Apogeo de la comunicación engañosa

Apogeo de la comunicación engañosa

J. LUIS ROJAS

En el contexto político dominicano actual, líderes, dirigentes, simpatizantes y fanáticos de diferentes organizaciones políticas, se afán en desarrollar, compartir y visibilizar diversas acciones comunicacionales, con el propósito deliberado de obtener, mantener o incrementar sus cuotas de poder político, social y económico en las regiones, provincias y municipios que integran la República Dominicana. Sin duda, los contenidos de la comunicación engañosa son los insumos sustanciales de la posverdad.

A juzgar por los hechos, parecería que en República Dominicana no existen mecanismos formales, eficientes y creíbles, que permitan regular la calidad, cantidad y veracidad de los miles de mensajes que elaboran y difunden los partidos políticos, buscando con ellos persuadir, manipular e influenciar las decisiones, el comportamiento y las opiniones de los electores. La realidad es que, en tiempos de elecciones como los actuales, los mensajes continuos de la comunicación engañosa son el pan de cada día. Cuando nadie supervisa y controla la forma y contenidos de la comunicación engañosa, cualquier pelafustán emplea los medios de comunicación para difundir mentiras, engañar y manipular las emociones, sentimientos y creencias de las audiencias.

La comunicación engañosa es un medio que emplean, de manera consciente y deliberada, determinados emisores o fuentes, para alcanzar objetivos de diferentes indoles: conseguir adeptos, crear comunidades de consumidores compulsivos, establecer relaciones coyunturales, incrementar la notoriedad, mejorar la notabilidad, obtener o mantener cuotas de poder político, social y económico, lavar la imagen pública, así como conservar vigencia en el tiempo y espacio. Para persuadir, manipular e inducir, los usuarios (emisores) de la comunicación engañosa, apelan a los sentimientos, emociones y expectativas de los perceptores o audiencias.

Por lo general, detrás de los mensajes de la comunicación engañosa siempre hay un emisor decidido a inducir e influenciar las decisiones, actuaciones y opiniones de los perceptores o audiencias. Por ejemplo, son muchos los políticos dominicanos que emplean el gran poder persuasivo que rodean a las plataformas digitales y a los medios análogos de comunicación, para transmitirles mensajes engañosos a los electores cautivos y potenciales. Por la calidad, credibilidad y sostenibilidad de la democracia dominicana, alguien, que no es la Junta Central Electoral, tendrá algún día que normalizar la veracidad, forma y contenidos de los mensajes de la comunicación engañosa.   

La mentira, la manipulación y el engaño son los contenidos que sustentan la narrativa de la comunicación engañosa. En el terreno de los hechos, el mitómano, con sus mensajes engañosos, busca la aceptación de los demás, dañar la reputación de los que tienen más y mejor capital reputacional que él, obtener o mantener apoyo en base a mentiras y ficción. Los devotos de la comunicación engañosa son simuladores, hipócritas, irrespetan la verdad, creen en la posverdad, son fieles creyentes de lo que predicaba el doctor Joseph Goebbels: “una mentira mil veces dicha, se convierte en una gran verdad”. Además, para lograr sus objetivos, ponen en práctica la esencia de “el fin justifica los medios”.

A la corta, los que emplean la comunicación engañosa, como medio para obtener o mantener cuotas de poder político, social y económico, terminan sin credibilidad y solitarios. Hoy, pretender elaborar y difundir mensajes para manipular y engañar a las audiencias no es tan fácil. Es verdad, existen segmentos de audiencias sin capacidad crítica para analizar los contenidos de la comunicación engañosa. Es un gravísimo error pensar que las audiencias son homogéneas. Los que se aferran a los mensajes de la comunicación engañosa, creen que todos los perceptores o audiencias son estúpidos, idiotas e imbéciles.

En República Dominicana, igual que en otros países del mundo, existen segmentos de audiencias que no es posible manipularlas, inducirlas, engañarlas e influenciarlas con mensajes falsos bien elaborados y difundidos. Los que se dedican a elaborar y difundir mensajes engañosos, tratando de manipular la realidad de los hechos, inducir la opinión pública, agenciarse adeptos y dañar la imagen pública de otros, en el corto y mediano plazo pierden credibilidad pública. Las intenciones ocultas de los contenidos de la comunicación engañosa consisten en idiotizar la capacidad crítica de los perceptores o audiencias.

En el contexto político actual, es casi imposible que un líder político logre obtener, mantener o incrementar su cuota de poder, elaborando y difundiendo mensajes engañosos. Entre las acciones más comunes en las que incurren los practicantes de la comunicación engañosa, se destacan los siguientes: alteración de los hallazgos provenientes de encuestas, manipulación de la cantidad y procedencia de la militancia que asiste a eventos proselitistas, emplear las plataformas digitales y los medios tradicionales de comunicación para prometer lo que jamás se cumplirá, anunciar a los electores alianzas inorgánicas, ocultar a protagonistas de malas prácticas sociales y gubernamentales, camuflajear la mentira de verdad, elaborar una narrativa solo en base a los desaciertos del gobierno de turno, visibilizar besos y abrazos fingidos a niños y a adultos mayores, entre otras payasadas comunicacionales.

Está comprobado, en los contenidos de la comunicación engañosa se ocultan propósitos e intensiones malsanos que subyacen en el interior del emisor o fuente. En definitiva, es como ha dicho Claudia Lalloz: “Existe una información oculta en nuestra mente que preferimos no decir para, básicamente, resguardarnos de lo que no queremos que salga a la luz. La comunicación engañosa es el indicador que hay algo que nos importa más que aquello que sale como palabras, como frases lanzadas a un mundo en el que lo que construimos no siempre es lo que en nuestro mundo interior deseamos. Este estilo de comunicación destruye la efectividad y aumenta el margen de errores en la consecución de los resultados…”

En RD., el uso malsano, perverso y malintencionado de la comunicación engañosa, está en auge. En este ámbito, la elaboración y difusión de mensajes engañosos se ha convertido en práctica cotidiana por parte de políticos, empresarios, marcas corporativas y comerciales, funcionarios de agencias gubernamentales, entidades financieras, Administradoras de Fondos de Pensiones y de Riesgos de Salud (AFP y ARS). En fin, la comunicación engañosa anda como chivo sin ley en la sociedad dominicana.

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