Apología de la crema y la nata

Apología de la crema y la nata

JOSÉ BÁEZ GUERRERO
He oído a sociólogos prominentes destacar que en la República Dominicana no ha existido realmente una clase dirigente con idea o noción de la responsabilidad social que conlleva el liderazgo. Se refieren casi siempre a las capas sociales que, como la crema y la nata, han flotado encima del resto.

No estoy del todo de acuerdo con esta creencia, pues a raíz de la eliminación de Trujillo, la clase alta dominicana sí ha participado de manera activa en los asuntos públicos.  Esa clase social tan incomprendida ha generado asociaciones como el CONEP y los demás gremios empresariales, creado y financiado instituciones como la PUCAMAIMA, UNPHU y APEC, promovido iniciativas como la Fundación Dominicana de Desarrollo (FDD), la FINJUS y múltiples patronatos dedicados a la filantropía o la caridad.

Pero los pocos miles de dominicanos cuyas destrezas, abolengo, patrimonio o suerte les permite vivir igual o mejor que los ricos de cualquier lugar del mundo, poseen una imagen distinta a la que deberían tener, principalmente porque unos pocos farandúlicos con ínfulas de grandeza usurpan esa preeminencia.

  Me refiero a tres o cuatro claques, o bandas o pandillas, cuya principal misión en su vida parece ser reforzarse recíprocamente en la importancia de su vaciedad, sin asumir ni desear otra idea que no sea el hedonismo más refinado. Su gozo se mide en proporción a la champaña descorchada; sus automóviles constituyen a veces una proporción descabellada de su real patrimonio; sus sonrisas esconden un temor de muerte a que se divulguen sus vicios o debilidades. Carentes de virtud, de disposición constante del alma para las acciones conformes a la ley moral, en vez de proceder de modo recto se constituyen en claques, o sea en grupos que aplauden, defienden o alaban las acciones de otros buscando algún provecho.

 Son desembozadamente pueriles, como las pandillas de adolescentes en inglés conocidas como “cliques”, que son pequeños grupos sociales cuyo exclusivismo se basa en compartir similares gustos, aficiones, prejuicios y temores, y se refuerzan recíprocamente en su inseguridad, categorizando o estereotipando a quienes ven o creen diferentes. Así surgieron los nombres de los “geeks”, “nerds”, “jocks” y otros. Curiosamente, estas claques estratosféricas actúan de manera muy parecida a las bandas o pandillas de un grupo social del otro extremo, casi subterráneo, que son los negros o latinos más pobres de las ciudades norteamericanas, cuyas conductas son imitadas localmente por dominicanos con parientes en el exterior.

 Ciertas encumbradas claques locales son risiblemente miserables. Aparte de arrogarse un ridículo derecho a determinar quién está o no “socially dead”, creen que cualquier señalamiento o crítica a las inconductas de sus integrantes constituye necesariamente alguna manifestación de resentimiento o inadecuación social. Así, gente con poco abolengo y menor prestancia, cuyo único y dudoso aporte a la sociedad es actuar como bufón o corista de primera línea en cortes privadas o en la farándula social, se atreve a todo para excusar actuaciones injustificables, con más “esprit de corps” que sindéresis.

 Lo más terrible de ello, lamentablemente, no es la risa o pena que provoquen a quienes sepamos distinguir cada cosa según su uso o destino, sino que infinidad de jóvenes forman sus juicios o valores creyendo que el éxito es esa opaca caricatura que se les quiere vender como paradigmática. Los de mejor juicio, pueden confundirse creyendo que esa gleba encumbrada representa “lo mejor” de la sociedad dominicana, cuando en verdad lo más exquisito, en gusto, educación y virtud, la verdadera crema y nata, rehuye ese ritmo atolondrado que pugna por imponerse, como árbitro social, cimentado en la más atroz impunidad.

 Es bueno que se sepa que entre la más refinada sociedad dominicana hay verdaderos ejemplos de inteligencia, aplicación, virtud y bondad, vocación de servicio y compromiso social. Dejarle la cancha a unos pocos bullosos cuyos cacareos resultan de sus devanados sesos, ha sido un error terrible. Como clase, deben rescatar su imagen, secuestrada por aquellos auténticos resentidos, los que sólo creen en la codicia, la lascivia, la ira, la pereza y la soberbia.

 Gran parte de la violencia social y la podredumbre que daña nuestras vidas resulta de tantos malos ejemplos impunes.

j.baez@codetel.net.do

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