APECO, artista inquieto e inquietante

APECO, artista inquieto e inquietante

Fue un triunfo desde la apertura, un sábado, al mediodía, día y hora inhabituales para nosotros… En Sao Paulo, “La insólita mirada irónica de APECO” recibió miles de visitantes. Se presentó en la muy prestigiosa Pinacoteca, museo cimero de aquella mega-ciudad: fue organizada entre el equipo del Centro León y Diógenes Moura, curador de la institución brasileña, a raíz de un acuerdo interinstitucional.

Ese mismo éxito hacía esperar con mayor interés su retorno a Santiago, y la oportunidad de disfrutar un conjunto fotográfico excepcional por la calidad de las obras como por la personalidad única del artista.

Hasta el 26 de julio permanecerá abierta en los nuevos espacios expositivos del Centro León, anteriormente anfitriones de la colección permanente -hoy revisada y trasladada a la primera planta-.

En esta impresionante superficie abierta –por cierto inaugurada con las obras del XXV Concurso Eduardo León Jimenes-, la museografía de Pedro José Vega, a la vez creativa y deferente, ha hecho sus esperadas maravillas… y, hoy, esta exposición -ya contundente en el Brasil- casi parece distinta, más extensa, más acogedora y santiaguera, curiosamente más acorde con el temperamento originalísimo de APECO, Jesús Natalio Puras Penzo para el estado civil. ¡No hubo ni habrá ciertamente otro fotógrafo igual, tan inquieto e inquietante, en la fotografía

dominicana!

Contenido de la Exposición. Las obras provienen de la donación, por APECO, de un conjunto invaluable a la Colección Eduardo León Jimenes y al Centro León, depositario de su absoluta confianza, este material histórico -de originales y algunas reproducciones facsimilares-, forma parte del Fondo de Fotografía Dominicana Natalio Puras Penzo (Apeco), y una curaduría exhaustiva ha seleccionado un centenar de imágenes para la exposición, acorde con el enfoque que se iba a dar: mostrar a un autor extraordinario –en el sentido propio- e irrepetible. Ese conjunto extraordinario, cuyo núcleo está constituido por la producción personal, fue aportado por el artista en vida y según varias entregas.

Inicialmente, “La insólita mirada irónica de Apeco”¡-un título inmejorable!- agrupaba seis ámbitos temáticos; se agregaron tres que vuelven el conjunto, a la vez más “santiaguero” y participante.

Un cuarto segmento adicional enseña 18 retratos de Apeco por discípulos y compañeros, que han transferido increíblemente el (buen) humor y la originalidad del modelo. En fin, la exposición proyecta el talento y el temperamento, las búsquedas y los hallazgos, hasta las rarezas de un artista formidable. Cuando en un video, él ofrenda simbólicamente su corazón, así fue Apeco, un altruista apasionado ofrendando su Ser y su fotografía… Iconográficamente, ambos se funden, si no se confunden…

Un circuito. Lógicamente, el circuito, se inicia con el autorretrato, en su definición propia y deslumbrantes imágenes de sí mismo, tal vez una terapia emocional y hedonista!

Apeco no temía que lo tilden de exhibicionista, ¡ya que el fin de estas fotos era íntimo solamente! El autorretrato más conocido, emblemático en la obra y un clímax de la fotografía dominicana, proyecta una angustia desgarrante: rastrillándose la mejilla con una horquilla, la cara desenfocada, comunica un aura perturbado y perturbador.

No es la única, sino la primera de una secuencia: veremos al fotógrafo ya actuando en performances: él inventó entonces esa categoría. El teatro era una de sus pasiones, siendo él, autor, director y actor!

Más aun, al recorrer su itinerario fotográfico, observamos hasta qué punto el autorretrato sigue presente en escenarios, situaciones y rostros de otros… Hasta aquellos enajenados, atroces y enternecedores, Apeco los quería, muy suyos: cierta locura era un escape de la desgracia.

Nos vamos percatando pues, avanzando por los Ambitos, de que toda la obra es de índole autobiográfica, hasta los encargos sociales y fotos profesionales –que económicamente le permitían entregarse a su vocación de creador–. Una imagen de Apeco necesita siempre una segunda mirada.

Luego, nos sorprendemos al ver cómo ese humanista sedentario e introspectivo, actuaba en constante afán de búsqueda, cómo él lograba registrar observar a la gente y juzgar “visualmente”, en su medio, en su vida doméstica y cotidiana, en sus faenas o en el carnaval, ¡y cómo él se convertía en testigo de la condición social a su alrededor! No creemos que haya una denuncia más aguda de la miseria infantil que en la foto de “los niños junto a la barranca” , No se trataba solamente de la condición humana. Santiago exterior e interior, paisaje urbano o rural, Apeco los dotaba de alma, y nos la comunica… Casas señoriales y humildes, edificios administrativos y Hotel Mercedes, árboles y troncos barrocos, el lente a menudo expresa: ¡Esos soy yo también!

En cuanto al artista conscientemente experimental, “genial” aquí la palabra se justifica, él fragmentaba, superponía, ensamblaba, ¡al compás de la inspiración y una fantasía deslumbrada, que no eludía el dramatismo y una significación profunda.

¿Serán las “risitas” un juego encantador o una alusión a la explosión demográfica? Nadie, sensible al arte y a la fotografía, puede perderse esta excelente exposición de Apeco, la más completa que se haya hecho y probablemente se haga… Y quienes la vieron una vez, querrán volver a ella, en tributo a la memoria de un fotógrafo incomparable.

Nueve ámbitos se siguen:

l . Apeco por Apeco
ll. Los otros que me habitan
III. El nosotros trascendido
IV. Espacios como historia
V. La mirada insólita
VI. Ser social
VII. El Santiago de Apeco
VIII. Performance y salvación
IX. Apeco genial

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