Antonio Zaglul, el hombre

Antonio Zaglul, el hombre

El 2 de abril de 1920 nació en San Pedro de Macorís el psiquiatra, escritor, profesor universitario y diplomático Antonio Zaglul, es decir que mañana cumpliría 99 años de vida.
El autor de “Mis 500 locos”, como siempre se le recuerda, desde sus años de juventud -época desatendida, ignorada y enlutada- tuvo una fija inclinación por la población vulnerable con situaciones de salud mental.
Su esposa, Josefina Zaiter de Zaglul, psicóloga de profesión, hoy, a 23 años de su fallecimiento, nos habla de él y nos devela escenas de su vida poco conocidas…
Desde la tranquilidad de su hogar, sentada en un confortable mueble con motivos primaverales, doña Josefina nos cuenta sobre el hombre, esposo, padre, profesional de la psiquiatría, escritor, ciudadano comprometido y amante de la dominicanidad.
Era un ferviente opositor al maltrato de los enfermos mentales, así lo plasma en “Mis 500 locos” su primer libro. Este clásico de la medicina dominicana es una recopilación de sus experiencias como director del entonces Hospital Psiquiátrico Padre Billini.
A través de sus páginas hace reclamos a favor del trato humanitario de los enfermos mentales y critica los crueles procedimientos que se aplicaban en el país, en ese entonces.
Era locutor y esto le permitió participar en espacios radiales, los que aprovechaba para criticar las debilidades del sistema de salud y las carencias económicas del pueblo dominicano.
“Mis 500 locos” fue escrito durante la Revolución de Abril y ha sido el más aceptado de todos sus libros, al punto de que ha sido traducido a ocho idiomas.
Zaglul escribió seis obras más, que hoy día están recopiladas en una antología de dos tomos titulada “Obras selectas”, una iniciativa del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas.
Este psiquiatra, destacado tanto en el país como en el extranjero, fue un estudioso del comportamiento social del dominicano, y para ello disfrutaba conversar.
Su esposa comenta que era una persona muy cercana y conversadora. “Para él, conversar era la manera de entenderse y de resolver los problemas”.
“A él -sigue dialogando- le encantaba contar historias, hacer relatos, escuchar a la gente…
Explica que gracias a su temperamento le resultaba muy fácil hacer amigos.
“Siempre tenía grupos de amigos; participó desde su juventud hasta el final en muchísimas peñas, tanto en restaurantes, que eran los sitios habituales para esas reuniones, como en algunas casas de familia, como, por ejemplo, del pintor Antonio Prats Ventós y Rosa María García. Participaban Orlando Martínez, Carmenchu Brusílof, Manuel Rueda, Franklin Mieses Burgos… Creo que en una ocasión también Orlando Gil. Iban muchos amigos”, dice.
Con nostalgia recuerda que era muy alegre y chistoso, con un sentido del humor finísimo y una mentalidad muy avanzada.
Su relación matrimonial la describe como bastante horizontal, de comunicación y cariño.
¿Qué definición tiene de su esposo en lo personal? se le pregunta de nuevo.
Ella se acomoda en su sillón y contesta: “Él era un hombre profundamente humanista, con una alta sensibilidad a las problemáticas sociales de su país y del mundo entero. Le gustaba leer mucho y comunicar”.
Cómo se conocieron. “Yo diría que de toda mi vida lo conozco, porque cuando regresó de España mi papá era médico también y se conocían desde la universidad, entonces, él se integró a la clínica que tenía mi papá y yo estaba chiquitita, pero en esos años se fue forjando una amistad de dos familias. Porque tanto la familia Zaglul como la Zaiter somos libanesas”.
Doña Josefina se levanta y vuelve a sentarse en el mismo sillón, un compás de espera para acomodar sus recuerdos en la memoria.
“Entonces nada. Nos enamoramos. Él me conquistó y eso fue un hecho muy relevante en la sociedad dominicana porque teníamos una diferencia de edad bastante grande para lo que se estilaba, pero el hecho de que fuéramos árabes lo facilitó todo”, finalizó.

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