Antología esencial de León David

<p>Antología esencial de León David</p>

POR LEÓN DAVID
Hace poco recibí el análisis crítico que a continuación reproduzco en esta sección de areíto. Su autor, el reconocido escoliasta, narrador y poeta giovanni di pietro, desarrolla en él un examen, no por somero menos acucioso, de mi obra literaria, a propósito de la salida a la luz pública semanas atrás de mi más reciente libro, “antología esencial”.

Italiano de origen, giovanni di pietro realizó sus estudios en canada (m.a., ph. D., Mcgill university). Fue profesor de literatura italiana en “concordia university” y en “queen´s university”, como también profesor de literatura inglesa y norteamericana en la universidad autónoma de santo domingo y la universidad nacional pedro henríquez ureña.

Ha publicado: “las mejores novelas dominicanas” (1995), “joaquín balaguer, sin elogios ni condena (1998), “poemas oníricos y más…” (2001), la dominicanidad de julia álvarez (2002), “el libro del unicornio” (2004), “cánticos del amor y del tiempo” (2004), “diálogos con mi alma” (2005), “notas desde el eimperio” (2005), “quince estudios de novelística dominicana” (2006)… en la actualidad reside en puerto rico y es profesor de humanidades y de italiano en la universidad de puerto rico, recinto de carolina.

León david
(Giovanni Di Pietro)

Para nadie es un secreto que, en el ambiente literario dominicano, León es algo así como una anomalía. Forma parte de él; sin embargo, al mismo tiempo, lo trasciende. En efecto, en muchos sentidos, exponerse a su obra conlleva automáticamente preguntarse qué es lo que tiene que compartir con los demás escritores del país. Su lenguaje y sus ideas, por ejemplo, son cosas aparte. No sigue las modas del momento, y se sitúa en una esfera completamente suya.

Esto no quiere decir que se considere a sí mismo por encima de esos escritores. Muy por el contrario, desde siempre se identificó con el tejido social e histórico al cual pertenece y al cual, sin duda, hasta escogió pertenecer, ya que, aunque naciera y se criara en el extranjero, León se siente ligado irrevocablemente a la República Dominicana. Es dominicano.

Por consiguiente, lo que lo hace distinto, una anomalía, como hemos dicho, tiene que ser otro elemento, uno más recóndito y sutil.

Este hecho lo hemos ido comprobando en el decurso de los años a través de la lectura asidua de sus publicaciones y lo notamos nuevamente en el presente libro, Antología esencial (UASD, 2006). Además, nos hemos referido a él en casi todos los escritos que, hasta la fecha, le hemos dedicado a nuestro amigo.

Creemos que lo que distingue a León de la gran mayoría de los escritores dominicanos es el mismo concepto que tiene de la literatura. Éste es un concepto que no siempre tuvo, sino que fue descubriendo y aceptando con el tiempo, haciéndolo finalmente completamente suyo.

Porque, para quien no lo sabe, al igual que muchos escritores de su país, también León empezó desenvolviéndose dentro de la órbita de la literatura entendida en términos puramente sociales. Contrariamente a sus críticos de ahora, nosotros no consideramos el marxismo una insulsa aberración. Como otras ideologías, tuvo su momento histórico. Dentro de la literatura, fue, y sigue siendo, tan respetable como cualquier otra tendencia.

Pero una cosa es aceptar dogmas y repetir eslóganes vacíos, y otra adoptar lo bueno y rechazar lo malo de cualquier posición crítica. Pues bien, en el pasado, León logró hacer justamente esto, mientras que otros escritores simplemente siguieron en el can del marxismo dogmático, no aprendieron nada, y terminaron después en una oposición a ultranza, todo esto en su afán de alejarse lo más rápido posible de lo que ya no era, para ellos, políticamente correcto.

Las modas son modas. Cambian como se cambian las indumentarias. Y esto es exactamente lo que se hizo y se sigue haciendo en el país.

Ahora bien, resulta que, muy temprano en su desarrollo literario, León se embarcó en un importante viaje de aprendizaje. No quiso ser veleta al viento. Más bien, quiso buscar la estabilidad, un puerto seguro.

Esto lo encontró en el concepto de la literatura al cual arribó y que ahora sostiene.

Éste es un concepto tradicional. La literatura no es para todos, dice este concepto; es sólo para unos pocos. No es cosa de masas; es para una élite, para un público selecto.

Sería de necios, ahora, levantar aquí el grito al cielo y quejarse de estas aseveraciones. Lo sería porque, con este concepto, León no entiende de ninguna manera llegar a un juicio social. Su élite es una del espíritu. Su público selecto es un público culto. O sea: aquí se está hablando de literatura en términos de cultura; no se está hablando de ella en términos sociales y políticos, lo cual, como es obvio, pronto degeneraría en un craso racismo, oponiendo una clase social a otra.

Es que este concepto sostenido por León no es nada nuevo. Ni es nada que, tradicionalmente, fuera censurable. Es, y él así lo entiende, el único concepto viable que podemos tener de la literatura. Y de todas las artes, añadimos.

Desde su mismo comienzo, la literatura fue siempre algo perteneciente a una élite. La poesía y la religión eran una sola cosa en el mito. El aedo narraba las gestas nacionales, o sea, de la comunidad, y lo hacía con la ayuda de las Musas. Era divinamente inspirado. Reflejaba no los simples acontecimientos, sino lo que se ocultaba detrás de ellos. Las lecciones morales que los dioses querían comunicar a los hombres.

Por eso, al sostener lo que sostiene, no en balde León trae constantemente a colación, junto a élite, otro término por él muy usado– belleza. La obra literaria persigue la belleza. Y la justicia, esto es, lo social y lo político, cuando se manifiesta, existe dentro de esa misma belleza. Lo que es bello es justo. Y lo que es justo no puede sino ser bello. Los hechos, pues, son sólo la materia prima que el poeta emplea para llegar a proponer un mundo ideal, lo sublime. Éste no existe en términos concretos. No puede existir. Es una meta inalcanzable, sólo un deseo que nos permite avanzar en la vida y, al mismo tiempo, hacer algo mejor del mundo que tenemos.

Como es obvio, tanto en un ambiente literario dominado por la sociología, como en otro dominado por cualquier otra tendencia crítica, especialmente la última que está muy de moda, la relativista, este concepto que León tiene de la literatura entra en claro conflicto con los dogmas vigentes.

De ahí las acusaciones que, desde largo tiempo, se le han lanzado. Que es un elitista. Que representa ciertos intereses oligárquicos. Que desprecia el ambiente literario dominicano y sus componentes. Que escribe de una forma que nadie entiende. Que está atrasado. Que vive en un mundo abstracto. Etc., etc. De ahí, en suma, lo que lo convierte en una anomalía.

Podemos entender la obra de León si rechazamos estas acusaciones y nos llevamos del concepto que tiene de la literatura, haciéndolo nuestro o, por lo menos, tratando de identificarnos con él.

Porque, de que León tenga una obra literaria en su haber, no hay duda. La tiene. Es vasta. Es excelente. Y está, y debería considerarse, a la altura de lo que se ha realizado en América Latina y en el ámbito internacional.

Desde sus primeras publicaciones hasta Antología esencial, León se ha esforzado por realizar una obra digna de mucho respeto. Esto tanto en términos lingüísticos como de contenido. El lenguaje depurado y selecto, pero no gratuito y de ninguna manera pedante, como algunos insisten en entenderlo, caracteriza sus poemas, ensayos, cuentos y obras teatrales. Sin duda, esta es una espina en el costado de muchos escritores dominicanos, pues adoptaron un lenguaje grosso modo aproximativo y pedestre. Es que León tiene pensamiento. Lo cual se refleja en el uso que hace del lenguaje literario. Sin embargo, muchos escritores dominicanos carecen de pensamiento. Aceptan de todo, imitan e inventan de sana planta. Su lenguaje campechano, del cual hasta llegan a ufanarse a título de actualidad, lo denota inmisericordemente.

¿Y cuál es el contenido de las obras de León? Es el único válido de siempre– el ser humano, sus glorias y miserias. Estas cosas no han cambiado desde que el mundo es mundo. León lo sabe. Y lo sabe porque acepta lo que acepta toda tradición literaria. Homero habló de ello. Así Virgilio. Así Dante. Así Cervantes. Así Goethe. Son sólo los que quieren estar a la moda que no lo entienden.

Por eso, si nos fijamos en Antología esencial, nos damos cuenta que León cuestiona constantemente esta pereza intelectual. Sus dardos más certeros, por ejemplo, están dirigidos al relativismo literario y cultural de hoy. Donde al plomero se le considera a la par con el poeta, tiene que haber algo que simplemente no encaja. Por lo menos, el plomero resuelve problemas prácticos. Pero, ¿qué ocurre cuando al poeta no se le distingue y hasta se le considera inferior al pelotero, al bachatero y al farandulero? Muchos escritores dominicanos han terminado por aceptar esta situación no sólo como normal, sino como encomiable. Si esto no es pereza intelectual, ¿qué es?

Pero, si vamos a considerar a León como un escritor que rebasa las fronteras de su pequeña isla, es obvio que este discurso suyo tiene que ser válido para otros lares. Y lo es. Lo es porque la pereza intelectual no caracteriza sólo a los escritores dominicanos; desde luego, caracteriza también a escritores de muchos otros países.

Sin lugar a dudas, esto es algo inevitable. Donde no existe criterio, tampoco puede existir profundidad. Y nosotros ya vivimos en un mundo que ha llegado casi a considerarse como algo desechable.

Fatti non foste a viver come bruti,/ma per seguir virtude e conoscenza, les dice Ulises a sus hombres en el Canto XXVI del Infierno de Dante. En su obra, León hace suya esta lección. Ve en la cultura, o sea, en el pensamiento y la expresión de sentimientos profundos, el sine qua non de la supervivencia de la humanidad. Esto es lo que entendía toda la literatura tradicional. Esto es lo que se ha olvidado y que todavía se persiste en olvidar.

Vivimos en un período en el cual el mal gusto está siendo entronizado en el lugar antes reservado a la literatura y la cultura. Cuando este proceso se cumpla, ya los seres humanos no serán lo que en el pasado se soñó que fueran. Y todo habrá terminado.

En este juego final, un libro como Antología esencial tiene mucho que comunicarnos. Y lo hace.

Ojalá tenga muchos lectores, pues. Y ojalá que éstos estén dispuestos a escuchar lo que dice y aprender de ello.

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