No negoció su pensamiento, pero en el plano humano siempre retomó sus amigos y relacionados tras cualquier choque de ideas. Siento un inmenso respeto por la figura de Arturo Rodríguez, por el ideal que encarnó. Nos contagió a todos su amor por el buen cine. Dios le tiene su butaca, al igual que los cinéfilos del país en el cine del corazón.