Apoliticidad militar

Apoliticidad militar

Fue el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), hoy en el poder, quien por mayor tiempo y/o énfasis insistió en la apoliticidad de las Fuerzas Armadas cónsono con el determinante artículo 93 de la Constitución que define el rol preponderante de los institutos armados en la configuración de la República.

Durante los gobiernos del PRD de 1963, 1978, 1982 del profesor Juan Bosch, Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco, ese rechazo histórico de que los militares participasen en el faenar político se mantuvo a raya por los tres gobernantes, aunque con mayor énfasis y prolongación de tiempo en el ilustre autor autodidacta que nos ha deleitado tanto a tantos por tanto tiempo.

Ahora en el gobierno perredeísta del presidente Hipólito Mejía, ese predicamento no ha debido permitir el gobernante que se desluzca, que contradiga todo un jalonar hemoroso y aleccionador en el sentido del rechazo histórico, por demás constitucional, de que los militares intervengan en política y realicen pronunciamientos y actividades políticas en favor del mandatario, y sobre todo, en el vórtice de una campaña electoral, y más que ella, un intento, aunque imposible, de reelección.

Debo reiterar que el presidente Mejía no ha debido autorizar a los jefes de las tres armas, Ejército, Fuerza Aérea y Marina de Guerra, a que viertan conceptos políticos y realicen actos políticos para con ello pretender apuntalar el propósito siempre condenable de la reelección.

Porque bien visto el tema, ese permisivismo violador de principios, normas y precepto constitucional, hace mucho mayor daño que bien. Es más, no hace ningún bien y si lo hace, es para favorecer al candidato opositor al oficialismo, como respuesta al rechazo ciudadano que condena esa práctica que entendimos el presidente Antonio Guzmán, padre político del actual gobernante, había sepultado. Tampoco el presidente Mejía ha debido pronunciar epítetos deslustrados para intentar, otro imposible, disminuir la estatura del mayor general EN (r) José Eliseo Noble Espejo, uno de los militares más cultos que he conocido, un auténtico filósofo, un hombre comedido, sereno, medularmente profesional, incapaz de ofender a nadie ni con la ráfaga de un pensamiento atravesado, pero sobre todo, que nadie debe proferir insultos a alguien prevalido de una investidura cumbre, cuando se entiende difícil hacer lo propio frente a frente y en igualdad de condiciones civiles.

Joaquín Balaguer no usó nunca esos términos desfasados para con nadie. Las armas emparejan las fuerzas y hasta el valor, aunque siempre se ha sostenido que el valor es el riesgo calculado del peligro, mientras otros postulan que es el desfugue de un paroxismo anímico incontrolable rayano en la demencia.

De todas maneras, aún estamos a tiempo para rogarle al presidente Mejía eliminar el tema militar de la presente campaña electoral y prohibir a sus subalternos en su condición de Supremo Comandante en Jefe, en lo sucesivo, proferir y actuar en términos políticos, y así proseguir la ejecución de todos los mayúsculos planes de rescate castrense y nacional que el gobernante ha impartido y obtenido, para prez suya y evolución magnífica de los cuarteles y los hombres de uniforme, como ningún gobernante antes que él.

Cierto que los militares carecían de vituallas cuando el presidente Mejía asumió el solio presidencial y los cuarteles daban pena de su deterioro, como percibí el de la Marina de Guerra en Cabo Rojo, una ruina, y que los pedidos de vituallas no se hacían con la regularidad de seis meses como se estipula.

Pero esas fueron fallas de un gobernante hisoño, a quien no se le pueden cargar muchas lagunas por su inexperiencia de Estado, que ahora ha obtenido por sus cuatro años de ejercicio y otros más de observación y estudio, y es la esperanza nacional de que le sirvan de motivos para proseguir la ciclópea obra en los cuarteles que ha impreso el presidente Mejía, sin politizar.

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