Apagones: carga muy onerosa

Apagones: carga muy onerosa

Si algún símbolo de atraso se destaca en nuestra economía ese debe ser el de la  deficiencia del suministro de electricidad. Ese, y no otro, es el mejor indicador de nuestra falta de competitividad en todos los órdenes. El primitivismo del servicio energético no sintoniza con los  avances logrados en telecomunicaciones, tecnificación industrial y servicios médicos, por ejemplo. Probablemente no hay en el país un sector que supere el mercado eléctrico en cantidades de dinero absorbidas por concepto de subsidios y otras cargas para las finanzas públicas. Quizás  no hay un bien más costoso y malo que la electricidad que se sirve a los usuarios.

Las deficiencias del servicio eléctrico representan una carga onerosa inigualable  para la economía. Cubrir esas fallas provoca a la industria y el comercio  gastos enormes en generación de electricidad por medios propios y dispara el monto de la factura petrolera. Cada apagón obliga a poner en marcha  miles de plantas de todas las capacidades imaginables, la mayoría de pésimo rendimiento y altamente contaminantes. Cada kilovatio/hora de estas fuentes es oneroso para la economía general. Y aunque no lo parezca, la deficiencia del servicio aumenta la factura energética de miles de hogares y empresas que se abastecen con inversores que suministran menos energía que la que consumen para cargar sus baterías.

Explotación infantil

El drama de la explotación infantil es muy grave en nuestro país, según los datos que aporta la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Este organismo afirma que medio millón de niños, niñas y adolescentes son explotados laboralmente y que del total, al menos 25,000 entre 5 y 17 años son dedicados a la prostitución. Si asombroso es el número de explotados, más lo es el hecho de que esto solo puede ser posible con altos grados de permisividad y complicidad de autoridades.

No es un problema exclusivo de la República Dominicana, pues este mal social reside en cada país en que son escasas las oportunidades de desarrollo óptimo de la niñez, por causas que comprometen grandemente la responsabilidad de los estados. Niños de hogares destruidos, de padres irresponsables o sin oportunidad de trabajo son mayormente los que resultan explotados. El mal tiene su diagnóstico y sus culpables, pero poco se hace por curarlo.

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