Apología de las palabras

Apología de las palabras

«Apología de las palabras» es el título de una reflexión del señor Juan Carlos Mieses, expuesta en la Fundación Corripio y publicada en el suplemento Areíto del sábado 19 de Junio en el periódico Hoy.

Solo puedo decir que su lectura me deslumbró. Es la c1ase de artículo que uno no agota en una sola lectura, sino que hay que releerlo en momentos selecto de especial recogimiento y reflexión.

Cuando iba por la mitad de la lectura de este extenso artículo pensé que no era posible tanto ingenio, enjundia y belleza, que en algún momento vendría la caída, el relleno, la divagación abultada.

 Todo lo contrario, el ritmo del discurso era como un potro con la brida empuñada, y que a cada línea se extendía con más fuerza y firmeza. Es un artículo para aquellos que de alguna manera amamos las palabras un poco más allá de su utilidad ordinaria, de aquellos que en algún momento hemos hecho una parada ante el misterio de las palabras, ante esa instancia tan volátil como poderosa, tan simple como incompresible. Aunque mi lectura cotidiana es la Biblia, con cierta frecuencia recurro a una reflexión secular, como un niño que explora el bosque seguro de no extraviarse porque sabe que está bajo el dominio de su padre.

Con este sentir, de tiempo en tiempo, releo las coplas de Manrique, a Luvina de Juan Rulfo, a Rosa de Tierra de Américo Henríquez o me doy un paseo por las callejuelas de Moguer al trote del Platero de Juan Ramón Jiménez. Son escritos que colecciono para leer en momentos en que necesito vencer el tedio y el aburrimiento, para como dice Sartre, desde las palabras; sentirnos esenciales en relación a las cosas. Con este artículo “Apología de las palabras”, tengo uno más en mi colección para releer en momentos especiales, como releo un artículo de George Steiner que comienza con la pregunta ¿Por qué tiene que existir la creación poética? La pregunta es idéntica a la planteada por Leibniz: ¿por qué ha de haber ser y sustancia? ¿por qué no hay más bien nada? Sobre la lectura del artículo de Mieses me preguntaba yo, ¿por qué tienen que existir las palabras y no nada?

Hay preguntas que no tienen una respuesta simple. Unamuno dijo en una ocasión al describir la poesía que es acercarse a las puertas del misterio y venir de él con la vislumbre de lo desconocido dibujado en el rostro.

Dios se revela a si mismo como la Palabra: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas” (Jn. 1 :1-3).

No deja de ser sobrecogedor e impactante cuando alguien como Juan Carlos Mieses nos ayuda a reflexionar sobre algo tan humano, tan de todos y al mismo tiempo tan misterioso e inasible como son las palabras, sin las cuales nada de lo que se ha hecho hubiera sido posible.

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