¡Apaga la vela, María!

¡Apaga la vela, María!

El impacto negativo que los continuos y prologados apagones tienen en la calidad de vida y la salud del pueblo dominicano es algo insoslayable. Baste citar el deterioro de los alimentos en las neveras sin refrigeración; las noches de insomnio en las que el calor y los mosquitos hacen estragos por la falta de un aparato de aire acondicionado o abanico con que ahuyentarlos; la gran tensión que sufre quien necesita de los medios electrónicos como la computadora para realizar su trabajo o el estrés al que vive sometida la persona cuyo negocio o modo de subsistencia precisa del suministro de energía eléctrica para funcionar.

Con razón muchos cardiólogos y psiquiatras refieren que sus consultorios están llenos de pacientes afectados de crisis hipertensivas, depresión y ataques de ansiedad. Y no es para menos. Además de esos inconvenientes, los apagones están involucrados en una serie de accidentes, muchos de ellos fatales, provocados por el uso indebido de velas, velones y lámparas.

Es sabido que la gran mayoría del pueblo dominicano carece de los recursos económicos necesarios para adquirir una planta eléctrica o inversor con los cuales suplir sus necesidades de generación eléctrica, por lo que el uso de adminículos más económicos para alumbrase es la norma en los hogares de clase media y pobre.

La exposición a estos “bombillos de parafina” está aumentando el riesgo de sufrir quemaduras graves y muertes, sobre todo en niños y ancianos.

El reciente y trágico suceso en el que una abuela y sus dos nietos residentes en Santiago perecieron consumidos por el fuego que inició una vela dejada prendida mientras dormían, debe llamar la atención de toda la población para evitar que casos como estos vuelvan a ocurrir.

Ya que la solución de la problemática energética es incierta, los dominicanos y dominicanas debemos aunar esfuerzos para disminuir sus estragos. Una forma de hacerlo es alertando a nuestros familiares, vecinos, amigos y relacionados para que eviten incendios en sus hogares.

Corramos la voz sobre el peligro de dejar velas encendidas en las casas durante las horas de la noche y la madrugada o cerca de camas (sobre todo las cubiertas por mosquiteros, pues el material flamable con el que están fabricados los hace especialmente peligrosos), muebles, ropa o líquidos de fácil combustión.

Hagamos de esta crisis y del estado de indefensión en que se encuentra la ciudadanía, una oportunidad para iniciar una campaña de prevención de quemaduras y tragedias: ¡Al concluir la faena, apaguemos la vela!

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