Antonio Guadalupe y su “Diálogo de Fauna”

Antonio Guadalupe y su “Diálogo de Fauna”

Encabezando nuevamente el Colegio de Artistas Plásticos como su presidente, Antonio Guadalupe no descuida, por esas funciones asociativas, la producción de creador plástico. En su temperamento y convicción está la exposición personal, presentada sin exceso de frecuencia, pero cada vez que destaca a un elemento pictórico nuevo, de concepto o de técnica, de forma o de color. Actualmente, este pintor mocano e internacional -de formación como de trayectoria- expone individualmente en el Museo de las Casas Reales, abierto siempre a los artistas dominicanos, de los aficionados y emergentes a los magistrales -como es el caso hoy-. Esa institución generosa también tiene su museografía característica, a lo largo del ancho pasillo de la entrada, donde se distribuyen los cuadros.

La exposición.  En “Diálogo de Fauna”, Antonio Guadalupe repite, con una volubilidad extrema, su discurso ecológico, evocador  de la contaminada población acuática, y de los organismos reales-imaginarios que se deslizan  entre las ondas. Podría ser el río Ozama, cuya polución el artista ha ido denunciando u otras aguas fluviales -locales o foráneas- que no escapan a un envenenamiento y rarefacción de especies progresivos.  Con estas pinturas, que ponen en evidencia, el triunfo de la vida, se nos dice sin embargo que toda esperanza no está perdida…

Así Antonio Guadalupe interroga la naturaleza, observa sus  problemas y nos  transfiere la impresión, sino la emoción, que le inspiran, a una nueva secuencia de lienzos, articulada con las preocupaciones del autor y un expresionismo muy personal.

Reafirmamos que “este mundo pictórico rinde homenaje a los elementos de la vida y de la creación, ascendiendo de las profundidades del mar a la luz del sol, escribiendo un poema pictórico  para la protección de la fauna y la flora caribeña”.  

Un ritmo permanente anima toda la superficie -técnica del “all over”-, en la que se enredan formas neo-figurativas, en la que dialogan (veamos el título) y se mezclan la fluidez tanto como una solidez espontánea. Antonio Guadalupe refleja su habilidad en el dibujo y el refinamiento del trazo, y al mismo tiempo un dominio extraordinario de la transparencia en la aplicación del pigmento. Son esas cualidades espaciales y estéticas que el artista había destacado en un gran mural vertical realizado para una altísima torre de la ciudad. Lejos de convertirse en una fórmula estereotipada, las variaciones se multiplican y evolucionan, con líneas incisivas, colores contenidos, movimientos interiores. Las redes resultantes tienen además un ingrediente gestual, que acrecienta el dinamismo de la composición, la cual ahora no muestra una jerarquización de elementos en la tela cubierta integralmente.

El aspecto cromático es indisociable de ese soporte formal, a la vez simple -organismos animales básicos, ¡recordando a renacuajos o contornos larvarios!-, y complejo -agrupamientos y embrollos que se apoderan del espacio-. Antonio Guadalupe sigue siendo un colorista, pero la calidad del “tonista” sobresale de cada color – amarillo, azul, rojo -, él saca tonalidades brillantes, que parecen haberse apoderado de la luz.

El negro profundo de los trazos y principalmente los grises “moarés”, no son fondos sino atmósferas envolventes. Su intervención, ineludible y dominante, en la paleta sutil de Guadalupe, posee valor propio e identificador,  a la vez que hacen resaltar  manchas y puntos luminosos  Entre las distintas gamas, el rojo añade una nota dramática o más cálida, según la interpretación del espectador: así el anunciado diálogo puede sugerirse cruel cuando algunos bichos se disponen a engullir a otros bichitos…

Hay aquí un compromiso bien conocido, no solamente en los signos y el rejuego de las morfologías sino en aquel mensaje ideológico, en una suerte de advertencia que deja siempre una inquietante visión del presente. En cuanto al porvenir, vislumbramos que Antonio Guadalupe lo intuye, pese a su luminosidad pictórica, como algo contradictorio, con fuerzas encontradas y antagonismos amenazadores, hoy metamorfoseados en las imágenes sensibles y la plástica magistral de “Diálogo de Fauna”. 

El protagonista

Antonio Guadalupe  nació en 1941 en la ciudad de Moca  donde hizo sus primeros estudios de arte. Luego en Santo Domingo cursó la carrera de la Escuela Nacional de Bellas Artes y en Nueva York tomó materias especializadas. De regreso a su país fundó una academia de arte en Moca y se integró al Grupo Friordano. Luego de varias muestras individuales e integración en colectivas, fue en los 80 cuando su propuesta del “tainismo” en un estilo expresionista, le dio pleno reconocimiento. Desde entonces sus exposiciones han tenido el éxito conferido a un maestro , y en su proyección internacional se destaca el continente americano,  sin que olvidemos  una Mención de Honor en el recordado Festival Internacional de Pinrura de Cagnes-sur-Mer (Francia). Dominando la dimensión de los  murales como los formatos modestos, él parece haberse orientado definitoriamente, hacia temas espirituales y religiosos, sociales y ecológicos.

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