Aplastados pero no derrotados

Aplastados pero no derrotados

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Concluye el 2007. Queda una sensación en la nación dominicana de un fuerte asedio por tantos fenómenos naturales y ocurrencias humanas, que muchas veces en el año nos hicieron vacilar ante la inminencia de una severa crisis destructora del desarrollo nacional.

Por un lado, la vorágine política, sostenida y mantenida a sus más altos niveles de desesperación de los protagonistas por retener o alcanzar el poder, mantuvo en vilo a la ciudadanía, y en peligro todas las conquistas del país, en momentos en que su economía se fortalece y es cada vez más objeto de confianza al nivel internacional en cuanto a las inversiones.

Pero por el otro lado, al finalizar el año, dos fenómenos naturales, en un intervalo de 40 días, golpearon rudamente al territorio nacional dejando a miles sin hogares, decenas de vidas perdidas y daños materiales incalculables, por lo que pasará un largo tiempo para reponer la productividad agrícola al nivel anterior al 29 de octubre pasado.

La clase política, en sus ambiciones desmedidas y la Naturaleza agresiva golpearon y casi aplastaron al país en sus vorágines de pasiones y aguas desbordadas, pero por la forma de cómo se ha recuperado la nación en las pasadas tres semanas, refleja un dinamismo admirable que habla muy bien de la voluntad de los dominicanos para sobreponerse a esos castigos que nos sacuden y amenazan con diluir el desarrollo.

El hecho de que se ha registrado un crecimiento superior al 8%, que las remesas han acusado un notable aumento, que los hoteles experimentan una ocupación extraordinaria con cientos de vuelos llegando repletos de turistas para disfrutar de las playas y la inflación, pese a un petróleo cercano a los 100 dólares el barril, no ha experimentado una súbita escalada aún cuando hay costos de bienes y servicios en ascenso de sus precios particularmente en los materiales de construcción, son pruebas inequívocas de que pese a tantos azotes humanos y naturales y a tantas voces agoreras, hay un dinamismo admirable que habla muy bien de la estabilidad democrática y el afán de superación que es característico de los dominicanos.

Como dominicanos debemos sentirnos orgullosos de la forma de cómo se han enfrentado tantos azotes humanos y naturales. Por un lado, la valentía y entrega de miles de voluntarios, demostraron la solidaridad de un sector de la población que no les importó su seguridad personal para entregarse de lleno a socorrer a quienes se veían arrastrados por las aguas desbordadas de los ríos que se llevaban sus propiedades y las vidas de sus parientes y amigos, demostrando de esa manera el coraje y decisión de un pueblo para salirle al frente a la crisis.

Pero si nos llevamos del cuadro que nos pintan los políticos de la oposición que en sus rabiosas, nerviosas y desbordadas diatribas contra el gobierno, sin reconocerle nada positivo, es para ahuyentar a los millones de turistas que llegan cada temporada, así como a los inversionistas, obligarlos a recluirse en sus santuarios para no arriesgarse a invertir en un país que según ellos están saqueado, destruido y mal gobernado.

Pero tampoco debemos creernos en el paraíso y las bondades que nos pintan los políticos en el gobierno y sus bocinas pagadas para hacernos creer que vivimos y disfrutamos de un ambiente idílico, sin delincuencia y sin problemas, cuando una realidad distinta nos golpea bien duro en el rostro con variables muy preocupantes y confirmadoras de la incapacidad de los que gobiernan cuando hay unos cuantos cegados por sus pasiones de hacerse ricos.

Y esa realidad la vemos en las precariedades, constantemente denunciadas de las escuelas, y el deficiente sistema educativo sin atención, ni medios para aumentar la calidad de los ciudadanos. Los hospitales, presentados por las autoridades repletos de medicinas y equipos, pero la precariedad salta a la vista en los medios de comunicación con los pacientes sufriendo las deficiencias y un seguro familiar que ha servido para enriquecimiento de un exclusivo sector.

Las tormentas nos dejaron numerosos puentes y carreteras destruidas sacando a relucir que la falta de mantenimiento por parte de las autoridades fue la causa del desastre de esas estructuras, en mal estado desde hacía mucho tiempo. La ineptitud de muchos funcionarios quedó al desnudo por esos daños, así como la forma que manejaron el embalse de la presa de Tavera, cuando el pánico los arropó a todos y ordenaron una apertura de compuertas innecesaria, provocando la lamentable tragedia del 12 de diciembre. Fuimos aplastados por tantos hechos, pero finaliza el año con esperanza de una recuperación y afán de seguir adelante.

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