Aplicación de los estímulos fiscales

Aplicación de los estímulos fiscales

La mayoría de los indicadores económicos señalan que el mundo aun está inmerso en un intenso ambiente de recesión que, incluso todavía, amenaza convertirse en otra Gran Depresión Mundial.

Hoy podemos deducir que el actual ciclo económico recesivo forma parte de dos crisis internacionales conjuntas: una crisis financiera y una crisis económica. Como bien ha señalado Navarro (2010), la primera se debe al comportamiento de carácter especulativo del capital financiero (cuyo síntoma más visible es la falta de crédito), sin el cual la economía no funciona. Paradójicamente, la segunda, precisamente se debe a que esa falta de crédito ha generado serias dificultades en recuperar el dinero (cuyo síntoma más visible son los problemas de liquidez). Para empeorar las cosas, una vez que los bancos comenzaron a fallar y los precios de las materias primas y las bolsas empezaron a caer, la economía se “ha ido en banda”. Esto generalizó las condiciones de recesión en todo el mundo. Por ello, los gobiernos buscan afanosamente dinamizar la reactivación económica y evitar un nuevo ciclo recesivo con la introducción de paquetes de estímulos.

La idea detrás de los programas de estímulo es rescatar las economías que atraviesan profundos procesos en trance. Por ello, el objetivo de las operaciones de rescate no ha sido otro que el de poner a los bancos en condiciones de comenzar a prestar. De esta manera, lo que comenzó siendo una crisis de liquidez (incapacidad de los bancos para tomar dinero prestado, a fin de atender sus pasivos corrientes) no tardó en convertirse en una crisis de solvencia (una insuficiencia de capital bancario para cubrir sus responsabilidades).

Los gobiernos han afrontado conjuntamente los temas de solvencia y liquidez básicamente comprando acciones de los bancos y asegurando los activos “tóxicos”. Así, si bien la respuesta clásica ante un empeoramiento de una situación económica ha sido reducir los tipos de interés, esta política ha demostrado tener sus limitaciones. Por tal razón, inspirados en políticas keynesianas, las autoridades económicas han considerado que las políticas deben fundamentarse en la aplicación de estímulos económicos más directos.

¿Qué es un estímulo fiscal? En la literatura económica relativa a la economía del sector público (el vínculo entre la política y la economía) se ha dado a conocer al menos tres opciones esenciales para que una economía pueda incrementar el nivel de gasto de los consumidores: a) los estabilizadores automáticos; b) la política monetaria; y c) los paquetes de estímulo fiscal. Los “estabilizadores automáticos” son instrumentos que se utilizan e interpretan en el momento en que los gobiernos de alguna manera transfieren dinero a los ciudadanos (como parte esencial de todo estado de bienestar).

Estas formas tienen que ver con las transferencias o donaciones de tipo social como los subsidios al desempleo o el seguro social, los cuales se denominan “estabilizadores” porque impulsan a la economía en tiempos difíciles y permiten que las personas que experimentan problemas de salud o se encuentran desempleadas puedan seguir consumiendo. Por su parte, la “política monetaria” es la parte integral de la política económica que generalmente es regulada y ejecutada por los bancos centrales con el objetivo de velar por la estabilidad y poder adquisitivo del signo monetario haciendo, a su vez, que resulte más barato para los bancos prestar dinero mediante la reducción de las tasas de interés.

La idea es buscar que resulte más fácil para las personas pedir dinero prestado para invertir y, así, poder estimular la economía. Un “estímulo fiscal” es una tercera opción, buscando reducir impuestos o aumentar los niveles de gasto público a fin de poner dinero en los bolsillos de los ciudadanos. Se supone que de ese modo cuando las personas que obtienen más dinero buscarían gastar más en bienes de consumo.

Los incentivos fiscales adquieren formas diferentes en todo el mundo en la medida en que las economías son distintas y algunos sectores podrían verse más afectados que otros. De hecho, se dirigen, por lo general, a un determinado sector económico o grupo de personas. Según la revista británica The Economist (2008), los gobiernos suelen seguir los dictados de la teoría económica, según la cual un estímulo o incentivo fiscal debe ser oportuno, tener un objetivo específico e ide-almente contener planes factibles para lograr una solidez presupuestaria a largo plazo.

La justificación.  En febrero de 2009, el presidente Barak Obama firmó una ley de estímulo fiscal por un importe de 787,000 millones de dólares, a la que calificó como el “paquete de recuperación más amplio de nuestra historia”. Este paquete ascendente a un 5% del Producto Interno Bruto (PIB) del país, comprende una mezcla de reducciones de impuestos, gasto en infraestructuras, inversiones en energía e investigación básica, así como un gasto urgente para cubrir subsidios de paro laboral, atención sanitaria y ayuda alimenticia.

Sin embargo, poco tiempo antes, China había prometido un paquete de estímulo por un valor de 14% de su PIB, dirigido principalmente a programas de infraestructuras y proyectos sociales. De hecho, ya la Unión Europea (UE) había acordado con sus Estados miembros gastar el 1.5% o 200 mil millones de euros de su PIB acumulado en 2009 en el denominado “paquete de estímulo fiscal”. Por ello, muchos gobiernos con tiempo anunciaron y pusieron en práctica intensos programas de estímulo como el paquete por valor de 50,000 millones de euros de Alemania, el de 26,000 millones de euros de Francia, el de más de 20,000 millones de libras del gobierno británico, el paquete de casi el 10% del PIB de Rusia, y otros tantos considerables como el gasto extra de 12 billones de yenes de Japón. Claro está, también la mayor parte de los países de América Latina cuentan con paquetes de estímulos ambiciosos.

Insistentemente se ha declarado que los programas de “estímulo no tienen que reembolsarse”. De hecho, la razón de ser de un estímulo es que el crecimiento económico y los ingresos fiscales que generen les permitan costearse a sí mismos. No obstante, está claro que lo que hoy sí estamos viendo es que lo que se ha incrementado son los déficits fiscales en los presupuestos nacionales cuando se ha buscado costear dichos paquetes. En la práctica, la mayoría de los paquetes de estímulos no son dinero “nuevo” que va a parar directamente a los bolsillos de la población.

Mas bien, de lo que se trata es de aumentar el gasto público previsto para los próximos años como forma de adelantar el necesario aumento del gasto inmediato. Así, el gasto dedicado a los estímulos fiscales se toma de los fondos disponibles para las generaciones futuras. Por esta razón, tal y como señala Bruegel (2009), los paquetes de estímulo fiscal deben ir acompañados de planes económicos coherentes y consistentes con la futura realidad nacional y con definiciones, estrategias y políticas precisas amparadas en indicadores de monitoreo y control presupuestario.

La teoría económica sugiere que para maximizar el impacto de un estímulo fiscal en una economía, la expansión del gasto tiene un mayor efecto que la reducción de impuestos. Por eso, se ha entendido que con una caída en la demanda privada y grandes pérdidas de producto, el gasto público puede ayudar a recuperar ese nivel de demanda. Así, las medidas  y los fines de los programas de estímulo aplicados en la mayor parte de países en procesos de recuperación han buscado apoyar la capacidad de gasto de los  consumidores, reducir  impuestos, aumentar la inversión pública y mejorar las condiciones del mercado de trabajo o de  actividad empresarial.

La cifra

11.92 por ciento.  Es la tasa de crecimiento promedio de la economía china durante el primer trimestre de 2010. El costo del paquete de estímulo económico de China representa  14% del PIB, es  un ejemplo de dinamismo económico.

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Estímulo

Para saber el tamaño del estímulo de una economía no pueden sumarse todos los gastos (para ayudar a la banca,  reducir los impuestos,  crear puentes o para salud y educación) en el mismo capítulo y presentarlos como el esfuerzo que hace un país. Generalmente, esto es lo que hacen los medios y lo que dicen gobiernos para sintetizar la dimensión del problema. Más bien, como dicen Navarro (2010) y Krugman (2009), Premio Nobel de Economía, un estímulo fiscal refiere nuevos fondos para estimular la economía y crear empleo. De ese modo, dpara estimar el paquete de estímulo económico de un país debe predecirse la “brecha del producto” entre el PIB potencial y el pleno empleo  en  los 12 meses siguientes. Esto proporciona la cifra de gasto extra requerida para cubrir la brecha. Así, si se espera el PIB pueda caer  5%, el Gobierno inyectaría  5% de gasto extra.

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