Aplazamiento inexplicable

Aplazamiento inexplicable

Las autoridades, en sentido general, lucen muy ágiles en la búsqueda de soluciones para muchos de los problemas que aquejan al país.

Ahora mismo, es tema de debate la marcha impetuosa de la construcción del Metro de Santo Domingo, obra que, según sus auspiciadores, garantizaría un alivio importante para desahogo del tránsito y agilidad del transporte, en sus zonas de influencia.

Las riberas de los ríos Ozama e Isabela son también objeto de transformaciones que tendrían el objetivo de solucionar muchos problemas de larga data, relacionados todos con la condición de hábitat que ha adquirido esa zona para cientos de familias.

También se ha avanzado en los cambios legislativos y administrativos que son requeridos para que el país pueda insertarse desde sus inicios en esquemas de intercambio multilateral como el Tratado de Libre Comercio con Centroamérica y Estados Unidos, popularizado por sus siglas en inglés DR-CAFTA.

Se habla también de reformas a la Constitución, y aunque la invocación de esta necesidad ha estado revestida de un interés marcadamente político en vez de institucional, se está hablando de una necesidad inocultable e inaplazable, que debe emprenderse para acomodar nuestra Carta a los esquemas modernos.

– II –

Sin embargo, nos llama la atención el hecho de que se hace poco énfasis en la solución de un problema que ha significado un ancla, un lastre muy pesado para la economía de este país, en todos los órdenes.

Despierta nuestro interés el hecho de que no se hable tanto y de manera tan persistente del problema energético, como se habla de otros problemas cuyas posibles soluciones ya están en marcha.

El costo de la energía eléctrica y la inestabilidad de este servicio siguen intactos y no se oye hablar de soluciones totales o parciales de los mismos.

La renegociación de los contratos con los actores del mercado eléctrico también ha dejado de sonar como tema de alto interés para las autoridades, a pesar de que en cierto momento parecía inminente alguna acción en esa dirección.

Los apagones y la necesidad de recurrir a la energía propia, las sobrefacturaciones y el cobro de energía no suministrada y otros problemas conexos siguen perjudicando la marcha de la economía del país, pero no parece prioritario para las autoridades enfrentar esos males con la misma premura que avanzan las soluciones en otros ámbitos.

El país quisiera percibir que la misma agilidad que caracteriza el avance del metro, las vías que se construyen en las márgenes de los ríos Ozama e Isabela y otras soluciones, sea empleada en la búsqueda de soluciones definitivas a las graves deficiencias del mercado energético, que son una rémora para la economía.

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