¡Apéese de aquí ahora mismo!

¡Apéese de aquí ahora mismo!

Teófilo Quico Tabar

Como el tema de la Procuraduría está de moda y surge en cualquier conversación, a principio de semana, en uno de esos conversatorios amigables, se comenzaron a recordar algunos de los ciudadanos que han ocupado dicha posición.
Al mencionar al Dr. Antonio Rosario, con quien tuvimos una gran amistad, uno de los presentes me solicitó que hiciera referencia a un hecho que tal vez para algunos pudiera no tener significación, sin embargo eso, en cierto modo, pudo haberlo marcado para el resto de su vida.
Eso ocurrió mucho antes de ser Presidente del desaparecido Partido Revolucionario Social Cristiano, Catedrático y Rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y luego Procurador General de la República. El conocido y gran amigo Antonio Rosario, después de graduarse de doctor en derecho, retornó a su ciudad natal Moca, donde comenzó a ejercer su carrera de abogado. Allí casó con Dulce de la Maza; o sea cuñado del héroe del 30 de Mayo Antonio de la Maza, y los demás hermanos de tan distinguida y conocida familia.
En esos tiempos de la década de los 50, en muchas provincias se designaban profesionales o personas reconocidas, ligadas al deporte, como Comisionados Provinciales, no sé si era de forma honorífica.
En el caso de Salcedo, todos recordamos al médico Dr. Moncito Guzmán por mucho tiempo en esa misma posición.
Pues bien, el caso es que, Antonio Rosario, ya graduado y ejerciendo el derecho, se hizo de un vehículo. Más tarde, como estaba ligado al deporte, lo designaron Comisionado de Moca.
Y un día, una persona del vecindario, cuyo nombre no es necesario mencionar, al enterarse de que él iba a viajar a Santiago, le pidió a Doña Juana, la mamá de Antonio, que le hablara para que le diera una bola. Y así ocurrió.
Estando ya montados en el vehículo, a la salida de Moca hacia Santiago y Antonio Rosario conduciendo, la persona que llevaba de bola que iba en el asiento delantero a su lado le dijo: -Caramba Doctor, la verdad es que en ese carguito que usted consiguió en deporte le ha ido bien, porque hasta este carro ya consiguió-. Antonio Rosario se puso como un tomate, metió un frenazo y le dijo: ¡Apéese aquí mismo de mi carro!
El hombre le replicó, -pero y porqué doctor-, y Antonio Rosario le contestó, -porque un hombre tan serio como usted no puede andar con uno como yo que a su juicio se robó este carro, Así, que apéese ahora mismo, y si no lo hace, lo saco yo mismo-. Y arrancó para Santiago solo como acostumbraba.
El tiempo fue pasando, pero jamás olvidó ese acontecimiento. Cuando viajábamos o en conversaciones coloquiales, nos hacía esta anécdota. Por eso me atreví a decir que lo marcó para siembre.
Antonio Rosario fue un hombre especial. Para algunos fue el mejor y más carismático presidente del desaparecido partido Revolucionario Social Cristiano. Era, como lo bautizaron: La voz que no se calla, La voz que no se vende, La voz insobornable de Antonio Rosario.

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