Mientras en Honduras, un país de varios saldos negativos, las autoridades deploran tener que informar que en Nochebuena y Navidad murieron 5 personas en una preocupante oleada de accidentes viales allí, en República Dominicana el balance de 12 casos mortales en calles y carreteras en un lapso de 72 horas ha sido informado con un mal disimulado alivio (?); como una estadística de menor cuantía y supuestamente por debajo de la media cotidiana. Es decir, en el diario acontecer (fuera de Navidad) aquí se está muriendo más gente en choques y vuelcos de las que trascienden mediáticamente, según se admite de manera oficial, lo que inevitablemente reafirmaría que República Dominicana supera a casi todo el mundo en infaustos resultados de la transportación terrestre lo que no permite suponer que esta principalísima causa de decesos a nivel nacional esté perdiendo gravedad. ¡No es así! Mucho menos si la gran mayoría de quienes pierden la vida en sucesos de tránsito conducían motocicletas; una multitud de usuarios de existencia frágil que cada día crece con más de 600 integrantes adicionales certificados por Rentas Internas. Punteros nacionales con infracciones en la circulación.
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Un comportamiento transgresor lo suficientemente extendido como para considerarlo una calamidad pública que no da señales de declinar prohijada por desafueros de ciudadanos sobre dos ruedas escapados, casi por completo, de controles policiales. Una epidemia de altísimo costo en vidas, principalmente, y en millonarios gastos asistenciales que financian los contribuyentes a través del Estado. Súmese a este doloroso cuadro el impresionante crecimiento en la posesión de otros tipos de vehículos importados en avalancha para desplazarse hacia numerosas intersecciones obstruyentes por carecer de infraestructuras que permitan flujos simultáneos de vehículos en un país en el que nunca se da de baja a las chatarras.