Apolinar Tejera, cura, poeta, escritor

Apolinar Tejera, cura, poeta, escritor

Fue escritor, maestro, historiador, periodista, abogado, académico, farmacéutico, sacerdote, político, poeta, servidor público. Cada actividad la desempeñó con dedicación y celo. El religioso mereció el nombramiento de Camarero Secreto Supernumerario de Su Santidad el Papa León XIII, con tratamiento de Monseñor.

Su condición eclesiástica no fue obstáculo para condenar la arbitrariedad y el abuso. El 6 de noviembre de 1905 acudió junto al pueblo a la fortaleza Ozama a protestar  por las maniobras navales de buques de guerra de los Estados Unidos que pretendían desembarcar fuerzas para apoyar al presidente Morales. “Grupos de ciudadanos de todas las clases sociales, en actitud amenazante, patriótica, tomaron las armas y ofrecieron sus servicios al comandante militar de la Plaza”. Junto a ellos estaba el cura.

Apolinar Tejera Penson es “uno de los dominicanos que han alcanzado mayor notoriedad por su saber”, al decir de Vetilio  Alfau  Durán quien con motivo del centenario del natalicio del insigne intelectual publicó en la revista Clío el más completo de los trabajos que exaltan la obra y la personalidad del sobresaliente patriota y revolucionario que en los medios que fundó y dirigió, y desde el púlpito, combatió las injusticias y abogó por las causas más dignas.

Una de sus campañas reiteradas en la prensa fue la que pedía la repatriación de Duarte en marzo de 1874, “quien vivía pobre y enfermo en Caracas”. Sugería, asimismo, el traslado de los restos de Sánchez “desde su tumba patibularia en San Juan de la Maguana a la Santa Iglesia Catedral”. Muchas de sus iniciativas fueron atendidas.

La vida de Tejera fue intensa, al grado de que con la relación de su historia personal preparada por Alfau Durán se podría editar una voluminosa separata.

En 1944 se consignó en la antología literaria de la “Colección Trujillo” que estuvo “dotado de gran precocidad y empezó a ser conocido como poeta pero en nuestras letras merece recordarse sobre todo por sus trabajos históricos, escritos con gran erudición y en una prosa llana y vigorosa”.

Entre las obras de este género destacan “Mi homenaje a Colón” y “Rectificaciones históricas”, de obligada consulta, que aclara inexactitudes y derriba mitos en torno a debatidos acontecimientos del pasado nacional. Pero en revistas y periódicos de su tiempo aún están dispersos otros artículos de esa índole.

El académico fue pionero en la creación de carreras universitarias como la facultad de Farmacia y la Escuela de Odontología que funcionaron en la Universidad de Santo Domingo, de la que fue rector en 1902. Al clérigo le hicieron también célebre sus sermones. La obra escrita es el legado del intelectual. En “El Centinela”, “La Opinión”, “Blanco y Negro” y otros, quedaron reflejadas sus condiciones periodísticas.

Semblanza.  Nació en la calle del Conde el 6 de enero de 1855, hijo de Juan Nepomuceno Tejera Tejada y Ana María Penson Herrera. Estudió en el colegio San Luis Gonzaga y después de graduarse en leyes y farmacia abrazó la carrera eclesiástica. El 5 de febrero de 1879 se le otorgó licencia de hábitos. Fray Roque Cocchia, arzobispo de la Arquidiócesis, le confirió la primera tonsura clerical. El 25 de marzo de 1881 fue ordenado presbítero y celebró su primera misa en la Catedral.

Fue cura auxiliar de la Catedral Primada, vicerrector del seminario y catedrático de lengua castellana, párroco y capellán del santuario Nuestra Señora de la Altagracia, de Higüey; vicepresidente del Congreso Nacional, diputado por la provincia de El Seibo.

Canónigo Honorario de la Catedral, se desempeñó además como Cura y Vicario Foráneo de Santiago de los Caballeros; Provisor, Vicario General y Gobernador Eclesiástico de la Arquidiócesis de Santo Domingo. El 13 de octubre de 1892 renunció de ese cargo por motivos personales pero el arzobispo Meriño no aceptó la renuncia. Luego impartió cátedras de teología en el Seminario. Desde las diferentes posiciones en la curia cumplió misiones, cantó solemnes tedeums, ofreció magistrales conferencias, nombró párrocos, expidió circulares, recibió delegados apostólicos, viajó a Roma… Colgó los hábitos en 1907.

Vetilio Alfau apunta que después de su secularización se afirmó que quiso reconciliarse con la Iglesia y añade: “La verdad es que nunca abominó de la religión católica”.

Entonces fue catedrático de Derecho del Instituto Profesional, presidente de la Suprema Corte de Justicia, Procurador General de la República, representante del país ante la Conferencia de La Haya de 1907. Estuvo entre los fundadores de la revista “Blanco y negro”, de la que fue subdirector y cumplió importantes funciones diplomáticas en Estados Unidos y París.

El presidente Bordas Valdez lo nombró en 1913 secretario de Estado de Justicia e Instrucción Pública. También fue secretario de Relaciones Exteriores, de Fomento y Comunicaciones, de Hacienda y Comercio, de Agricultura e Inmigración entre otras posiciones académicas, judiciales, políticas.

Dejó a la posteridad un valioso “Ideario cívico” que forma parte de sus escritos juveniles, y artículos que figuran en “El Nacional”, “Revista Científica”, “La Cuna de América” y los demás medios citados. Entre otros títulos están: La adulación y los aduladores y dos palabras sobre elecciones; Disociadores, rumores vagos; Ya no hay partidos; Acostumbrados a vivir sin libertad; Nuestros rayanos vecinos; Sobre papel moneda, Alerta; Levantemos la agricultura; Un grave mal: la vagancia; Sobre educación popular; Nuestros candidatos y muchos otros.

Ente sus poemas se encuentran El alba, La caída de la tarde, A la noche, Acuérdate de mí, Fantasía, Vaguedad, La mujer, A unas flores, Luz y sombra, Todo se olvida, La muerte y la rosa, El Cristo, Éxtasis, Espero en Dios, Silencio…

Apolinar Tejera falleció el 10 de julio de 1922, “después del mediodía, tras corta pero gravísima enfermedad”. Apenas duró en cama ocho días. El Listín Diario lo llamó “una verdadera cumbre de la mentalidad dominicana” y definió su carácter como “complejísimo: independiente, sumiso,  soberbio, humilde, iracundo, dócil, enérgico, débil. Levantaba por encima de todas estas contradicciones las condiciones de su saber y de su honradez. Sobre todo de su honradez. Por eso merece el respeto de sus compatriotas, aun en medio de sus más fuertes debilidades”.

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