“Antonio Guzmán era un hombre bueno”, Balaguer

“Antonio Guzmán era un hombre bueno”, Balaguer

GUILLERMO CARAM

Así se expresaba Balaguer cada vez que surgía el nombre del presidente Guzmán mientras despachábamos sobre temas económicos durante la gestión de 1986-1990.

Por eso resulta lamentable, en ocasión de la decisión del presidente Medina de no seguir la tradición del traspaso de mando, las interpretaciones simplistas que circulan alrededor del acto similar ocurrido en 1978.

Ello obliga repasar con profundidad las relaciones entre estos mandatarios que respetaron la investidura presidencial en la solemnidad de actos similares.

Ciertamente hubo elementos ríspidos en el discurso inaugural de Guzmán, especialmente criticando el despojo de la mayoría senatorial de su partido mediante un ardid “matemático y caprichoso”, sobre manejo de recursos del Estado e involucramiento de FFAA.

También criticó otros aspectos más subjetivos por depender de concepciones políticas como la Reforma Agraria ejecutada en el marco de las leyes agrarias, congelación salarial, descuido en el mantenimiento de obras, a empresas estatales, concentración de decisiones incidentes en la desinstitucionalización del Estado. Y corrupción, reconociendo que Balaguer la admitía, aunque detenida en la puerta en su despacho.

Pero al tiempo que formulaba éstas acidas críticas, reconoció logros en los gobiernos de Balaguer. Reconoció que se habían observado “años de bonanza”, la infraestructura levantada, incentivos instituidos que obtuvieron respuestas expeditas de la iniciativa privada, fortalecimiento de la clase media.

Y sobre todo al reconocerle que con su intervención evitó la interrupción del proceso democrático desatada por quienes Peña-Gómez calificaba “reformistas de las tinieblas”
Las relaciones entre ambos mandatarios, directamente o vía íntimos allegados, devino posteriormente de respeto y consideración.

Balaguer apoyó su gestión, frenando intentonas militares y Guzmán jamás molestó indebida e innecesariamente al expresidente reformista.

Colmó la magnanimidad de Balaguer hacia Guzmán su presencia sin invitación previa de su funeral en el Palacio Nacional; evidenciando hasta donde distinguió a quien protagonizó un discurso embarazoso dentro la solemnidad de la Asamblea Nacional.

Incluso pueden constatarse dos elementos importantísimos que evidenciaron sintonía en los discursos inaugurales de ambos mandatarios: Guzmán (1978) como Balaguer (1966), llamaron a Unidad Nacional y al esfuerzo nacional.

En 1966 Balaguer, citando a Churchill, advirtió que solo podía ofrecer “esfuerzo y sudor”. En 1978 Guzmán concluía así su discurso: “La hora de la conciliación ha llegado…demandando de cada dominicano Trabajo, Sacrificio, Paciencia y Patriotismo…para superar los momentos difíciles, como lo ha hecho en otras ocasiones”

¡¡¡Cuánta actualidad revisten estos llamados!!!

¡Qué pena que la mezquindad propia de las mediocridades sectarias haya impedido evaluar comprensivamente episodios trascendentales de nuestra historia!

¡Pero qué suerte haber dispuesto de dos mandatarios que dieron ejemplos de magnanimidad conciliadora en la investidura que asumieron por encima de farandulerías político-partidaria.

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