Aporofobia, política y cultura

Aporofobia, política y cultura

La conocida filósofa española Adela Cortina publicó, en el año 2017, un sugerente libro que lleva por título “Aporofobia, el rechazo al pobre…Un desafío para la democracia”. El texto resulta una lectura cuestionadora de la realidad actual de buena parte de nuestras sociedades. De las muchísimas posibilidades que el libro ofrece me atrevo a presentar “una” breve mirada posible con la intención de invitar a la lectura del mismo.
El capítulo 7 del libro, “Erradicar la pobreza, Reducir la desigualdad”, inicia con una cita que resulta en una especie de denuncia “De la corrupción de nuestros sentimientos morales, que es ocasionada por la disposición a admirar a los ricos y los grandes, y a despreciar o ignorar a los pobres y de baja condición.” Y pasa a presentar una especie de caracterización acerca de cómo estos últimos son predominantemente percibidos: “…los pobres… son los que parecen no poder ofrecer nada a cambio en sociedades basadas en el juego del intercambio, en el juego de la reciprocidad que consiste en dar con tal de poder recibir, bien de la persona a quien se da, bien de alguna otra que está autorizada para devolverle de algún modo”… Así, “en el mundo del intercambio, los pobres provocan un sentimiento de rechazo porque sólo plantean problemas a quienes en realidad lo que desean es ayuda para prosperar, suscitan desprecio cuando se les contempladesde una posiciónde superioridad y, en el mejor de los casos, impaciencia por librarse de ellos…Esos son, no los invisibles, sino los invisibilizados.”
Acto seguido la autora nos previene de “cómo esa actitud de rechazo ha sido incorporada al cerebro humano evolutivamente y superarla, si es eso lo que se desea, implica apostar por la compasión en su forma productiva, recordando a Stefan Zweig”. “La compasión no es sólo el juego del toma y daca, sino sobre todo el reconocimiento de que el otro es un igual, con el que existe un vínculo que precede a cualquier pacto.” Ahora bien, afirma la autora, “…si es verdad, como parece, que nuestro cerebro es aporófobo…, el cambio debe producirse a lo largo de la vida de cada persona…Y, para producir ese cambio en la dirección de ideales igualitarios es necesario contar con la educación en la familia, en la escuela, a través de los medios de comunicación y en el conjunto de la vida pública.”
Así pues, “el compromiso de trabajar para eliminar la pobreza puede ser y ha sido en la mayor parte de la historia humana, una opción que asumen determinadas personas, grupos…asociaciones e instituciones voluntarias, puede entenderse como un deber de justicia que corresponde cumplir a los poderes políticos, léase el Estado, las uniones supranacionales, como la Unión Europea, las Naciones Unidas, e incluso una Gobernanza Global…” Se trata entonces de crear instituciones políticas, educativas y culturales, como las que intentan potenciar una neurodemocracia frente a los delitos y discursos del odio a los pobres…Pero no basta con la política, la educación y la cultura, porque el peso de las instituciones económicas, tiene una decisiva influencia en la conformación del modo de pensar y de actuar.”
La “aporofobia” persiste hoy, afirma Cortina, y a mi juicio esto es válido también en el contexto de América Latina, y coincide con la queja de Smith de que “la riqueza y la grandeza suelen ser contempladas con el respeto y la admiración que sólo se deben a la sabiduría y a la virtud; y que el menosprecio, que con propiedad debe dirigirse al vicio y a la estupidez, es a menudo muy injustamente vertido sobre la pobreza y la flaqueza.” Util reflexión.

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