Apertura de clases y sueldo número  14

Apertura de clases y sueldo número  14

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En la “era de Trujillo” eran pocos los libros de autores dominicanos que figuraban como texto de uso obligatorio en las escuelas públicas y en los colegios privados: “Historia de la Literatura Dominicana” de Abigail Mejía; “Estudios de Literatura Dominicana” de Esthervina Matos; “Historia de la Literatura Dominicana” de Joaquín Balaguer;  “Cartilla” de Livia Veloz; “Aprendo a Leer” de Zoraida Heredia; “Historia Dominicana” de José Gabriel García; “Historia Dominicana” de Bernardo Pichardo; “Gramática Castellana” de Pedro Henríquez Ureña y Amado Alonso; “La Patria en la Canción” de Ramón Emilio Jiménez; “Cartilla Cívica”; este último,  atribuido a la tercera esposa del tirano, entre otros. Textos de mayores usos en el bachillerato como los de biología, química, física, matemáticas, geografía, inglés, francés, portugués, latín eran todos de autores extranjeros. En tiempos del “Perínclito Varón de San Cristóbal”, los libros de textos eran únicos e inamovibles. Circulaban, en orden descendiente, de las manos del hijo mayor a las de sus otros hermanos. Pasando por alto las características de la  época en la que les ha tocado vivir, muchos padres de familias se quejan de que ya no sea así. En el mundo globalizado de hoy, los saberes cambian y se trasforman muy a prisa, razón por la cual los medios más  utilizados en difundirlos, entiéndase libros de textos, también deben hacerlo a tono con dicha celeridad. El que un libro permanezca por años como texto ya no reporta mayores beneficios, máximamente en momentos en que estamos empeñados en llevar a cabo una revisión curricular  que abarque todos los niveles y modalidades de la educación. Pero,  al margen de ésas y otras consideraciones, debemos de reconocer que en las ventas y en el uso de libros de texto aquí ocurren una serie de irregularidades que deben subsanarse: profesores y directores de escuelas y de colegios privados directamente involucrados en su venta; uso de libros de texto sin la debida autorización;  compras forzadas de libros de texto que no van a utilizarse, por solo citar algunas. Eso sí,  debe hacerse sin bultos ni demagogias.

Este año, al igual que los anteriores, las quejas alrededor de los precios de venta de los libros de texto surgieron  después que los padres de familia ya los habían adquirido.

Antes de que el diputado Abel Martínez exigiera que los precios de ventas de los textos escolares fueran controlados  por las autoridades del Ministerio de Educación, y que la Honorable Cámara de Diputados se declarara en sesión permanente para discutir ese mismo asunto, las librerías, los grandes almacenes, los supermercados, y hasta los ventorrillos, lucían abarrotados de gentes comprando libros, mascotas, lápices de colores, y otros utensilios escolares. Como se pudo apreciar, las voces de protesta de nuestros diputados no fueron escuchadas  a tiempo.  Al parecer, los señores de la Cámara Baja ignoraban que la comercialización y uso de libros de texto es un asunto que aquí se ha estado  debatiendo por años en el seno de las autoridades de educación y de organizaciones de la sociedad civil sin mayores resultados. 

¿Cómo solucionar el problema de la falta de disponibilidades económicas de padres y tutores para matricular y reenviar sus hijos a las escuelas y colegios en la fecha señalada?

Ese problema se solucionaría si el Ministerio de Educación  continúa facilitándoles a los estudiantes de escuelas públicas todos los libros de texto que puedan necesitar, sumada a la acción a tomar por el gobierno de Danilo Medina de pagarles a todos los empleados públicos catorce salarios al año, en vez de trece como es en la actualidad. De no ser así, no valdrán los reclamos, ni las posturas vanguardistas. En materia de uso, venta, y comercialización de libros de texto, nada habría de cambiar. Todo quedaría igual.  

       

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