Apego a tradiciones y deseo de identidad nacional dieron origen a Casa de España

Apego a tradiciones y deseo de identidad nacional dieron origen a Casa de España

POR LEONORA RAMÍREZ S.
El deseo de los inmigrantes españoles de mantener en suelo extranjero las tradiciones hispánicas, y la necesidad de  algunos dominicanos, como el historiador Américo Lugo, de airear la identidad nacional bajo el manto de la Madre Patria, debido a la invasión norteamericana de 1916, se combinaron para dar origen a la Casa de España.

Los sueños y escollos de la colonia española radicada en Santo Domingo, en pos de ese objetivo, aparecen en el primer tomo de «La Casa de España en Santo Domingo, Memoria Histórica», realizada por Antonio Bermúdez Durán.

El compendio de 567 páginas, que abarca el período 1917-1951, es una relatoría de las medidas que tomaban las juntas directivas y los actos que auspiciaban, y que están salpicados de la realidad social, económica y política del país durante la primera intervención norteamericana (1916-1924), y la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961). 

El primero de julio de 1917 abrió los ojos esta institución que, en el 2005, cumple 88 años de esfuerzo integrador de la diáspora española esparcida en la República Dominicana.

De acuerdo con los documentos incluidos en la publicación, la idea de aglutinar a los inmigrantes ibéricos data de los primeros años del siglo XX, a través de una Sociedad Benéfica Española que funcionaba en Santo Domingo, creada por Miguel Guerra Parra; de la Sociedad Mutual de Beneficencia Española, cuya sede estaba en San Pedro de Macorís, y del Centro Recreativo Español.

Pero el propósito de establecer una «Sociedad Española», posteriormente denominada «Casa de España», se le atribuye a Joaquín Fernández Gamboa, representante de España en el país, quien estuvo a punto de ver truncos sus anhelos de reunir a sus compatriotas para hacer más efectiva su misión aquí.

«Al poco tiempo de mi llegada a Santo Domingo vi con pesar que los españoles estaban tan distanciados los unos de los otros, que parecía obra voluntaria el aislamiento en el que se encontraban; como si se hubiera expresamente buscado el desunir lo que naturalmente debió estar unido», refería Fernández Gamboa.

Sin embargo, la intención de él halló un resquicio en la solicitud de Lugo y Joaquín Obregón García, quienes buscaban apoyo para crear un organismo que fortaleciera la nacionalidad, ante los riesgos de la intervención militar de Estados Unidos.

LOS FUNDADORES Y SUS OBJETIVOS

Entre los fundadores de la Casa de España se cita a Fernández de Gamboa, Manuel Menéndez, Benjamín Portela Alvarez, Américo Lugo, Luis Baquero Alonso, Santiago Bustamante, José Cámpora Domínguez, Jesús Cobián Arango, Perfecto Quintillá Pinzano, Juan Guijarro Ayuso, José F. Cassá, Jaime Malla Salom, Mariano Turull, Antonio Teys y Rejás, Blas Urgell Arrufat y Ernesto Puigmoler Necker.

Además, Antonio L. Cuesta, Claudio Cochón Calvo, Prudencio Suárez, Abel Salinas, Pablo Planas, Mariano Soteres Tejedor, Francisco Lavandero, José María Brossa Ramoneda, Joaquín García do Pico, y Alfonso Cuervo.

Una parte de ellos se reunió en la Escuela Divina Pastora, anexa a la iglesia de Las Mercedes, para la elección, el primero de julio, de la Junta Directiva del período 1917-18, que estuvo integrada por Domingo Hernández, presidente; Jesús Cobián, vicepresidente; Benjamín Portela Alvarez, secretario; Luis Baguero Alonso, tesorero, y los vocales José Lebrón Morales, Francisco González Flores, Perfecto Quintillá y Antonio Fernández.

La misma centró sus objetivos en la compra de un local, en darle institucionalidad a la organización, y en la planificación de los servicios que debían recibir los socios; uno de esos sería el de asistencia médica, a través de la Casa de la Salud, pero nunca se materializó debido a los altos costos que su ejecución implicaba, aunque funcionó un consultorio médico.

Y además, una Comisión de Beneficencia para ayudar a los compatriotas con problemas económicos.

En cuanto al local, la intención era adquirir el edificio que ocupaba el Casino de la Juventud, ubicado en calle Padre Billini 12, que era propiedad de Pedro Marín, quien residía en Cuba.

Pero ese propósito se concretizó años más tarde, porque ante la dilación de las negociaciones compraron la casa ubicada en la calle Separación (Las Damas) esquina Colón (El Conde).

La cultura tuvo también un papel preponderante, sobre todo en el mantenimiento de la hispanidad, y en ese sentido se comenzó la instalación de una biblioteca, en cuya selección bibliográfica intervino Lugo.

En los primeros años también era una impronta la inscripción de nuevos socios, para lo cual la entidad tenía una comisión que visitaba las zonas del país con mayor presencia de inmigrantes españoles, y en cada una de ellas había delegados de la Casa de España que se encargaban de las solicitudes de membresía y de los cobros.

EN LOS ALBORES DE 1920

El 30 de agosto de 1919 la institución ya tenía un saldo favorable de $16,817.00, y una nómina de socios de 179. Pero no toda la atención estaba centrada en aumentar la membresía y los fondos, sino también en el fomento de los valores hispánicos a través de la ciencia y el arte.

Precisamente en ese año invitaron al poeta español Francisco Villaespesa, cuya estadía provocó grandes repercusiones porque el carácter patriótico de sus versos exhaltaron los sentimientos soberanos de los dominicanos.

Ese mismo año la Junta Directiva compró a Amable Damirón Burgos la casa ubicada en la calle Separación esquina Colón, por 19 mil pesos, donde estuvo la primera sede de la Casa de España.

La gestión 1920-21 se caracterizó por los esfuerzos por acondicionar la planta física recien adquirida, organizar administrativamente la institución, y sobre todo que la directva del Casino de la Juventud entregue el local de la Padre Billini 12, comprado por Casa España por 50 mil pesos.

También se aprobó la creación de la Sección de Beneficiencia, a la cual debían pertenecer obligatoriamente todos los socios españoles; la finalidad de la misma era «socorrer a todo compatriota que esté necesitado, sea o no socio y que resida o llegase a esta ciudad».        

Según las cuentas presentadas por la Directa al término de su ejecución, la sociedad tenía un balance de caja de $902.02 y unos activos ascendentes a $53,395.87 correspondientes a propiedad, mobiliario, biblioteca y beneficiencia.

En el transcurso de toda esa década la Casa de España fortaleció sus vículos con la sociedad, porque al margen de sus labores administrativas e institucionales, se integró al desarrollo cultural del país.

Por eso crearon las Fiestas de la Raza (1921) y los Juegos Florales, en conmemoración del descubrimiento de América. Y como la entidad no estaba ajena a los hechos políticos del país, ante la elección de Juan Bautista Vicini como Presidente de la República, le enviaron una carta de felicitación.

Un acto importante realizado el 24 de junio de 1923 se inauguró oficialmente la Casa de España, ceremonia que reseñó el periódico Listín Diario. Para la ocasión se presentó una exposición del pintor español Manuel de Catalán (Eolo).

En 1925 la entidad realizó un baile denominado «La Semana pro Faro a Colón», con el objetivo de apoyar la construcción de un monumento en honor al Almirante, como quedó establecido en la Quinta Conferencia Interamericana realizada en Santiago de Chile, en 1924.

1930: LA LLEGADA DE LA TIRANIA

Al llegar al poder Rafael Leonidas Trujillo la situación económica del país era precaria, razón por la cual muchos españoles decidieron retornar a su país y, en ocasiones, la Casa de España y el Consulado tenían que cubrir el costo de los viajes.

Mientras huían de las devastaciones del ciclón San Zenón, que azotó el país en 1930, encontraban en España una cruenta guerra civil.

Bermúdez Durán explica en la obra que «esta década fue una aunténtica prueba de fuego para la supervivencia de los valores que dieron origen a la institución.

«Múltiples situaciones y dificultades pusieron a prueba a las directivas de la entidad, las cuales, con extraña habilidad, prudencia e inteligencia, lograron que la institución saliera de cada época quizás más fortalecida y prestigiada».

En esos años se dio apertura al consultorio médico de la Casa de España, cuyo primer encargado fue el doctor Bernardo Zaragoza.

Pero aunque se seguían promoviendo las actividades deportivas, sociales y culturales, la Junta Directiva de 1933-34 tuvo que reducir el salario de los empleados, debido a las limitaciones económicas que enfrentaba la entidad, ante la falta de pago de parte de los socios.

Lo peor estaba por venir. María Martínez Alba, esposa de Trujillo, y quien tenía en su poder la hipoteca de la Casa de España, por un préstamo de US$14,000 contraído en 1932, se resistía a negociar con la Directiva los saldos.

La situación la salvó un préstamo por US$12,000 otorgado por Abel M. de Salinas.

DE 1940 AL 51

Las actividades culturales y sociales se incrementaron en esos años, en los que hubo un mayor crecimiento económico.

Para la comunidad española uno de los acontecimientos más importantes de ese período fue el arribo, por el Puerto de Santo Domingo, del buque escuela de la Armada española «Juan Sebastián de Elcano».

En el plano cultural, distintas personalidades españolas vinieron al país a impartir cursos y dictar conferencias, con los auspicios de la Casa de España.

Como por ejemplo, el doctor Luis Morales Oliver, decano de la Facultad de Letras de la Universidad de Sevilla, el historiador español Fray Cipriano de Utrera, y el literato Federico García Sanchiz, quien además era miembro de la Real Academia Española de la Lengua.               

Se une a esas activades, en cuanto a su valor cultural, la inauguración de la Biblioteca Cervantes de la Casa de España, a la cual asistió el dictador Trujillo y su esposa María Martínez. 

«Al finalizar el ejercicio de la década de 1940 la Casa de España había alcanzado un nivel de madurez tal, que la Sociedad crecía y marchaba firme hacia el futuro. Estaba sólidamente implantada en la sociedad dominicana debido a un prestigio ganado a través de los años», concluye Bermúdez Durán.

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