Año nuevo, sueños nuevos

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HÉCTOR MINAYA
En este día cuando el año viejo se ha derrumbado y los primeros aleteos del nuevo trepan al almanaque de los siglos, quien más quien menos, acaricia en lo íntimo, uno o varios sueños. Con los ojos abiertos o tendida la cabeza sobre la almohada, cada uno tiene derecho a esa ensoñación. Que se convierta o no en realidad algún día… es otra historia.

Por eso, junto a los latidos iniciales de 2007, reivindicamos en nombre de todos, aquel derecho a tejer ilusiones, por encima de tantas y tantas realidades amargas que a diario acosan al mundo a fin de siglo y que al final de cuentas, son iguales aunque con distintos rostros, a las que vivieron y sufrieron otros, en el largo peregrinaje del hombre y la mujer.

Por lo pronto, pensamos que en la mente y el alma de cada uno hay un antiguo sueño flotando y que en esta fecha rejuvenece en medio de los augurios, los brindis y los abrazos: que esa levadura áspera que amasamos en la lucha da cada jornada, nos dé al final en el libro del debe y el haber, más horas felices que sinsabores, más gestos fraternos que odios inútiles, más conquistas que fracasos, más instantes de paz que nubarrones conflictivos, más armonías que desequilibrios.

Vale la pena rememorar, en este día de celebraciones, las palabras que el gran poeta, narrador y ensayista mejicano Octavio Paz, derrama en uno de sus poemas: “En aquel momento, junto a la mariposa que abría sus alas de llama, tocamos los pensamientos que pensábamos y vimos las palabras que decíamos”.

En cada momento de la agenda que hoy se abre, tratemos de tocar con las manos del diario trajín, los bellos pensamientos que hoy pensamos, y a transformar en realidades las dulces palabras que hoy decimos.

Un nuevo año nos espera con sus desafíos e incertidumbres. Vamos a recorrerlo juntos con el alma y la acción tendidos hacia el futuro.

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